1.Idril I: Cómo ser invencible

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 Mientras ella terminaba de recomponerse, aproveché para mirar mi reflejo en la agitada superficie. Mi aspecto estaba hecho un desastre con el cabello despeinado, el traje de seda echado a perder y  raspaduras por los brazos y las rodillas. Me impresioné cuando vi la sangre reseca en mi sien, pero la herida en sí no parecía muy profunda. Aún así me veía increíblemente guapo.

—¿Estás bien tú? —me preguntó con esa vocecita de ruiseñor—. Esa herida no tiene buen aspecto. Debería atenderte un médico. ¿Te mareas? ¿Te estás mu...? —Ni siquiera se atrevía a completar aquella nefasta palabra.

—Estoy bien, no es nada. —Me hice el valiente, quizás soné más brusco de lo que pretendía.

—¿Por qué no te la curas con un hechizo curativo?

—Porque hay algo que está bloqueando mi magia. ¿Y tú? ¿Tú tampoco puedes usarla?

Como si acabase de recordar que ella era una bruja y que sabía hacer hechizos, intentó realizar un conjuro de sanación, algo agitada por no haber recaído en ello, pero tampoco resultó.

—Yo tampoco puedo —declaró, asustada—. ¿Qué vamos a hacer ahora? Quiero llegar al palacio. ¡Dijiste que cuidarías de mí! Llévame a casa, Idril.

—Mira idiota, estamos muy lejos del Camino Real. Algo o alguien nos ha atacado, mi caballo se está desangrando, estoy hecho un desastre y me duele todo el cuerpo y encima no puedo hacer magia ni tengo mi arco conmigo, ¡y tú no paras de lloriquearme! Me estás poniendo de los nervios.

—Siento que tu perfecta apariencia se haya estropeado...Yo también me he roto dos uñas, ¿sabes?

Si estaba sacando su carácter, debería agradecerme también por esto.

—¡Mi traje era nuevo y he perdido mi diadema! —exclamé, histérico.

—Lo siento Alteza... ¡pero tú eres el príncipe! Además eres un silfo y estamos en un bosque.

—¿Y? Yo soy alguien como tú, sólo que no me la paso derramando lágrimas inútiles esperando a que nos rescaten. Y pensar que tú liderarás a tu raza... Con sólo escucharte me pongo enfermo.

Rosalie era realmente estúpida. ¿Cómo pensaba hacerse respetar entre sus súbditos con esa actitud? Claro que ella era la niña bonita, todos la adoraban y cuando la niña abría la boca para pedir, allí estaban todos a sus órdenes para concederle sus caprichos, el licántropo ése pederasta el primero de todos.

La calma del bosque fue interrumpida por una bandada de pájaros que echaron a volar batiendo con furia sus alas negras. Un par de plumas cayeron sobre nosotros, flotando suavemente en el aire como si quisieran alargar lo máximo posible el momento en que tocarían tierra firme. Atrapé una con mi mano.   

—En fin, paso de ponerme aquí a discutir contigo mientras nuestro atacante espera el momento oportuno para acecharnos —concluí, acariciando el cuello de la princesita con la pluma.

—¿Y qué vas a hacer?

—¡No lo sé! Ni siquiera recuerdo habernos desviado tanto al oeste, pero encontraré la forma de llegar antes de que Gelsey tenga que enviar a alguien para rescatarme.

Mi padrastro no podía enterarse de esto. No sabía cómo iba a explicarle lo del caballo, pero no quería que me diese otro discurso como el que acababa de dar yo a Rosalie, ya había recibido bastantes.

—Elijah me estará buscando, será mejor que nos quedemos aquí. Nos encontrará antes de que nuestros padres lo noten.

Rosalie tenía razón en una cosa: Gelsey estaría distraído con la zorra de Helena, así que quién sabría cuándo se percatarían de nuestra ausencia, aunque por nada en el mundo me iba a dejar rescatar por el Capitán. Tenía su amenaza presente y aquí perdidos entre la densa vegetación podía asesinarme y nadie sabría nunca la verdad. Una muerte demasiado patética para alguien de mi calibre, prefería morir heroicamente aunque fuese protegiendo a la cursi, eso era algo mucho más digno de alguien tan increíble como yo.

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