Capítulo 7.

38 6 1
                                    

Maratón 2/3.♡

Él se movió sigilosamente conmigo unos pasos y abrió con cuidado una puerta. Entramos y nos envolvió la oscuridad.

—¿Quién eres?-Susurre.

Él puso su dedo índice en mi boca indicando que me callara.
Él estaba detras de mí y sus brazos -que se notaban musculosos-rodeaban mi cintura tomando mis codos. Su pecho chocaba con mi espalda y ambos contuvimos la respiración. Luego de unos minutos que se hicieron eternos él me solto.

—¿Quién eres?—Volví a repetir.

—Aaron, soy Aaron.

—¿Qué hacías aquí? ¿Como sabías que yo estaba aquí?

—¿Qué hacías tu aquí?—Preguntó de manera brusca.

—M-me perdí... y y-yo los escuché...

—¿Qué escuchaste?

—¿Por qué te in-interesa tanto?

—¡Sólo responde!

—Nada...—dije pensando— Qué él se enojaría.

—¿Él quién?

—¡No lo sé!

—Pensé que te habían dicho que te alejaras de él.

—Y-ya te dije que me perdí..

—Trata de no volver a perderte.—dijo y abrió la puerta.—Ahora vete a casa.

—Aguarda.—dije tomandolo de la manga de se chaqueta.— ¿Quién es Acatriel?

—Vete a casa y olvida todo esto.

Algo me impulsó a hacerle caso sin rechistar, pero sabía que no iba a poder olvidar esto. Llegué a casa y papá estaba en el sofá viendo la tv.

—¿Cómo te fue con tus amigas?

—Eh.. eh.. bien.-Mierda, cierto. La excusa.

—Pero... creí que estabas en gimnasia.
Oh, diablos. ¡Ahora no!

—Uhm.. fui a ver ropa con algunas chicas del colegio.

—Mia Morris, no te atrevas a mentirle a tú padre.

—¡Ya basta papá! ¡Tengo diecisiete!

—Tienes dieciséis. Y aunque tengas mil seguiras siendo mi pequeña hija.

Rodé los ojos molesta y subí los escalones rápido. Haberme salteado detención me costará caro. Me tumbé en la cama y revisé mi Facebook. Una tal "Palmer Wood" me había mandado un mensaje invitandome a una fiesta el viernes en la noche. No era una chica de fiestas pero algo me impulsaba a ir.

Le mande Whatsapps a mis amigas y luego me dormí completamente.

Me desperté a las seis de la tarde. Mi estómago rugia acalmando comida.
Dios, necesitaba comer.

Baje las escaleras y no había nadie en casa. Abrí el refrigerador y saque jugo de naranja y galletas dulces.

Me senté en la barra y me atragante.
Vaya, sí que tenía hambre. Cuando terminé puse los trastos en el lava-vajillas y me fui a mi cuarto.

Entré y pegué un gritó que  debe de haberse escuchado hasta África.

—¡¿Como demonios entraste aquí?!

—Te dije que teníamos que hablar.

Oh, no. El tan esperado momento inesperado. Ya no debía de haberme quedado nada de dignidad. Y sí me había quedado acaba de salir corriendo.

Hidden.Where stories live. Discover now