Operación Desembarco: 2ª parte

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Su líder tenía pase gratuito en barco, pero los demás se las iban a tener que apañar y por métodos tradicionales tardarían al menos una semana. Esa misma mañana partía una caravana comerciante hacia allí mismo, no una caravana cualquiera, sino una con reparto Express; es decir, en vez de por caballos normales, los carros estaban tirados por kelpies, unos espíritus que habitaban en los lagos y que solían adoptar forma de caballo negro para engañar a los ingenuos y ahogarlos en el lago una vez les hubieran convencido para que se montaran en su lomo. Sin embargo, había quienes mediante algunos rituales ancestrales que sólo los feéricos y druidas conocían, podían domarlos. Los carros tirados por kelpies viajaban muchísimo más rápido y podrían llegar a tiempo para no perderse el comité de bienvenida.

Asaltar la caravana fue como coser y cantar, pero como no tenían ni idea de cómo se controlaba a los kelpies, no podían matar a los jinetes, por lo que se conformaron con viajar en la parte de atrás como polizones. Adrián y Madelaine necesitaban una para ellos solos, y no por los motivos que una mente mal pensada imaginaría, sino porque compartían un secreto que nadie más podía saber.

Cuando vieron la cantidad de millas que iban a tener que recorrer metidos en un carro lleno de pepinos, se acodaron de Pantera Furiosa y toda su familia.

—La verdad es que en momentos como éste, desearía yo también poder meterme dentro de una carta, resulta mucho más cómodo viajar así —comentó Adrián con cierta ironía.

—Será mejor que lo liberes ya, aquí nadie puede vernos —sugirió la humana.

El íncubo accedió y extrajo del bolsillo de su chaqueta un naipe con un comodín dibujado en él. En las esquinas podía leerse con filigrana carmesí y dorada la palabra «JOKER». Cuando Adrián la apoyó en el suelo del vehículo y Maddie la iluminó con la tenue luz de un farol, parecía una carta normal y corriente como de cualquier baraja, sin embargo en cuanto Adrián comenzó a formular unas palabras mágicas, símbolos rojos empezaron a dibujarse, extendiéndose como una mancha de sangre. Un círculo de luz mágico apareció debajo de ellos y los indescifrables signos seguían apareciendo, siempre en constante movimiento. Maddie se aferró a su crucifijo que siempre lo usaba en esta clase de ritos porque se sentía más protegida. Tras una fugaz explosión de luz que les cegó durante un breve instante, la carta se había quedado completamente negra y ahora el Joker… bueno, el Joker estaba sentado junto a ellos.

—Oh, Adri, me has liberado... —le saludó a su celador. La alegría de la libertad le duró poco cuando miró a su alrededor y se hizo una idea del lugar en el que se encontraban reunidos—. ¿Es esto alguna clase de indirecta? ¿Te apetece un trío?

—Nah, hoy no estoy de humor, me han despertado antes de lo habitual con gritos e insultos. Los pepinos son para que Maddie no se aburra durante el viaje, ya sabes cómo de putitas son todas…

Y porque habían tenido un pequeño problema con su medio habitual de transporte, un problema de color rosa con dientes y garras del que era mejor que el Joker no supiera por el momento... al menos hasta que no lo hubiesen solucionado, o podría matarles.

—Iros a la mierda —les regañó la joven al mismo tiempo que les tiraba uno de los pepinos, uno especialmente largo y grueso.

—Y la encantadora Madelaine tan bien hablada como de costumbre. ¿Cuándo vas a dejar el crucifijo? Me ofende que no te fíes de mí después de todas las conversaciones íntimas que hemos compartido.

—No es a ti a quien temo, aunque sé que debo andarme con cuidado, sino que leí en un libro que cada vez que se hace magia negra, espíritus malignos se quedan para siempre en el lugar de la invocación.

—¿Estás insinuando que van a poseer a los pepinos? ¡Qué miedo! Adri, ¿por qué has hecho algo así? Ahora no podré dormir sin tener pesadillas, imaginaros unos pepinos malignos…

Léiriú I: La rebeliónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora