4.Gelsey I: Comienzan los preparativos

Start from the beginning
                                    

Por aquel entonces yo era un joven despreocupado cuya única motivación era obtener poder para resaltar sobre los demás, pero no tenía un objetivo claro de qué haría con ese poder. Tenía casi mil años por delante para que se me ocurriera una forma de darle uso, por lo que no me preocupaba. Y llegó ella. Mi encanto que era el más fuerte de todo el clan, no le afectaba. Una mujer, y humana además, no enloquecía ante mi presencia porque ella ya estaba loca. En su lugar fui yo el que quedó afectado, el que quedó impregnado por su locura que se abrió paso dentro de mí como un letal veneno.

Estaba enfadado con todos por dejarme vigilando al Corazón del Bosque y no poder unirme a la fiesta. Madelaine lo necesitaba para curar a su hermano. ¿Por qué no dárselo a ella? Descubrí que deseaba volverme en contra de las normas por primera vez, y eso hice. La humana por su propia cuenta no lograría salir viva del bosque, así que huimos juntos. El tiempo que pasé con ella amándola bajo la luz de las dos lunas fue el más feliz de mi vida, pero todo lo bueno se acaba en algún momento.

Cuando llegué a mi poblado, aquello se había convertido en el Infierno. No más flores de vivos colores, no más esculturas y viviendas rebosantes de vida. Sólo cenizas y fuego por todas partes. Me costaba creer que realmente estuviese pasando de verdad. Tenía que encontrar a algún superviviente, pero era imposible meterse en ese laberinto de fuego, así que me dirigí tan deprisa como me lo pude permitir hacia la caverna en la que practicaba magia con Fionell, mi enigmática maestra que me había acogido desde que se percató de mi gran potencial. Las flamas habían llegado hasta aquí también. Por el camino, entre los escombros, la encontré. ¿Por qué ella no estaba en la caverna? Si estuviese allí podía haberse resguardado en el río subterráneo en el que solíamos bañarnos.

Fionell agonizaba. Ella no era un feérico, sino una híbrida de elfo oscuro y vampiro, el único espécimen con una mezcla tan extraña. Llegó huyendo de algo un día hacía mucho tiempo y fue acogida por mi clan debido a su gran conocimiento sobre magia. Que me hubiese escogido a mí como su aprendiz fue todo un honor.

Su piel pálida estaba recubierta de quemaduras, su larga melena azabache se había reducido a unos mechones que ocultaban el poco brillo que les quedaba a sus ojos escarlata. La tomé entre mis brazos intentando incorporarla. Ella tosió con una voz ronca y seca que no me gustó nada, escupiendo cenizas. Retiré el cabello lacio de su rostro y me acerqué a sus labios resecos para poder escuchar mejor sus últimas palabras. No era momento para dramas, había que ser práctico y por los esfuerzos que ella estaba haciendo para hablar, sabía que tenía algo importante que comunicarme.

El calor ondulante distorsionaba la realidad, curvándola, derritiéndola, y me hacía sudar descontroladamente a pesar de que estaba casi congelado por el pánico. Los pulmones me ardían, incandescentes por las brasas, y el humo negro me nublaba la visión. No me quedaba mucho tiempo tampoco a mí, pero tenía que sobrevivir, le había prometido a Madelaine que nos reuniríamos tres días después...

"No tenías que haberle dado el Corazón del Bosque a la humana. No vas a salir de ésta y lo sabes, pagarás por tus actos."

El aliento de Fionell sobre mi oído quemaba. Me volví sorprendido por estas palabras que se repetían en mi cabeza como un martillo golpeando. Una pequeña luz se encendió en sus pupilas, que acabaron convirtiéndose en llamas de fuego que salían de sus ojos y boca...

Me desperté, sobresaltado.


«Otra maldita pesadilla», comprendí cuando la familiaridad de las sábanas de raso sobre mi cuerpo desnudo me hizo ser consciente de lo sucedido.

Al igual que hacía cincuenta años había despertado en la enfermería del palacio de las hadas de luz, ahora lo hacía en la Cámara Real del palacio que había mandado reconstruir para que Helena y yo pasáramos el verano juntos, y en el que llevábamos instalados desde el comienzo de éste con toda nuestra Corte.

Léiriú I: La rebeliónWhere stories live. Discover now