—Nunca antes habías dibujado amigos, —Señaló, y tenía razón. Gerard únicamente dibujaba a las personas con las cuales tenía una conexión especial. Llegó a hacer doodles de Pete en una servilleta, pero había sido únicamente por pedido del mismo y además, no le había puesto mucho esfuerzo. Sin embargo ahora, las manos le dolían de tanto sujetar los pinceles y tenía todas sus ropas manchadas de el color de los ojos del chico.

—Es un muy buen amigo. —Repuso, restándole importancia.— Un gran gran amigo.

Mikey soltó una carcajada, sirviéndose a sí mismo una taza de café. Era el opuesto a su hermano, lo tomaba con leche entera, azúcar y mucha espuma, en una tacita color amarillo suave que rezaba "la mejor abuela del mundo".

—Sé que tiene un gran gran amigo ahí abajo —Dijo, llevando sus labios a la bebida.— ¿Es a eso a lo que refieres?

—Imbécil. Yo no soy el que está por ahí intentando entrar en los pantalones de los demás. ¿Cómo era el nombre del gordi—

—No estoy interesado en los pantalones de Patrick —Dijo secamente, como si le molestara hablar del tema. Gerard recordó el encuentro que habían tenido con él dentro del ascensor hace unos días.— Y no sos nadie para juzgar a los gorditos. Deberías ir al gym, hombre, moverte un poco.

—Me muevo —Protestó, rodando los ojos con molestia— Voy de mi cama a la cocina, y de la cocina a mi cama. A veces voy al baño también.

—Dale, campeón. —Murmuró, saliendo de la sala de estar, dejando al chico solo de nuevo.

Suspiró al ver la pintura de Frank. El rubio tenía razón, ¿por qué el chico ocupaba tanto en sus pensamientos? ¿Por qué no podía despertarse un día sin que sus perforados labios fuera su primer pensamiento?

Es decir, no es que Frank lo molestara. Al contrario, su presencia solía alegrar cualquier situación en la que se encontrara, Iero era como un rayo de sol en la oscura vida de Gerard. Y al igual que el astro, cuando esté abandonaba el cielo, no quedaba más que oscuridad. Y en ese momento, el chico no podía sentir nada más que esa profunda oscuridad, cual petróleo, hundirlo y hundirlo.

Pero lo desesperaba, el saber que Iero no era una chica lo ponía nervioso. No podía ni siquiera pensar en el ser gay, la simple idea lo hacía tener escalofríos en la espalda. El había estado con chicas, había besado chicas, había jodido chicas para que un enano con problemas de control en los supermercados lo cagara todo. ¿Qué iban a decir sus padres? ¿Su papá? Bueno, su papá no le importaba mucho, hacía varios años ya lo había abandonado y por lo poco que escuchaba de él, se había vuelto loco. No le sorprendió, es lo que el alcohol y las drogas hacen a uno, que lo perdone su abuelita, pero el hijo de puta se lo merecía.

Cansado de ahogarse en sus propios pensamientos, decidió ver televisión y sentado en su sillón, concentrándose en cómo comenzaba Pulp Fiction, por un momento, se olvidó de pensar en los ojos de Frank Iero.
***

—Te digo Ray, Gee tiene unos ojos hermosos, son como dos—son como dos, ¿dos moscas verdes?

—Nunca vas a ser escritor, ¿verdad? —Contestó el hombre sentado frente a él. Tenía un frondoso afro que casi cubría sus ojos, además de sostener una aguja para tatuajes en una de sus manos.— Hablaste media hora del mismo pibe, ¿no querés mostrarme una foto del él?

—¿Para? —Preguntó, mirando a un libro en sus manos, lleno de diseños para su nuevo tatuaje. Estaba pensando en algo en sus manos, tal vez otra telaraña o algo así.

—Para poder tatuarte su cara en tu trasero. "Gee esto, Gee lo otro, ay, a Gee le gusta respirar igual que a mí, somos almas gemelas" deberías escucharte, hombre.

—Te pago para que me tatúes, no para escuchar tus consejos. —Repuso el chico, eligiendo finalmente el diseño que quería y señalándoselo al afro. Sería la palabra "Halloween" en sus dedos, una letra en cada uno. Era sencillo, bonito y completamente Frank. Le encantaba.

—Este es gratis —Contestó Ray, asintiendo mientras sujetaba sus herramientas— Te debía algo por tu cumpleaños, enano.

—Podrías haberme dado otra cosa —Bromeó, levantando sus cejas en una mueca insinuante. Llevó juguetonamente una mano a la pierna del chico.

—No te pases —Se limitó a contestar, manteniendo el rostro serio, mientras el enano soltaba una pequeña carcajada que hacía a sus ojos achinarse.

—Perdón —Repuso, dejando que Ray siguiera haciendo su tarea, delineando las letras en sus diminutas manos.

Y así pasaba sus tardes Frank, balbuceando sobre Gerard a cualquier persona que tuviera oídos, a pesar de que dentro de él, sabía que no tenía posibilidad. No con alguien hetero.

Prozac y avellanas -Frerard-Where stories live. Discover now