2- El viaje

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Hoy es el día.

Por fin nos vamos a nuestra luna de miel, y yo no puedo estar más feliz. Al igual que Maxon, quien ahora está despidiéndose de mi madre. Estamos todos, contando a personal de Palacio y algunas cámaras y reporteros filmando, en el aeropuerto donde en una hora va a salir nuestro vuelo. Siento que me tocan la cadera y miro hacia abajo, sonrío, es Gerard.

-Hola cielo.-Mi sonrisa se esfuma al ver lágrimas en sus ojitos.- ¿Qué sucede, Gerard?.

-No quiero que te vuelvas a ir.-Su labio inferior resalta en un adorable puchero, no puedo evitar sonreír. Me agacho con toda la gracilidad que puedo, a sabiendas de todos los focos que están en mí, hasta quedar a su altura.

-Oye, son solo unos pocos días, ¿sí?-Le paso las manos con gentileza por las esquinas de los ojos, limpiándole las lágrimas.- Tú, te quedarás con mamá, May, Kenna y James cuidando de Astra,-le doy un golpecito en la nariz, haciendo que me regale una pequeña sonrisa- y con este calor mamá te dejará meterte en la piscina.-Se le iluminan los ojitos mágicamente y sonríe.

-¿Tú crees?.

-Claro.-Sonrío satisfecha por alegrarlo y lo abrazo.-Verás que el tiempo se te pasa volando.-Veo como corre hacia mi madre, emocionado. Luego de unos veinte minutos, en los que ya hablé y saludé a todos, Maxon viene a mi encuentro para irnos.

-¿Lista, cariño?-Le sonrío y asiento mientras nos tomamos de la mano, y caminamos hacia el jet privado, que nos llevará rumbo a Roma. Subimos al avión, mientras que los guardias que nos acompañan suben en otro, sintiendo los gritos de despedida de May, río, ella nunca cambiará, cosa que agradezco. Cuando ya estamos instalados en los asientos del lujoso interior, empiezo a hablar mientras sonrío, algo nerviosa.

-Segunda vez que viajo en avión.-Él me mira y sonríe divertido.

-¿Estas nerviosa?.

-No, para nada.-Desvío la mirada, los dos sabemos que miento. Ríe mientras me pasa un brazo por los hombros y me estrecha contra él.

-No es malo que los estés, amor. A mí también me pasaba.

-Sí, cuando eras niño.

-No tiene nada que ver, las primeras veces siempre se está nervioso, ya seas niño o adulto.-Suspiro y me acomodo mejor contra él. Nos quedamos unos segundos en silencio.

-Te amo, Maxon.-digo hundiendo la cara en su pecho. Qué bien huele.

-Yo también te amo, América.-Agarra mi barbilla haciendo que nos miremos a los ojos por unos segundos, antes de hacer que nuestros labios se toquen, besándome muy suavemente, casi como una caricia. Abro la boca, dejándolo entrar.

A mi mente llegan estas últimas tres semanas, en las que fui totalmente feliz, cuando nos besábamos teníamos que controlarnos de no llegar a más, cuando lo único que queríamos es hacerlo, o en la noche cuando uno de los dos tenia que abandonar la cama del otro y perdernos el calor, fue bastante feo, pero los dos nos queremos reservar para nuestra luna de miel. Y ahora aquí estamos, en un jet privado rumbo a ella, mientras nuestro beso se profundiza, enviándome calor a muchas partes del cuerpo. Se aparta solo unos centímetros de mí, antes de que llegue a más, y nos miramos a los ojos, por unos segundos. Sus pupilas están dilatadas, y mis labios se sienten algo hinchados.

-Cuando lleguemos tendremos tiempo de esto y más. -Comenta con algo de picardía en su sonrisa, se la devuelvo del mismo modo, le doy un último beso rápido, y nos separamos, aunque no mucho.- ¿Quieres que llame a que nos traigan el desayuno?

-Si, por favor, estoy que muero de hambre.-Ríe y pulsa un botón que está debajo de la mesa.

-Espero que vengan rápido, porque no estoy dispuesto a perderte.-Me da un dulce beso en la nariz antes de que se abra la puerta y aparezca una doncella, entra y hace una reverencia.

-¿En qué puedo servirles, Su Madejesta...des?.-Rio por lo bajo, nunca nos han llamado en plural, siempre es o uno u otro.

-La señorita de aquí se está casi por comer la mesa, así que me gustaría que nos sirvan el desayuno, gracias.- Río mientras le doy un suave golpe juguetón en el brazo. Me devuelve la sonrisa, mientras veo a la doncella retirarse con otra reverencia y una sonrisa divertida.

A los diez minutos en los que Maxon y yo conversamos de nuestro viaje, entra la misma doncella con una bandeja bastante grande. Hay tostadas, pancakes, plumcake, café, jugo, frutas variadas, entre otras cosas. Siento como el estómago me ruje, no he comido nada desde la cena de ayer, que serían.... Unas trece o catorce horas. Cuando la doncella se retira, nosotros comenzamos a comer sumergiéndonos en una larga y animada charla.

Y así por casi doce horas, hasta que llegamos, por fin, a la capital de Francia, Paris.

***

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Besos,

Agus.

Luego de la Elegida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora