Capítulo 2

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Sentada en el salón de clases, la mañana comienza tal y como las demás dentro de mi rutina. Jugueteo con mis dedos, viendo a algunos entrar y tomar asiento de igual manera, hasta que las risitas de la rubia uno y la rubia dos me hacen voltear a mirarlas, han de estar cuchicheando como si sus vidas dependiera de ello.

Desvío la mirada hacia la ventana, la cual está empañada por el frío y la humedad, con algunas gotas deslizándose sobre el vidrio.

Pero entonces la puerta se abre, y llama mi atención. El chico nuevo se hace paso arrastrando sus botas de cuero negro por el suelo y se sienta en la esquina, no sin antes mirarme por unos segundos. Por alguna razón no lo he escuchado hablar, sólo aquella vez hace un par de días, el día que me salvó. Tampoco lo he visto relacionarse con los demás, es demasiado callado y misterioso.

Él saca su teléfono de su bolsillo y comienza a teclear, no puedo evitar preguntarme si realmente tendrá amigos. Me he visto tentada a hablarle, para saber cómo es que estuvo allí en ese momento, pero la verdad es que no me atrevo, de cierto modo me intimida.

¿Cómo fue que no lo vi? ¿Por qué me salvó? y más importante, ¿Cómo me salvó?

No he dejado de pensar tampoco en si aquél sujeto estará herido o muerto, porque no lo vi después de que él me sacara de esa calle.

La profesora entra en el salón, colocando su maletín sobre su escritorio y sacándome de mis cavilaciones, me había quedado mirándolo mientras pensaba, y ni siquiera me había dado cuenta. De no ser porque él no me está prestando atención, esto habría sido bastante incómodo.

Él guarda su teléfono nuevamente, para luego cruzarse de brazos y mirar a la profesora hablar. Me obligo a desviar la mirada y hago lo mismo, sacando mis cuadernos para poder tomar notas.

La profesora habla sin cesar acerca de la colonización, me duele la mano de tanto escribir, a veces siento que no podré llevarle el ritmo. Afortunadamente para mí, y para los demás, el timbre del almuerzo suena, haciendo que todos nos levantemos con nuestras mochilas y vayamos hasta la cafetería.

Camino por los pasillos, bajando escaleras y finalmente tomando una bandeja para hacer la fila del almuerzo. Siento un escalofrío en la nuca cuando me percato de que ese chico Host está justo detrás de mí, pero hago lo posible por ignorarlo, tomando mi almuerzo en cuanto llega mi turno y sentándome en una mesa vacía.

Le doy un mordisco a mi hamburguesa, tomando una servilleta y pasándola por mis dedos ahora sucios de grasa. Me limito a observar a mi alrededor, como cada uno de los grupos están dispersos en distintas mesas, como si se tratase de distintas especies de animales. Según esas leyes, no pueden mezclarse los unos con los otros, a menos de que sean similares.

Miro a un lado mientras mastico, y entonces mis ojos se cruzan con los de él, que aún comiendo no deja de mirarme. Desvío la mirada rápidamente para no hacerlo más incómodo de lo que ya es, tal vez él crea que no me he dado cuenta, pero sé que siempre me mira, y por algún motivo, soy la única persona que parece llamar su atención. El hecho de que sea tan inexpresivo y misterioso me hace sentir insegura a su alrededor, es como si él realmente estuviese estudiando todos mis movimientos, como si él supiese algo de mí, que yo estoy ignorando. A medida que lo veo, nuevas interrogantes se forman en mi cabeza, él tiene algo que me intriga.

Termino mi hamburguesa y me levanto, intentando no hacer evidente el hecho de que ambos parecemos estarnos estudiando demasiado para los pocos días que hemos compartido un mismo espacio. Boto mis desperdicios a la basura y regreso al salón de clases a paso acelerado, agradeciendo que esta es mi última clase del día.

(...)

Luego de atender la última mesa de mi turno, tomo un trapeador y limpio el piso de madera del restaurante, sin poder evitar gruñir cada vez que alguien camina por lo mojado y me hace repetir el procedimiento. Al terminar de trapear, limpio el sudor de mi frente y suspiro.

La ProtegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora