Prólogo

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Como ya es costumbre cada mañana antes de la escuela salgo a correr solo para tener resistencia y un condicionamiento físico bueno. Pero esta mañana hubo algo inusual, cada que corro tomo notas mentales, cada auto, cada matricula, cada persona diferente. Algo que no encaje con la estética de un día anterior. -Consecuencias de haber estado en entrenamiento-.

Por estadísticas sé que cada día es diferente, pero logre encontrar patrones. La señora del vecindario riega sus plantas los miércoles y viernes en la mañana a la hora de mi ejercicio a las seis de la mañana como es de costumbre.

Mis clases comienzan a las 8:00 am. Tan solo algunas vueltas al parque y de regreso a casa. Pero lo raro de esta mañana era que faltaba una casa en movimiento, hace dos días había una familia de cuatro viviendo en la casa más grande cerca del parqué para niños. Esta vez ya no estaban por la mañana como es de costumbre, no le tome importancia del todo, la casa estaba vacía y el perro no estaba ladrando al verme.

La curiosidad me gustaba y también era mi talón de Aquiles, al acercarme a la cerca alámbrica no note nada extraño, el perro tampoco estaba allí. Tome mi celular y cambie en la lista de reproducción. Sin previo aviso o algún sonido el perro se abalanzó sobre mi gruñendo con furia. Me sorprendí tanto que caí al andén del susto.

-Bongo. -Grito una chica del otro lado de la reja- ¡Adentro! ¡Ahora! Perro agresivo.
-Disculpa Alexander.

Cómo no me iba a asustar un rottweiler que me miraba con deseo de destruir mi cara. Me incorporé y me puse en pie.
-Descuida es mi culpa por curioso-. Dije con el pulso acelerado no solo por la carrera, sino también por el susto que me llevé del perro. - ¡Luce hermosa la mañana, verdad!

-Así es, aunque no es muy de mañana. ¿No se te está haciendo tarde para asistir a clases?
-Mencionó Valentina levantando las cejas.

- ¿Eh...?

- ¡Se te está haciendo tarde Alexander! Estás a veinticinco minutos-. No me había percatado en Valentina, ella ya traía la camisa del uniforme puesto.

Mi celular sonó justo en ese instante por pura intuición sabía que era mi madre. No solo por la hora sino también por el tono que le tenía asignado.

-Hijo ya es tarde, el desayuno está listo y yo a punto de salir, el bus escolar estará acá en diez minutos. ¿Qué pasó Alexander? Tú no eres impuntual. -Afirmó mi mamá tras el celular. -No quiero que faltes hoy de acuerdo, hasta luego se me hace tarde.

¿Cuándo paso el tiempo tan rápido? -Me preguntaba en mi cabeza.

Muy confundido vi el reloj, tenía menos de media hora corriendo, pero la hora no era igual en mi celular a comparación con el reloj. Oficialmente me desperté tarde está mañana por tener la hora atrasada, por eso la señora de la vecindad no estaba regando sus plantas y el auto en la casa de Valentina ya no estaba.

-Creo que no asistiré hoy.
-Exclame.

-Claro que debes asistir tienes un récord por asistir cada día, además hoy debemos entregar el ensayo de nuestro experimento en el laboratorio.

-Ponche los neumáticos del motocross, no llegaré a tiempo aún debo ducharme.

-Mira, solo le pondré comida a Bongo, alistó mis cosas y paso por ti. ¿Te parece?

- ¡Enserio Valentina! -Asintió.
-Ok estaré listo en lo que me sobre de tiempo.

-Nos vemos, date prisa.
-Gracias en serio, por eso te amo Valentina. -Ella sonrojo y giró para entrar a su casa.
-Ahí va mi dignidad.

Mi nombre es Alexander Birch.
Hace un año, a mis quince era un típico chico hijo de un trabajador del Estado, como era de esperarse asisto a una escuela de alto esquema social y voy adelantado a mi año escolar, algo que en particular odiaba, pero era mejor que estar en una escuela militar. Esto de la escuela militar fue idea de mi tío Edward, me negué a asistir a tal escuela y preferí entrar a la escuela que ofrecía mi madre.

ALBA  #ConcursoV&V Donde viven las historias. Descúbrelo ahora