Capítulo 7

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ABIGAIL
Alejandra llegó a mi despacho y me pidió que hablásemos a solas, yo accedí y ella comenzó a agradecerme por haber defendido a su hijo, yo controlé en todo momento mi rostro para mostrarle mi indiferencia, aunque algunos sentimientos rondaron por mí al darme las gracias. Pero cuando mencionó el examen, me sentí como una autentica gilipollas, ¿qué se creía? ¿Que lo había hecho por ella? No le daría el gusto de creer eso, aunque la realidad era que había sido tan idiota de haberlo cancelado por ella. No pude evitar hablarle como lo hice, pude ver como agachó la cabeza y se fue con la mirada perdida. Cuando escuché la puerta cerrarse un sentimiento de culpa invadió mi cuerpo, no seas tonta Abi, le has dicho todo lo que pensabas, pero, ¿por qué me siento así? Me quité las gafas y presioné el tabique de mi nariz. Decidí seguir con mi trabajo y dejar de pensar en ello.

Al día siguiente le hice el examen a todos los grupos y ella, al entregarme el examen, ni siquiera me miró, era totalmente normal por como la había tratado aunque lo prefería, ¿lo prefería? Sí, Abi, lo prefieres…
El miércoles llegó y con el la visita del pequeño diablillo. Victoria lo trajo a casa a la hora acordada, él venía cargado con un montón de juegos y muñecos que me quería enseñar, quedamos en que lo recogería en unas tres horas. Al ver mi cuarto de juegos casi le llega la mandíbula al suelo, sus ojos iban de un lado a otro mirando la infinidad de juegos que tenía además del mueble de las consolas. La verdad es que me lo pasé como una niña pequeña, me reí con las ocurrencias de Víctor y con nuestros piques con todos los juegos a los que jugamos. Me lo pasé genial. Las tres horas  se nos pasaron en un suspiro y Victoria volvió a recoger al pequeño. Él no se quería ir por lo que invité a Victoria a pasar para tomar un café con ella. Estuvimos hablando una media hora mientras el renacuajo seguía jugando hasta que ella dijo que se tenía que ir para ir preparando la cena, Víctor aceptó a regañadientes, no se quería ir así que le ofrecí repetir la tarde de juegos. Él obviamente aceptó encantado y empezó a pegar saltitos de felicidad. Yo le dije que podía venir todos los miércoles que quisiera y los fines de semana y él estaba mas que feliz, me encantaba ese chico. Quedamos en vernos el miércoles de la semana siguiente y nos despedimos.
Y así, semana tras semana, Víctor venía acompañado de su abuela para pasar la tarde conmigo y después, cuando Victoria venía a recogerlo, hablábamos durante un rato o incluso se quedaba con nosotros toda la tarde. Durante esas conversaciones me contó muchas cosas sobre ellos: me contó que Alejandra se quedó embarazada de Víctor el último año de clase, tal y como yo había pensando. Víctor era hijo de Felipe, un compañero nuestro de clase y su novio de aquellos tiempos, era un auténtico inútil, un chulito de playa y un desgraciado, para mi, para el resto de las chicas era el chico mas guapo del instituto. Me contó que su marido y ella apoyaron a Alejandra en todo, a diferencia de él que después de que naciera Víctor la dejó y se desentendió del pequeño, ya odiaba a ese desgraciado pero después de eso lo odiaba aún mas y para colmo la dejó por Rebeca, una de las mejores amigas de Alejandra y otra de las zorras que se metían conmigo. También me contó que aunque ella y su marido la ayudaron en todo, Alejandra no terminó el bachiller y que en cuanto pudo, buscó un trabajo para ayudar con los gastos del niño y Victoria se quedaba en casa cuidando del pequeño, aunque, desafortunadamente, hace cuatro años, el padre de Alejandra enfermó y falleció dejándolos a los tres solos. Victoria tuvo que buscar trabajo y entre las dos se esforzaron por mantener su pequeña familia. La verdad es que me sentí mal al saber que se encontraban los tres solos y lo duro que fue para ellas perder a su padre, tuvieron que buscarse la vida, en cierta manera comencé a admirar a Alejandra. En otra ocasión me contó por qué se mudaron a la ciudad y otras tardes solo hablábamos de cosas sin importancia. Después de esas semanas ya me sabía toda la vida de aquella pequeña familia y, sobre todo, de Alejandra.



ALEJANDRA
Cuando tuve un momento a solas con mi madre le pedí explicaciones de por qué no me había dicho que trataban mal a mi hijo. Ella me explicó que no me lo había dicho para que no preocupase, ya que me veía muy agobiada con las clases y con el trabajo, yo me enfadé bastante, esa no era excusa para no saber lo que le ocurría a mi hijo, me había preocupado y mucho, pero ella me tranquilizó diciéndome que ya estaba todo solucionado aunque yo aún seguí preocupándome.
Cuando llegué el miércoles de trabajar, Víctor aún estaba despierto, no paraba de hablar de todo lo que había hecho esa tarde con Abigail y lo bien que se lo había pasado.
—Lleva así desde que vinimos-me dijo mi madre con una gran sonrisa.
Él comenzó a contármelo todo una y otra vez repitiéndome mil veces lo guay que era Abigail. Me da vergüenza aceptarlo pero en ese momento sentí celos, desde que mi padre nos dejó no había visto tan feliz a mi pequeño y que fuera ella la razón, después de nuestro último encuentro, no me sentó nada bien. Para colmo no fue solo una ocasión, no, las quedadas con Abigail se repetían todos los miércoles, incluso algunos sábados y mi pequeño se pasaba toda la semana hablando de ella y eso a mí no me hacía ninguna gracia.

Las lecciones del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora