Capítulo 1

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¿Alguna vez te has sentido invisible?

El simple hecho de estar rodeada de un grupo de personas que no tienen ni remota idea de tu nombre o de dónde eres, que no les importa tu forma de ser, ni tus sentimientos, un grupo de personas para las cuales tú no eres más que otra chica regordeta, con gafas, que no tiene mucho sentido del gusto... un grupo de personas para los cuales la única cosa importante es: ellos.

Y tú te encuentras allí. Existes, sí. Pero no para ellos. Te conviertes en la chica invisible que nadie quiere ser. Pues claro, el papel de la chica guapa y popular ya está cogido, y mi aspecto no encajaba muy bien en eso de "guapa", y mucho menos popular. No me malinterpretéis, yo tenía mi encanto... solo que no para los chicos universitarios. En fin, ¿quién se fijaría en la chica bajita y regordeta, con gafas que, además, no tiene mucho sentido del gusto? Lo dicho: nadie. Tal vez si no fueran todos tan superficiales y vieran el interior de las personas, tal vez, y digo SOLO tal vez se fijarían en mí. Pues, a pesar de no tener una estatura envidiable, tener celulitis y estrías en las piernas, tener unos ojos hundidos y muy marcados por las ojeras... yo tenía muchas otras cualidades buenas, como por ejemplo: puedo hacer reír con facilidad. Soy algo así como el Chandler del grupo. Y además soy muy creativa y... y... (Para los que no hayan visto nunca 'FRIENDS', Chandler es el personaje graciosillo de esta mítica serie, el cual siempre intenta hacer reír a los demás con sus chistes malos. De nada.)

 

Por otra parte, nunca en mi vida escolar he sido lo que la gente llama popular. Mi grupo de amigos se reducía a Beth, amiga mía desde el instituto y con la cual ahora yo compartía piso. Y no os creáis que en el instituto he tenido muchos más amigos... Yo nunca he sido chica de pandilla. Prefería círculos pequeños, compuestos de dos o tres personas, no más. Por lo menos esos círculos pequeños se componían de amigos verdaderos, no como en las pandillas en las cuales a la primera de cambio pones verde al de al lado.

Seguramente si me iba de allí ahora mismo nadie me echaría de menos. Deseaba volver a mi nuevo piso y desaparecer de aquel lugar. No estaba muy cómoda rodeada de tanta gente falsa, bebiendo, fumando... No, aquel no era mi sitio. Yo no encajaba. Ni allí, ni... en ningún lado. Cuando caes en la cuenta de que tú no eres importante para nadie, se forma un vacío en tu interior que nada ni nadie puede cubrir. Lo intenté. Me prometí a mí misma que esta nuevo año sería diferente, pues era mi primer año como universitaria. Oh, la Universidad, un lugar donde se producen los cambios, donde puedes liberarte, ser como eres, experimentar, nuevas experiencias, etc. ¿Por qué yo no? ¿Por qué no podía ser como las demás chicas que bebían, reían y disfrutaban en compañía de los demás?

De repente, sentí un dolor agudo en el pecho y unas ganas horribles de gritar y decir: "¡EHHHH! ESTOY AQUÍ, MALDITA SEA, NO SOY INVISIBLE". Necesitaba que por lo menos alguien notara mi presencia. Di un pequeño sorbo al vodka con Coca-Cola que mis nuevos compañeros me habían proporcionado y, entonces, noté una cálida mano en mi hombro. Alcé los ojos y me encontré con un chico alto, muy alto, de al menos un metro noventa, moreno y que me sonreía.

– ¿Cómo era tu nombre? –dijo con una sonrisa encantadora en la cara.

– ¿Perdona? –contesté, pues estaba tan atenta en que aquel chico me dirigiera la palabra que ni le escuché.

–Digo que cómo te llamas –dijo él, acercándose a mi oreja para que yo le escuchara mejor.

–Oh, Ronnie. Me... me llamo Ronnie.

–Genial, yo soy Charlie.

Le sonreí y en ese momento mi ánimo cambió completamente.

– ¿De dónde eres? –me preguntó, dando un trago a su bebida.

–Pues soy de...

Entonces una chica rubia apareció y agarró a Charlie del brazo.

–No te lo vas a creer, ¡Jonah ha vomitado! –dijo la chica rubia con una blusa amarilla que no dejaba nada a la imaginación. Ésta comenzó a tirar de él para que fuera con ella.

–Ya nos veremos –dijo Charlie, yéndose con la chica, dejándome sola.

Mi felicidad duró... ¿cuánto? ¿Tres segundos? Probablemente no volvería a ver a ese chico nunca más. Ni siquiera era de mi clase. Y yo, tan obsesionada en analizar las cosas, no paré de preguntarme por qué aquel chico se había acercado a mí. ¿Por qué mostró interés en conocerme? Una opción era clara: yo no le resulté atractiva. Ni yo misma si fuera un tío me fijaría en alguien como yo.

– ¡Ronnie!

Al oír mi nombre salí de aquella burbuja. Una de mis nuevas compañeras me estaba llamando. Vaya, alguien que se sabía mi nombre...

– ¿Juegas al "yo nunca"? –dijo la chica.

¿Yo? ¿Jugar al "yo nunca"? Me entraron unas ganas enormes de reír, pero luego lo pensé mejor y comprendí que no sería muy apropiado. Así que con toda la amabilidad que pude, contesté:

–No, yo mejor os miro.

Esta no era muy buena forma de integrarse en el grupo, pero seamos realistas, ¿qué pintaba yo jugando a ese juego de críos? Harían preguntas de tipo: "Yo nunca lo he hecho en el asiento trasero de un coche" o "yo nunca engañaría a mi novio por alguno de los presentes"... Pues YO nunca había besado a nadie, para empezar. Estaba yo como para hablar de sexo. Sí, claro.

Se formó un círculo con los participantes del juego, y puesto que yo no jugaba, me dejaron fuera. Entonces decidí que hasta ahí había llegado. Me marchaba.





¿Qué hacer cuando en la pantalla aparece The End?Where stories live. Discover now