#8: Nuestra conversación

3.8K 288 11
                                    

Sus ojos se quedaron fijos en los míos no por más de unos pocos segundos, ya que no tardé en reaccionar bajando la mirada, titubeando un poco.

Lo único que no quería en ese momento era volver a caer en la estúpida trampa que eran sus ojos. Me había herido, por él me había ido a Nueva York y por su culpa mi autoestima estuvo bajo por unos eternos meses que no estaba alegre de recordar. No podía darme el gusto de volver como una idiota a él y lanzarme a sus brazos, no volvería a cometer el mismo error.

No volvería a creerle, no quería creerle de nuevo a Julian, no si otra vez salía lastimada.

-Oriana- su ronca voz pronunció mi nombre.

Sentí un pequeño escalofrío recorriéndome de pies a cabeza. Odiaba eso, odiaba sentir que Julian a pesar del tiempo seguía teniendo poder sobre mí. Se suponía que era fuerte, no podía permitírselo.

-Julian- carraspeé duramente, viéndolo de reojo.

-Em... Hola- dijo escuchándose nervioso-. ¿Cómo... cómo estás?

-Bien- respondí de inmediato, escuchándome fría y distante-. ¿Y tú?

-B-bien, creo- tartamudeó él, causándome un poco de gracia-. Y... ¿qué te trae por aquí?

Arqueé una ceja al escucharlo, viendo cómo esbozaba una pequeña sonrisa infantil. Me quise dar una bofetada mental al verlo sonreír de esa manera, ya que desgraciadamente lo encontré jodidamente atractivo. Me gustaba que siempre permaneciera aquella sonrisita juguetona que lucía ser de un niño, mientras que él ya era un adulto joven.

Y bofetada mental activada. No podía pensar de manera positiva acerca de él, me debilitaba peor que a Superman la "kryptonita".

Oh, perfecto, acababa de admitir que Julian era mi debilidad.

-Pues... vine a comprar- respondí finalmente, intentando no ahogarme más en mis pensamientos.

-¿Galletas?- cuestionó él, señalándome con su dedo índice a la vez que me sonreía torcidamente.

Fruncí el ceño, dirigiendo mi mirada directamente hacia él.

-¿Y tú qué sabes? ¿Cómo te enteraste?- lo bombardeé imaginando mil posibilidades, entre ellas que la estúpida revista de modelos que revelaba secretos se hubiera atrevido a entrometerse hasta el fondo en mi vida privada.

Julian rió al ver mi reacción.

-Tranquila, Oriana- negó con la cabeza él-. Te preguntaba más bien, qué te trajo aquí a Londres... de regreso. Pensé... que no volverías de Nueva York.

-¿No lo sabes?- murmuré extrañada.

-¿Qué cosa?- cuestionó mirándome esperanzado.

Y antes de lograr explicarle qué hacía allí en Londres, una llamada interrumpió nuestra conversación. Gruñí levemente, un tanto molesta con mi celular que últimamente lo único que hacía era interrumpir, y contesté a la llamada.

-¿Hola?- dije de mala gana.

-Oriana, hola- dijo la apresurada voz familiar de... ¿Álvaro?

Di media vuelta sobre mis talones y empecé a buscar con la mirada a Álvaro por el supermercado, sin éxito de encontrarlo. ¿Dónde se había metido ese chico?

-¿Dónde estás?- pregunté lentamente, volviéndome a ver a Julian.

-Voy a la casa de mi novia- me informó escuchándose alterado.

-¿Qué pasó?- dije preocupada, entrando en pánico de inmediato. ¿Le habría pasado algo a la novia de Álvaro?

-Algo- se limitó a responder-. Es urgente, perdona que me haya ido de repente.

Volando alto (VCLN2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora