205 horas menos

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Todavía es domingo, dictan los que saben que es lunes. En mi casa es la misma hora que en la tuya, aunque no el mismo momento. De todas formas, ni siquiera estoy en mi casa. Siempre mejoro en otro momento.

Me pregunto quién hará todo este frío, por qué lo llaman cambio de hora si cambiamos nosotros y cuántos botes de mermelada, imposibles de abrir, me va a costar darme cuenta de que no debería obligarme a estar tan sola.

Te echo de menos. Como si me hubiese acostumbrado a la ausencia de quien no estuvo antes. Me echo de menos, como si por fin me hubiese acostumbrado a mí. Y después me hubiese abandonado.

Escribo desde la resaca y la habitación 205. Mi espíritu de las navidades en verano hace que estallen todos los vasos de ayer. Abre todos los grifos, escribe 'nadie' en el vapor de los cristales.

La soledad es preciosa, si sabes cómo acariciarte los pies desnuda delante de un espejo. Aunque después no sepas hacerte feliz, y sentencies que 'tenemos que hablar', con cualquier otro que nos entienda. Así hasta que decidas romper tu relación contigo, para empezarla con el resto.

Mientras tanto sigues haciendo daño, y asaltas la nevera de madrugada. Te lo comes sola en silencio con la ansiedad de ver llorar a otro. Ni siquiera puedes llorar, no te pides que sonrías.

Piensas que tu vida es una cocina recién fregada de lágrimas. Cada vez que intentas comerte algo terminas resbalando. Con los sentimientos, por ejemplo; constantemente.

Has apagado hace rato el móvil, como si fuese la luz. Sabes que te estás quedando dormida e imbécil.

Escribo desde la marea y la cama de un extraño. Desde una ciudad donde parezco desaparecer.

Esto es simple: escribo.

Y deberíamos estar follando.


Irene X

Anda, déjate de gilipolleces del que dirán y dame más versos....Where stories live. Discover now