Capítulo 3 | Primera Parte.

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Trampa

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Trampa.

Todo lo sucedido, me pareció una trampa.

Intente atar mis propios cabos pero no hay lógica, nada parece encajar. El único ser en el que confío y daría mi vida sin pensarlo, me mintió, pero ¿por qué?

Creí ser una experta en las mentiras pero cuán distinto es, cuando es a ti a la que engañan, mi vida siempre me ha parecido como un juego de marionetas, y disfrutaba pensar que, a pesar de que me sobre protegían, yo aún podía tener el control para mover las cuerdas a mi antojo, pero la magia se esfuma cuando descubres que fuiste parte del show.

La habitación que me dieron parece ser la tenían mis abuelos antes de morir, todo es tétrico y viejo, al igual que toda la casa, lo único que ha cambiado, son los muebles, de ahí en fuera, los cuadros y objetos que adornan la casa siguen intactos y empolvados.

Por más que lo intento, no logro conciliar el sueño, en Canadá es de noche, mientras que acá, es de madrugada, me pregunto que estará haciendo mi padre en estos momentos, ¿Tomándose un whisky en su despacho? ¿Llorando por dos personas que llevan un año de muertos?

Hay tanto que pensar que no se por donde empezar.

Doy un suspiro y me dedico a observar como la luz nocturna se adentra por la ventana, proyectando las ramas de los árboles en la esquina de la habitación, el viento lo acompaña, moviendo las cortinas con revuelo, dándole ese aire terrorífico.

No voy a mentir, tengo miedo, Krähennest de noche, siempre ha sido una de mis mayores pesadillas.

Agarro valentía y me levanto a cerrar la ventana, así evito que el aire mueva las cortinas y estas, no permitan proyectar sombras extrañas.

Me quedo mirando el exterior por un momento.
Todo cambia cuando te dedicas a observar con más deteniendo, te percatas de cosas que antes no tenías en cuenta, por ejemplo, que la casa está muy desolada, lo único cercano es el bosque y un kilómetro de proximidad unas cuantas casas, más pequeñas y sencillas que esta.

Junto a unos árboles veo a una silueta negra perturbadora, me arrepiento de a ver mirado en aquella dirección y al instante cierro los ojos con fuerza, al igual que siento mi cuerpo paralizarse de miedo.

«Solo es tu imaginación, Chiara. El poder está en la mente, no le des el poder ahora». Repito una y otra vez en mi mente.

Me convenzo de que estoy tan alterada —por la noticia de mi padre, el estrés del viaje y las palabras de la mujer en la estación— que mi imaginación me está jugando una broma, una muy, muy, mala broma.

Abro los ojos para enfrentar mi temor pero la silueta sigue ahí parada, mirando en mi dirección.

Carajo, siento un escalofrío. Esa vaga sensación de nuevo está ahí, esa, de sentirme observada.

Me alejo de la ventana rápidamente, quise saltar a la cama y taparme con las sábanas de pies a cabeza, pero un sonido en el interior de la casa no me lo permite.

La Princesa De Los Cuervos Where stories live. Discover now