9: Amigas

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Cuando naces no tienes amigos, ni nadie en quien confiar. Conforme vas creciendo vas formando amistades, vínculo que consideras que van más allá de la sangre. En un momento bobo de una ilusión infantil, puedes llegar a creer que esos vínculos son eternos, pero no lo son. Nada lo es. Esa es la cruel realidad a la que debo enfrentarme ahora.

Camino con las pocas fuerzas que me quedan, estoy empapada por la lluvia pero no puedo sentirlo. No hay nada en mi corazón, ninguna lágrima, ningún grito, no puedo hacer nada más que caminar por la banqueta escuchando a los carros pasar por este puente.

El sonido del río, descontrolandose debajo del puente, suena tan fuerte pero tan lejano para mí. A mi alrededor no hay nada de color, como si el día siguiente se haya puesto de estos colores tan sombríos en honor a Bianca, rio para mis adentros, es curioso como una mujer tan gris como ella dejé mí vida tan incolora con su ausencia.

No es sino hasta que miro una mancha naranja jugar con el viento que parezco regresar en mí. Mientras más me acerco a la mancha, más le noto la figura de una joven de cabello pelirrojo parada sobre el borde del puente viendo hacia enfrente. Tres segundos son suficientes para saber que se trata de Valeria y un segundo extra es necesario para saber que pasa por su mente.

Corro hacia ella, casi con desesperación, tomando su brazo de la forma en la que quise agarrar antes el brazo de Bianca para detenerle. Valeria me voltea a ver y trata de jalonearme para que la suelte, en medio del forcejeo la veo tambalearse y me lanzo sobre ella para agarrarla de la cintura y derribarla a un lado de donde estaba de pie, en la dura banqueta del puente.

-¡Suéltame! -grita Valeria-. ¡No me toques, Andrea!

Valeria forcejea contra mis brazos con una energía impulsada con una ira que no sabía que ella podía poseer. Ella sigue gritandome que la dejase ir, pero yo me aferro más a su cintura, jalandola cuando trataba de subirse de nuevo a la orilla del puente. Los carros nos pitan por las veces que nos tambaleamos muy cerca de la calle pero eso no nos importa.

-¡Déjame ir! -ruge Valeria gritando desesperada mientras noto lágrimas brotando de sus ojos-. ¡Todo esto es mi culpa! ¡No merezco vivir! ¡Por favor, Andrea!

Yo la agarro de los hombros con toda la fuerza que puedo reunir, Valeria no deja de llorar pero, al notar mi jalón brusco deja de pelear contra mí, sino que me ve. Creo que es la primera vez que realmente me ve.

-No me hagas enterrar a otra amiga, por favor -susurro y la abrazo con fuerza. Mis palabras parecen haber impactado a Valeria ya que se queda quieta por varios segundos, sin reaccionar de ninguna forma, solo temblando en mis brazos.

No es hasta unos segundos después que escucho un fuerte sollozo de Valeria que indica que ha llegado a su límite. Se aferra a mí con toda la fuerza que tiene mientras se rompe en un llanto que rompería mi corazón si no lo estuviese ya, inspirada por su llanto, me encuentro llorando por desesperación. Una que no sabía que sentía durante el funeral de Bianca, una de la que no siento que saldré jamás.

-¿Por qué? -pregunta Valeria entre sollozos-. ¿Por qué lo hizo?

-No lo sé -respondo llorando mientras escucho a nuestros padres llamándonos a la lejanía, corriendo hacia nosotras.

Ambas nos aferramos a la otra, sabiendo que nunca nadie podría comprender nuestro dolor. Un dolor que jamás se irá, un dolor que nos perseguirá por el resto de nuestras vidas. Un horrible final para una historia de las tres y un pésimo comienzo para nuestra nueva vida, por más que nos neguemos a ella.

Querida Valeria Where stories live. Discover now