8. ¿Recuerdas?

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Lee Hyuk Jae:

A veces me preguntaba qué tanto podías quererme. En ocasiones sentía más curiosidad por saber lo que tú sentías que lo que sentí yo mismo. Muchas veces parecíamos ser sólo amigos muy cercanos, otras nos descubría viéndonos al sonreír, como si no hubiera nadie más alrededor. Recuerdo aquellos momentos en los que suspiraba justo como lo hago ahora, aunque por razones muy distintas. Ahora todo lo que tiene que ver conmigo tiene un toque de nostalgia y melancolía muy extraño, como si fuera permanente. En el pasado todo podía pintarse de rosa, sin importar los tachones negros que solían amenazarnos. Después del primer semestre en la universidad, todo parecía tranquilo. Nos veíamos prácticamente todos los días, y hubieran sido todos de no ser por nuestras madres reclamando un poco de atención.

¿Recuerdas las veces que nos encontrábamos en la playa? Vimos muchos atardeceres, todos tan distintos y a la vez iguales de hermosos y coloridos. Incluso en los días de lluvia, con ese tono rosado en las nubes invadidas por los últimos rayos de sol. Ver el atardecer era realmente un espectáculo tan bello que hacía valer la pena de mojarse con las gotas de lluvia o incluso, como resultado, enfermarse de catarro un par de días.

Las primeras vacaciones que pasamos juntos, aun viéndonos sólo por las tardes y visitando siempre los mismos lugares, fueron refrescantes para ambos, ¿cierto? Pero tal vez no tanto como los días que tuvimos casi al final de tercer año en la universidad. Fue tan sólo una semana, y se suponía que viajábamos por asuntos académicos; pero parece que nosotros supimos bien cómo aprovechar nuestro tiempo juntos. La universidad lo había pagado todo; el hotel, las comidas, nuestros transportes. La mejor parte fue el hotel, era pequeño y minimalista; pero en la primera planta tenían una máquina expendedora con mis galletas de avena preferidas, las únicas de marca comercial que mi madre pensaba no eran tan dañinas como las demás. Nuestras habitaciones eran distintas. Por suerte la mía era individual aunque la cama de mi habitación era incluso más grande que una matrimonial, creo que era del tamaño de dos camas de esas. Tú compartías cuarto con otro chico que no conocías; pero al final no fue problema porque todo el tiempo lo compartías conmigo. ¿Sabes? Recuerdo muy bien esos días que son de los pocos que, aun sintiéndome triste, forman en mis labios una curva tan marcada debido a la felicidad que revivo gracias a esos recuerdos. Fueron buenos días, ¿no es así? También fueron muy divertidos, sobre todo esa tarde en la que volvíamos al hotel. La lluvia jugaba con nosotros durante el día, llovía y luego dejaba de llover. Pero justo cuando volvíamos caminando, se soltó una ligera tormenta que nos hizo sacar el único paraguas que tenía conmigo y apenas podía cubrirme a mí. En las calles todo estaba oscuro, a pesar de las luces de los coches que pasaban a prisa. Al cruzar una de las calles tuvimos que correr, porque al parecer los coches no nos veían. Corrimos tan rápido que mi paraguas se estampó contra un árbol sin que yo pudiera si quiera prevenirlo y uno de los ganchos se soltó del resto y, bueno, ya estábamos empapados de todas formas. Siempre he pensado que los días de lluvia son días de aventura, todo puede pasar. Si llueve sólo una vez al año, entonces ese será el día en el que sentirás más emoción y adrenalina que en ningún otro. Terminas salpicado y a cada paso el mantenerte seco es un reto bestial. Son esos días en los que tus sentidos están tan despiertos, que todos en las calles parecemos detectives que van con todo y en contra de esas pequeñas gotas que caen del cielo. Es aún más intenso cuando recién sales de tu casa, porque seguro tienes que llegar a un lugar importante y bien presentado. Sin duda, los días de lluvia son días de emoción. E insisto en que ese día que terminamos empapados y en mi habitación, ha sido uno de los mejores de mi vida.

"Tomaré un baño"

Ni siquiera era tu habitación, no pasaste antes por ropa seca. Sabías que podías tomar de mis cosas lo que necesitaras. En cuanto entraste al cuarto de baño escuché al agua correr cuando hiciste girar la rendija. Cambie mis ropas por algo seco aunque no pude secar mi cabello porque todas las toallas estaban en el baño. Mis cabellos color café ahora parecían negros por el agua. No sentí frio hasta ese entonces en el que para que la piel pueda secarse necesita consumir todo el calor del cuerpo y, por tanto, sientes frio. Me quede sentado sobre el borde de la cama, con mis manos casi clavadas al chonchón. Luego comencé a sentirme nervioso, por alguna razón. El agua dentro de la regadera ya no se escuchaba y, vamos, que los hombres duramos muy poco ahí dentro después de haber terminado con el duchazo. No fueron más de dos minutos lo que demoraste en salir con sólo una toalla atada a su cintura. No es que no hubiera visto antes el cuerpo de un hombre, yo soy un hombre también y me veo todos los días. Pero en particular, tu cuerpo me ponía nervioso, supongo que porque era tuyo.

Diez cartas a Hyuk JaeWhere stories live. Discover now