41. Saludar al pasado.

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—Sophie, ¿puedo preguntarte algo que ha estado rondando por mi cabeza desde que te conocí? —asentí con cierta cautela—. ¿Por qué te resistías tanto en confiar en los demás? —inquirió, escrutándome con intensidad. Aparté mi mano de la suya como un acto reflejo y agaché la cabeza avergonzada por ello.

—Lo siento, es que... —susurré e intenté justificarme.

—No te preocupes, debe ser algo un tema muy delicado para ti. Lamento haber preguntado —levanté la vista, sabía que estaba decepcionado e interrogándose si confiaba en él o no.

—Es porque me traicionaron.

Se tensó antes de mirarme a los ojos.

—¿Quién? —murmuró.

—Mis mejores amigas, durante la secundaria. Es una larga historia que prefiero olvidar, pero mereces saberla. No quiero que haya secretos y me parece injusto que te abras a mí en un abrir y cerrar de ojos mientras que yo no lo haga contigo —carraspeé y tomé una decisión arriesgada: Saludaría a mi pasado—. En la secundaria, solía ser una chica popular. Me gustaba participar en eventos escolares y anotarme en concursos. También me importaba mi apariencia y no soportaba estar sola. Mi mejor amiga en aquella época se llamaba Claire Steel y éramos inseparables. Prometimos que estaríamos juntas por siempre, nos defendíamos mutuamente y nos apoyábamos incondicionalmente. Era una amistad que todos consideraban inquebrantable, especialmente yo —tragué saliva, todavía me lastimaba a pesar de que había transcurrido tanto tiempo—. A los oídos de Claire llegó el rumor de que un chico, del cual estaba enamorada, estaba interesado en mí. Le dije que no haría nada para alejarlo de su lado y ella me creyó. Unos meses más tarde, mi madre fue llamada de emergencia porque mi padre había sufrido un accidente que le hizo perder la vida. Estaba destrozada y no encontraba motivos para seguir viviendo —me detuve un momento, Dante tomaba mi mano con fuerza.

»El día que regresé a la escuela, Claire no fue, por lo que no había nadie que pudiera consolarme. El resto de mis supuestas amigas se alejaron porque no sabían qué hacer o decir. El único que me abrazó y consoló fue el chico del que mi amiga estaba enamorada. Al día siguiente, ella supo lo que había ocurrido, así que me dejó de hablar al instante y me ignoró cuando intentaba explicarle. Claire pensó que le mentí. Imaginé que se le pasaría, al final había sido amigas desde hacía ocho años. No fue así, ella les pidió a todos que no me hablaran y ellos me dieron la espalda cuando más los necesitaba. Se burlaron de mí, intentaron ponerme en ridículo e incluso me agredieron. No pude hacer mucho contra tantas personas. Eventualmente Claire convirtió al chico que me ayudó durante ese tiempo en su novio y lo alejó igual que como hizo con los demás —Mi tía Christy nos sirvió los cafés y un par de postres apetitosos. Acto seguido, me regaló una sonrisa que apenas pude devolver, bebí un sorbo y continué cuando me sentí mejor—. Me quedé completamente sola y juré que no dependería de los demás. Me aparté por voluntad propia y me recluí en mí misma. Me encerré en el pensamiento que terminaría decepcionada de las personas tarde o temprano. Al poco tiempo, me di cuenta que ya no podía confiar en nadie.

—Me sorprende lo fuerte que eres, Sophie. Habría tomado la misma decisión si hubiera estado en tu situación —dijo al transcurrir unos minutos—. Ahora no debes preocuparte, algo que he aprendido es que por ningún motivo debes quedarte atrapado en el pasado. Estoy en tu presente y no te traicionaré, pase lo que pase, estaré a tu lado. No seré una estrella fugaz, sino una constelación que podrás ver cuantas veces quieras.

Una especie de calidez se apoderó de mi interior. Estuve a punto de olvidarme del lugar en el que me encontraba para besarlo delante de todos los desconocidos. La aparición del pianista me hizo regresar a la realidad, caminaba lentamente y se sentó. Dirigió una leve sonrisa a los espectadores y dio inicio a una melodía que conocía.

La música era tranquila y la sencillez no le quitaba su belleza. El pianista parecía rondar los veinte años, poseía un cabello castaño y una dulce mirada azulada. Cerraba los ojos conforme la melodía resonaba. Me percaté que una chica sentada enfrente del escenario lo miraba. No cabía duda de que amaba escucharlo tocar. Él le devolvía la mirada cada tanto. Me preguntaba si miraba a Dante como aquella chica. Sus pupilas se dilataban, era inevitable que sonriera y un discreto rubor inundaba sus mejillas.

—Te quiero, Dante —susurré, acercándome a él. Se ruborizó, besándome en la frente. Esa escena acompañada de esa preciosa música bien podría pertenecer a una película.

Unas horas más tarde, Dante me convenció de ir a la playa. Ninguno contaba con traje de baño, sin embargo, lo seguí sin protestar. Caminábamos a la orilla del mar tomados de las manos. El contacto físico, si era con él, me tenía sin cuidado. Charlábamos de cosas triviales, hacíamos bromas y de vez en cuando nos arrojábamos agua para después estallar en carcajadas.

—¡Eso no es justo! —Dante me había mojado completamente. Como venganza, hice lo mismo.

—¿Quién habla de justicia ahora? —reclamó aunque sonreía—. Mira, se está ocultando el sol, es hermoso.

Me volví y lo que decía se quedaba corto, el paisaje me dejó sin palabras. El sol lanzaba un tenue haz de luz poco antes de ocultarse, el cielo se teñía de un llamativo anaranjado y observar que ocurriera eso detrás de las olas me impresionaba.

—Sophie —llamó el italiano.

—¿Eh? —volteé y me encontré de lleno con sus labios. La costumbre de robar besos se incrementaba y no nos molestaba en absoluto.

(...)

Los buenos momentos tenían que terminar. Dante caminaba a mi lado rumbo a casa, rodeaba mis hombros con un brazo y me mantenía cerca todo el tiempo.

—Recordé algo importante —anunció de repente—. Tengo que ayudar a An en sus clases de italiano, ¿te importa si continúas sola? De veras lo lamento.

—No hay problema, nos vemos mañana —le di un rápido beso y lo miré alejarse a toda prisa, me encogí de hombros y me detuve en un parque que quedaba a unas cuadras de mi casa. Suspiré porque me transportaba a escenas memorables de mi baúl de recuerdos, la mayoría involucraban a Suri y a mis padres. Sonreí con nostalgia y renové la marcha.

—¡Sophie! —me llamó alguien, su voz provenía de una banca detrás de mí.

La reconocí sin pretenderlo siquiera, ¿cómo podría olvidar su rostro, su voz o su sonrisa?

Esta persona se acercó corriendo, su cabello rubio cenizo se movía ambos lados y sus ojos verdes me miraban con alegría mientras las comisuras de sus labios estaban alzadas. Era Claire Steel. Una vez más, mi pasado regresaba por mí, dispuesto a no dejarme avanzar.

FIN CAPÍTULO 41.























Otra comedia romántica absurda [OCRA #1]Where stories live. Discover now