Capítulo 5: "Fortaleza"

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SUSAN

Ni siquiera me alcanzó el tiempo para descolgar el teléfono de la pared cuando tres golpes consecutivos se sintieron en la puerta principal. Esos golpes sobre la madera fueron los que en un principio me sacaron del estado de alivio que apenas había conseguido, permanecí inmóvil durante el instante en el que traté de asimilar tal estímulo. No tardé en escuchar los ansiosos pasos de mi madre hacia la entrada, volteé súbitamente acompañando mi movimiento con un grito:

–¡No!

Su mano ya rodeaba el picaporte, cedió suavemente sólo para contestar.

–¿Acaso esperas a alguien en especial? –Me miró con un gesto extrañado y luego giró la perilla.

Apresuré mi paso hasta alcanzar a mamá, quien ya había abierto la puerta.

–¡Buenas tardes! –Dijeron al unísono frente a nosotras.

Rose y Henry llegaron inesperadamente juntos, cada uno con una sonrisa que mostraba lo bien que estaban sus "mundos". Pasaron con el permiso de la señora Kelly y se sentaron en el sofá. Ellos esperaban que alguna palabra saliera de mí, me miraron de la misma forma desde que estaban en el pasillo. Los acompañé en el living, sentándome en uno de los sillones individuales casi enfrente de ellos.

Mamá se disculpó por no poder hablar, por lo tanto tomó su computadora y se la llevó a su habitación. Mientras ella se retiraba, les hice a los demás una sonrisa tímida como si escondiera hasta mis labios.

Ellos estaban sentados uno al lado del otro, demasiado juntos, sospechaba sobre algo más entre ellos. Rompiendo el hielo, Rose dirigió una corta risa forzada y dijo:

–¿Cómo te está yendo en tu nuevo hogar? Es muy lindo y más ordenado que el mío por lo visto –miró a su alrededor con otra risa forzada.

–Teníamos algo pendiente, Susan. Espero que no lo hayas olvidado –agregó Blake al concluir Rose.

–Y... –alargué el sonido tratando de hallar la respuesta–. No tengo motivos para quejarme, todo anda a la normalidad. No creo que haga falta eso doctor.

Rose dejó ver sus dientes con una sonrisa y miró a Henry, quien se reía retraídamente.

–¿Ves la bata o algún maletín? No soy doctor, trabajo como uno –levantó la voz en "como", dándole énfasis a la palabra–. Soy una persona, trátame como uno más. Desde afuera escuché un grito tuyo, no creo que todo sea como tú lo dices...

–Henry –traté de obligarlo a terminar su frase–. Estoy bien, creo que así hay que dejarlo. Son los recuerdos los que me hacen mal, ¿no crees?

Antes que él abriera la boca para insistir, proseguí:

–¿Cómo están ustedes? ¿Brad y Maddie están bien?

Rose se adelantó por Blake:

–Todo bien, nada especial. Hoy empezó a trabajar Brad, en realidad es como un día de prueba, y creería que Madison está sola en casa; demasiado aburrida, seguro.

"¡¿Sola?!", pensé. "De ninguna manera la pueden dejar sola, podría... podría...".

Me quedé callada y con la mente en otro lado, me perdí en la mirada preocupada de Blake.

–¿Qué te sucede, Susan? –Preguntó el doctor, quien tal vez se incomodaba por mis ojos fijos en él.

Regresé del viaje en mi cerebro y contesté con un tono más elevado:

–¡Ella no puede estar sola!

Noté sorpresa en sus rostros, cosa que me advirtió de no adelantarme tanto.

Maldición de las pesadillasWhere stories live. Discover now