32. Perdiendo el norte.

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— Gracias, es todo un halago viniendo de ti. — rió.

— Eres un idiota. — rodé los ojos.

— Ya lo sé, me lo suelen decir mucho.

Ambos reímos, y apagué mi móvil, el cual ya se estaba quedando sin batería.

— Aunque tengo una pregunta muy seria para ti. — murmuró, acercándose a mí.

— Adelante, dispara. — respondí.

— ¿Un idiota haría esto?

Antes de que pudiera reaccionar, unió sus labios con los míos.

Perdí el equilibrio y me caí sobre la cama, de modo que él quedó encima de mí.

Movió sus labios sobre los míos y llevé mis manos detrás de su cuello, acercándole aún más a mí.

Tras unos segundos así, Chris se apartó de mí unos centímetros y se quitó la camiseta.

Santa mierda.

Creo que nunca antes había notado lo trabajado que está su cuerpo.

Se acercó a mí de nuevo y volvió a besarme, esta vez, con mucha más intensidad que la vez anterior.

Estaba realmente nerviosa, el corazón me iba a mil por hora y sentía la adrenalina correr por mis venas.

Sus labios bajaron a mi cuello, causando que me mordiera el labio inferior, a la vez que su mano se deslizaba desde ahí hasta mi estómago, y de ahí a mi cadera.

En un sólo movimiento, sacó mi móvil del bolsillo de mis pantalones y lo levantó sobre su cabeza, a una altura a la que no llegaba, a la vez que se separaba de mí.

— ¡Oye! — grité, separándome unos milímetros más de él, y se echó a reír.

— Dí que me quieres y te lo daré.

Fruncí el ceño y decidí recurrir a la otra opción.

— ¡Devuélveme mi móvil! ¡Dámelo, dámelo, dámelooo! — empecé a hacer un berrinche y a golpearle en el pecho.

Volvió a reír y se acercó a mí, de manera que sus labios rozaran los míos.

— Sólo dí que me quieres. — susurró sobre mis labios.

— Ugh, bien. — rodé los ojos. — Chris, te...

En ese momento, se abrió la puerta y, instintivamente, empujé a Chris, tirándole al suelo.

Bah, sólo se habrá roto un hueso o dos... ¿no?

— ¿Qué estabais haciendo? — le oí decir a Zoe, con voz ronca.

Sí, se nos olvidó que Zoe estaba ahí, y que estaba durmiendo.

— Esto, estábamos...

— Haciendo los deberes. — interrumpí, terminando la frase por Chris.

— ¿En la cama? — volvió a preguntar.

— Es más cómodo. — añadió él.

— ¿Y por qué Chris no lleva camiseta?

— Hm... porque, tenía calor.

— Pero estáis muuuy rojos, y...

— Haces muchas preguntas, pequeña Zoe. Vamos a ver la televisión. — respondí, alterada, y me levanté de la cama.

— ¿Otra vez? — suspiró, y se fue al salón, seguida por mí y por su hermano.

Justo cuando llegamos al salón, Chris pareció acordarse de algo.

No soy tu princesa.©Where stories live. Discover now