Capítulo 4: Las escondidas

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Miré el reloj desesperada. ¿Dónde mierda se había metido la señora Parker? Ya eran las ocho de la noche y ella me había dicho que iba a venir a las seis de la tarde. Tuve que llamar a mis padres para que no se preocuparan y les avisé que llegaría un poco tarde a casa.

Suspiré profundo y me hundí en el sillón.

—Eli—sentí un susurro al lado mío.

—¿Qué pasa,Cami?

—¿Juguemos?—su cara se acercó a la mía con una sonrisa.

Hice una mueca con mis labios.

—No tengo muchas ganas.

El ceño de la pequeña se frunció y luego me echó una mirada seria, la cual me causó mucho miedo.

—Eso no funcionará esta vez—desvié la mirada e hice como que jugaba con mi celular.

Cami largó un pequeño chillido y luego comenzó a gritar como si un asesino serial la estuviera degollado.Tapé mis oídos y la miré con mis dos cejas alzadas.

—¡Cami, no grites!

Mis palabras sonaron como susurros comparadas con los gritos de la pequeña.

«¡Mierda, qué voz más potente!».

Por un momento pensé en decirle que jugaríamos, pero decidí no darle el gusto, como a una niña caprichosa.

Dylan vino corriendo, al igual que Nolan.

—¡¿Qué le pasa ahora?!—dijo Nolan con sus manos en los oídos.

—¡Ella quiere jugar!—la señalé enojada—¡Y yo no quiero!

Cami gritó aún más fuerte, as íconfirmé que había salido con la voz chillona de su madre.

—¡¿Qué?!—Dylan me miró sin entender nada.

—¡¿Qué?!—dije achicando mis ojos—¡Que te calles!—la miré a Cami.

Ella negó y luego gritó aún más fuerte.Lancé un profundo suspiro y, enojada, le tapé la boca con mi mano.No me había dado cuenta, pero alguien estaba tocando el timbre.
Cami comenzó a quejarse.

«¿Serán ellos?».

Con Cami en mis brazos aún tapándole la boca, me acerqué a la puerta y la abrí. Mis ojos se descolocaron cuando vieron el uniforme de un policía.

—¿Sí?—dije sonriendo, mientras acomodaba a Cami para que no se cayera.

—Me llamaron los vecinos—dijo sin ninguna expresión en el rostro—, dijeron que escucharon gritos de una pequeña—miró a Cami que se quejaba con el ceño fruncido.

Reí de manera exagerada.

—Ya sabe cómo son los niños—dije apretando el brazo de ella—, estábamos jugando, ¿verdad,Cami?

Ella dejó de quejarse y se liberó sonriendo.

—¡Sí!—saltó en su lugar—. Estábamos jugando, lo siento si mis gritos molestaron a los vecinos—ella lo miró con modestia mientras le ofrecía una sonrisa gigante.

Me quedé mirándola estática.El policía la miró de costado.

—No te preocupes, pequeña—subió su vista y me miró—. Es afortunada por tener una niña tan educada como ella.

Apreté mis labios y asentí subiendo mis cejas.

—Es un pan de Dios.

«Maldita manipuladora».

ESA NIÑERA ES ¡MÍA! © [✔️] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora