—Bueno, da igual...

—Gracias por intentar empezar una conversación—dijo divertido.

—Gracias por acordarte de mí—agradecí hablando más al cuello de mi chaqueta que a Rubén.

—Como para no hacerlo... Tienes algo especial.

Ahora estaba más avergonzada que antes.

—Estás roja—rió y tocó con su dedo índice mi mejilla.

—¿De verdad quieres un helado? Puede ser otra cosa que te guste más...

—El helado de chocolate es nuestro para siempre, ¿recuerdas?—Me guiñó un ojo y reí.

—Sí lo recuerdo, el segundo mejor día de mi vida.

—¿El primero?

Se acercó más a mí y nuestros brazos chocaron. Yo no hice nada, pero él cogió mi mano y entrelazó nuestros dedos.

—Hoy...

—De momento...

No volvimos a hablar en todo el camino hacia la heladería a la que me llevaba, pero ninguno de los dos estábamos incómodos con ese silencio. Tal vez era porque estábamos cogidos de la mano y porque él dibujaba con su dedo pulgar círculos invisibles en el dorso de la mía, dejando a un lado la tensión.

Al llegar a la tienda pedimos los dos helados. Pagué yo, pero no os imagináis como se puso de pesado Rubén porque quería pagar.

—Se supone que invitaba yo—argumenté.

—Ya pero no sé, me parecía mal al final... ¡No sé!—Reí por los gestos que hacía—. Al menos tengo asegurado un para siempre para merendar.

Alzó y bajó las cejas a la vez que me miraba comiendo su helado. Comencé a tomar yo mi helado en silencio, mientras él hablaba sin parar. Yo le escuchaba con atención, era increíble oírle hablar. Yo tampoco es que tuviera que contarle mucho...

—¿Vas a la universidad?—asentí—. ¿Eres legal, no?—preguntó fingiendo preocupación.

—Sí lo soy, tengo diecinueve—reí y di un lametazo a un helado—. Estudio periodismo, segundo de carrera.

—Interesante, ¿te gusta escribir?

—Sí, escribo tanto para la universidad como para mí o en Wattpad.

—¿Wattpad? Esa es la aplicación que está hasta arriba de fanfictions turbias, ¿no?—asentí sin darle mucha importancia—. ¿Escribes fanfictions hot?

El helado se me cayó al suelo.

—¡NO! ¡¿QUÉ DICES?! ¡¿ME CREES CAPAZ DE ESO?! JAJAJA.

Se quedó callado mirándome entre extrañado y divertido.

—Sí, ¿verdad?

—Mierda—solté y rió.

—Algún día leeré una de tus fanfictions, ya lo sabes.

—No creo que te gusten, son...

—Las voy a leer por mucho que me digas no.

Y así fue como Rubius descubrió que estoy obsesionada con los libros sobre él, tanto leerlos como escribirlos.

—Bueno, ¿nos vamos?—asentí y nos levantamos de dónde nos encontrábamos sentados.

Caminamos de nuevo hacia su casa, en silencio otra vez pero sin estar tomados de la mano. Habían pasado dos horas.

¿Que lea mis fanfictions será bueno o malo? Qué vergüenza por favor.

—Rubén...

—¿Hum?

—Lo de que vas a leer mis libros... Es broma, ¿no?—negó.

—Quiero ver cómo me imaginas, me hace gracia. Pero no te lo tomes a mal, tal vez tus fanfictions me ayuden a... Bah, nada, olvida eso.

—¿A qué?—reí y giró la cabeza, como si no quisiera mirarme—. ¿A qué, Rubius?—agarré su brazo y frenó su marcha.

—A conquistarte.

—Ya me has conquistado—respondí con cara póker.

—A conquistarte bien, te ha conquistado Rubius pero no Rubén—reí.

—¿Qué dices? Rubén me ha conquistado también.

—O sea, que estás enamorada de mí.

—Sí.

—¿Mucho?

—Ni te lo imaginas.

—Yo también—dijo en bajito—. Pero yo te conozco de un día y medio.

—Pues te conquistaré... Por Skype.

—¿Qué?—preguntó con voz aguda y sin entenderme.

—Vivo en Ourense, Galicia, a quinientos kilómetros de Madrid.

—Jo... Tal vez... No sé...

—Además, muchísima gente del fandom odia a Ainara aún así sin conocerla. Si fuéramos algo, me matarían al vernos por la calle.

—Eres una exagerada, no son tan...

—Sí lo son. No la mayoría, pero muchas sí. Las conozco porque soy tu fan y sé lo que duele ver a tu ídolo con una persona que desearías ser tú.

Habíamos llegado a su casa, nos encontrábamos hablando en su portal.

—Quédate a cenar y a dormir—soltó sin pelos en la lengua—. No he ido a MasterChef, pero me sé el número del Dominos.

—¿Qué? No sé...

—¿En serio, Ainara? No me fastidies, hazlo por mí—dijo y, acto seguido, hizo un mohín con sus labios.

—Vale... Y llámame Aiben.

—¿Aiben? Me gusta más Ainara.

—Y a mí me gusta muchísimo Rubén pero procuro llamarte Rubius porque sé que te gusta que te llamen así.

Touché—frunció el entrecejo.

Y, exactamente, esa noche cené pizza y dormí en su casa.

Insistió en que durmiera en su cama, él dormiría en el sofá. Esa situación me gustaba por una parte y por otra no. Me gustaba porque la sábanas olían a él y encontrarme entre telas impregnadas de su olor era como estar en el mismísimo paraíso, pero que él durmiera en el sofá lo veía mal ya que lo iba a pasar fatal. Se le salían los pies del sofá y era tan incómodo como las camas de clavos.

A media noche me levanté a mirar si había logrado dormirse o no. También llevaba el móvil en la mano para hacer una foto por si acaso, soy demasiado retorcida.

—¿Aiben?—murmuró en la oscuridad—. ¿Estás despierta?

—No, déjame dormir—respondí sarcásticamente y se levantó del sofá—. Vente a dormir conmigo.

—No quiero tener que...—rió antes de acabar la frase, a pesar de que yo entendí la gracia—. Pero si tú me lo pides voy.

Dormir con Rubén abrazándote por la cintura... De las mejores buenas noches que os podéis imaginar.

Ainara (R.d.g) Where stories live. Discover now