Me llevé el resto del día con un humor de perros. Mira que mi madre tenía amigas, mira que podían usar el dinero para miles de cosas, pero no, es mucho mejor jorobar a Sam, porque no se lleva bien con el estúpido de Potter.

Tal era mi odio hacia él que no pude conciliar el sueño. Incluso en mis sueños no me dejaba tranquila el muy estúpido.

Al día siguiente mamá me hizo embadurnarme en crema para no quemarme con el pretexto de que soy "de piel blanquita". Blanquita estaba ahora tras las dos capas de crema de 50+ que me había puesto. Cogí mi sombrero de paja, mis gafas de sol, mi maleta y esperé en la chimenea a que los demás acabaran.

— ¿Quién es la tardona, yo o ustedes? ¡Daos prisa, chicls!- les chillé a los chicos desde mi maleta.

Media hora estuve esperando, ¿qué estaban preparando la maleta ahora o qué? Merlín, qué lentitud.

— A ver, iremos a casa de los Potter, sabéis que las chimeneas están conectadas, y de allí cogeremos un avión hasta la costa de Italia. ¡Van a ser unas grandes vacaciones!— dijo mi madre entusiasmada.

Serían para ella, porque con el capullo ese iba a ser imposible pasarlo bien.
Con la red flu, en dos minutos estábamos todos en la chimenea de los señores Potter. Ginny nos esperaba con toda su familia ya lista. Mamá debería aprender de ella, para que sus hijos estén todos listos.

— Oh, Jen, sigues estupenda. ¿Cómo estás?— le dijo Ginny a mi madre. Una mentira como una casa, en los últimos meses había puesto como cinco kilos.

— Genial, Ginny. Pero si yo estoy estupenda, tú has mejorado.— y se abrazaron.

Puse una mueca de asco sin poder evitarlo.

— ¿Estáis listos para unas vacaciones?— preguntó mirándonos a nosotros.

—Sí.— dijeron mis hermanos y yo me uní con desgana.

— Parece que alguien no.— dijo refiriéndose a mi.

— Es que...—busqué una excusa creíble.— Estaba tan emocionada anoche que he descansado muy mal.— dije con esa falsa sonrisa que usa mi madre.

— No pasa nada, puedes echarte una siestecita en el avión.— dijo sin notar nada, qué alivio.

Cogimos un autobús, como un coche con muchas plazas, al aeropuerto. Casi me duermo de verdad en el autobús si no llega a ser porque...

— Estuvo Alice Lions la semana pasada en casa, creo que le gusto.— le dijo Luke a James, que no se sí lo he mencionado pero se llevan súper bien.

Me giré muy descarada hacia atrás.

— Deja a mi Ali en paz, Luke.— le adivertí a mi hermano y evitando mirar a James.

— Tanto tú como yo sabemos que ha estado mandándome indirectas toda la semana, Sam. Si soy un bombón qué se le va a hacer.

— Eres una narcisista de cuidado.— dije volviendo a mirar para adelante.

— Se le habrá pegado de ti.—dijo alguien.

— No creo que hayas sido tú, ¿verdad, Potter?—le dije apuntándole con mi dedo. El hizo ademán de morderlo y lo retiré.

— Sí, ¿algo que objetar?— preguntó el muy chulo...

Sam, relax. Se lo has prometido a mamá, además quiere que estalles, no le des esa satisfacción.

— No, da igual.— dije y volví a mirar adelante.

Iba a ser un viaje muuuuuuuuy largo.
En el aeropuerto casi nos perdemos, menos mal que Potter padre nos guió hasta la puerta de embarque. Subí al avión tras saludar a las simpáticas azafatas y busqué mi asiento. 23c. Eso estaría al final del avión.

Eh, Potter!Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu