¿De verdad?

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No sabía cuanto tiempo llevaba esperando que su amigo saliera del trance en que se sumergió al escucharlo, estaba perdiendo la paciencia y sentía que de un momento a otro gritaría de frustración.

-¡Di algo, por favor!-le pidió sin siquiera verlo a los ojos-Golpéame, grita o lo que sea pero reacciona de una vez.

-¿Te volviste loco?-preguntó por fin después de tanto tiempo-¿Cómo esperas que reaccione si vienes a decirme algo así?-David intentó argumentar cuando lo interrumpió-Piensa bien lo que dices, si no lo haces va a llegar un momento en que te arrepientas-no dijo más y se alejó de ahí.

Tan sorprendido estaba por esa reacción que se quedó inmóvil, esperaba todo menos eso: una discusión enorme, explicaciones eternas sobre el tema, incluso el final de su amistad así que simplemente no sabía como actuar. Permaneció ahí durante un rato sin saber que hacer y preguntándose si acababa de cometer el peor error de su vida o si era la mejor decisión que había tomado en mucho tiempo.

Mientras tanto Gabriel caminaba tan rápido como le era posible hacia la salida de la escuela, no quería tener ni el más mínimo pretexto para continuar ahí al menos mientras la persona que acababa de confesar sus sentimientos hacia él siguiera presente.

Estaba confundido, no terminaba de procesar lo que le habían dicho ni sus propios sentimientos; si bien estaba consciente del aprecio que le había tomado al chico y el lugar tan especial que se había ganado también estaba más que seguro de su sexualidad y que no había manera de siquiera concebir una relación más allá de la amistad con alguien de su mismo sexo.

Sin embargo, la declaración de su amigo más que incomodarlo lo dejó sin palabras pues nunca se hubiera imaginado que se sentía de esa manera aún con todas las muestras de afecto que no se cansaba de darle y que sólo atribuía a su forma tan efusiva de ser (y que en un principio era la única razón).

Sabía que su reacción no fue la mejor porque aunque evitó dar una negativa y tornarse agresivo tras la declaración tampoco intentó tomarlo con tranquilidad y discutir el tema, simplemente huyo sin dar respuesta como si eso fuera dar un resultado.

Estaba seguro de que eso perturbaría a su amigo y que probablemente en ese mismo momento estuviera peor que él pero necesitaba tener la mente despejada y aclarar sus pensamientos antes de hablarlo para no arriesgar su amistad que ante tal suceso parecía pender de un hilo.

Comenzaba a dolerle la cabeza, eran demasiadas cosas en las que pensar para un solo momento y no tenía ánimos de analizarlas todas. Vagó por los alrededores de la escuela durante un rato intentando distraerse pero el ambiente lo obligaba a recordar al chico y eso no ayudaba.

Caminó sin rumbo fijo hasta llegar a un pequeño parque libre del bullicio al que estaba acostumbrado y se tumbó a la sombra de un árbol dispuesto a tomar una siesta buscando aminorar el constante dolor en sus sienes; el lugar era tan tranquilo que pronto logró perderse de la realidad. Todo habría resultado perfecto de no ser por la vibración proveniente de su celular que lo obligó a volver.

Con molestia tomó el aparato y al revisar la pantalla y descubrir quien era el responsable de tan molesta sensación el punzante dolor regresó obligándolo a cerrar fuertemente lo ojos y lanzar a unos metros de distancia su conexión con el mundo.

-¿Por qué tuve que darle mi número?-ejerció un poco de presión sobre el puente de su nariz-Acabas de hablar conmigo, tómalo con calma y espera cuando menos un par de horas para volverlo a hacer-reclamó en voz baja como esperando que las palabras llegaran a su amigo.

La situación se repitió por aproximadamente cuarenta y cinco minutos, intercalando cinco llamadas del chico con una de Valentina, probablemente al ser contactada por el chico esperando que el más alto respondiera al tratarse de ella y le explicara la situación, generando un total de cuarenta y siete llamadas, todas sin respuesta alguna.

Todo en contraWhere stories live. Discover now