CAPÍTULO XLVII: LA VIDA DE UN LORD

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Reiji fue a tomar una ducha, quitó su ropa y entró al balneario de agua tibia, se recostó en un costado y miró al techo. Sus ojos mostraban un poco de tristeza, quizás quisiera que Ange y su hijo estuvieran aquí junto a él. El chico dio una sonrisa apagada al recordar algo que pasó hace tiempo.

Dos meses después de llegar a Espein

Ange había notado que a Reiji le llamaba la atención las orejas de animales, podría decirse que es su fetiche, así que una tarde mientras aún viajaban llegó a una ciudad, muchas hermosas señoritas con orejas de animales recorrían la ciudad.

Reiji se quedaba observándolas por breves segundos antes de apartar la mirada, más que la belleza de las jóvenes lo que le llamaba la atención eran las orejas, Ange se disgustaba por esa razón.

Esa noche ellos iban a dormir en una posada en la ciudad, parecía como un hotel, sus habitaciones eran enormes y bien amuebladas, los jóvenes alquilaron la habitación.

Ellos se dieron una ducha juntos, el agua tibia recorría los cuerpos de ambos, el hermoso cuerpo de Ange era bañado con esas aguas, su cabello largo suelto.

Besos iban y venían en ocasiones, Reiji sentía el sabor de los labios de su amada, Ange las caricias en su cuerpo por parte de Reiji, un bello momento juntos, de carisias y besos, de placer mutuo, donde los pequeños minutos se hacían horas, donde una pausa eterna en el tiempo reinaba.

Donde no había nada más, solo él para ella y ella para él, juntos, como si estuvieran en un universo donde fueran los únicos, donde tienen todo el espacio para ellos, mas no necesitan mucho espacio, ya que prefieren estar juntos, ya que prefieren sentir el calor del otro.

Jugaban con sus lenguas, sintiendo la dulzura del otro, por un momento se separaron se veía como una hilera de saliva iba unía sus lenguas, como un hilo, tal vez como el hilo rojo del destino. El cuerpo del chico lleno de cicatrices, el de la chica perfecto y hermoso.

Sus corazones palpitan, como el trote de un corcel, como tambores en un festival. Juntos en su mundo, sin importar lo que haya fuera de esa habitación. Sus cuerpos desnudos, bañados por las tibias aguas y calentados por la pasión.

Luego de un tiempo los jóvenes salieron del baño, Reiji con el pantalón nada más, secándose el cabello con una toalla, la chica en ropa interior, ella busca su ropa y se la coloca.

— Reiji, hace linda luna — dijo la chica al asomarse a la ventana y ver que ya habia anochecido.

— Lo sé, pero más hermosa que la luna, las estrellas y todo el firmamento eres tú— dijo mientras la abrazó por detrás.

— Qué cosas dices.

— Me gusta tu fragancia — decía al acercar su rostro al cabello de la chica.

— Y a mí gustan tus caricias.

— Eres más bella que una melodía tocada por el arpa de una Deidad, tu pureza como las aguas cristalinas del mar, tu cabello como largos hilos de seda y tu sonrisa, la cual podría hacer salir al sol en medio de una tormenta — susurraba al oído de la chica.

— ¿Ahora eres un poeta? — decía con una alegre sonrisa, ella volteó y puso sus manos en el rostro de Reiji dándole un cálido beso. —Eres mi poeta.

— Y tú mi inspiración — dijo al darle otro beso a la chica.

— Por cierto, Reiji — dijo al voltearse y dar unos pasos dándole la espalda al chico, luego de unos pasos volteó y colocó sus manos atrás, miró de forma seria al chico. —He notado que pasas viendo mucho a esas chicas con orejas de animal.

Lighgon y las Armas del Dragón [Editando]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin