Sam.

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—Oye Lola.

—¿Sí?

Ya serían casi las seis de la tarde y llevaban al menos tres horas hablando. Pronto tendrían que despedirse porque Lola tenía que regresar a casa.

—¿Qué harás este fin de semana?

—Supongo que nada ¿Por qué?

—¿Podríamos hacer otra videollamada?

Lola sonrió a través de la pantalla. Sam la observo con impaciencia.

—Por supuesto—acomodó un mechón de cabello tras su oreja—. Me parece bien.

—¡Genial! Entonces quedamos para el sábado. ¿Está bien?

—Claro.

—Y para el domingo.

Lola soltó una carcajada.

—¿Qué?—inquirió Sam.

—¿El domingo también?—Lola rió.

—Por supuesto. ¿Qué esperabas?—Sam se sintió nervioso pero intentó no demostrarlo.

—No lo sé. Pero me parece bien.

—Entonces quedas comprometida conmigo para este fin de semana. No hagas planes con nadie más. ¿Vale?

—Vale.

—Deberías anotarlo en el calendario para que no lo olvides.

—No voy a olvidarlo Sam.

—¿Y si lo olvidas?

Lola volvió a sonreír y volvió a acomodar otro mechón de cabello tras la oreja.

Son como rayos de un sol de atardecer, pensó Sam, que se escapan de un hermoso crepúsculo.

Que se escapan de Lola.

—Jamás podría olvidarlo Sam.

—Bien, confiaré en ti.

Faltaban solo diez minutos para las seis y Sam sintió que el tiempo estaba siendo realmente injusto. Cuando estaba en la universidad las horas se le hacían eternas. Pero cuando estaba con Lola, el tiempo tomaba un sentido totalmente diferente. Era casi como si jugara en su contra.

Lola se quedó quieta unos segundos y lo observó a través del ordenador.

Es preciosa, pensó Sam. Pero no fue un pensamiento que materializó. Se lo guardó solo para él.

Porque, al final de cuentas, no creía que Lola quisiera saberlo. Tal vez no viniendo de él.

Sam comenzó a sopesar realmente la idea de que tal vez desde hacía mucho había comenzado a ver a Lola diferente. O a leerla diferente, según fuera el caso.

Últimamente era así.

Es decir, esperaba por sus correos electrónicos con más desesperación de la que podría esperar una excelente calificación.

Cuando hicieron la primera videollamada, Sam hizo una captura de pantalla en donde sale una Lola sonriente, con unos preciosos ojos del color de la miel y unas diminutas pecas sobre una piel del color de la crema. Y no puede evitar ver esa captura de pantalla todos los días, contemplarla, desear sumergirse en ella y aparecer junto a Lola.

¿Y si de verdad estoy enamorado de Lola?, pensó Sam.

Y la idea no le pareció tan loca. Es decir, Lola era la única persona que ocupaba cada impulso nervioso de su cerebro. Lola era la única persona que realmente lo comprendía. La única persona que se reía de sus malas bromas, que discutía y tonteaba con él, que se preocupaba por él...

Lithium (Una memoria)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ