Capítulo 1

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El despertador suena de manera incesante y molesta. Gruño antes de presionar el botón y apagarlo, lo que más me molesta es que estoy tan agotada que siento como si no hubiese dormido nada en lo absoluto.

Froto mis ojos y me levanto antes de entrar en el baño y alistarme para ir a la escuela. Al salir, tomo mi bolso y empaco mi uniforme del trabajo, lo cierro y lo cuelgo sobre mi hombro antes de dar varios pasos hasta la puerta.

Pienso inevitablemente que una chica de dieciocho años no debería de tener que trabajar para mantener su casa, pero al caminar observo el calendario, y entonces recuerdo que todo esto es gracias a mi padre. Sé que mi humor estará especialmente amargo hoy, cumpliéndose diez años desde que se fue y jamás volvió.

Ruedo los ojos y bajo las escaleras, la madera está vieja y desgastada, lo cual provoca que al pisar cada peldaño se suelte un chirrido espantoso. Llego a la cocina, un plato de huevos y tocino se encuentra sobre la mesa, con una Dee cansada y sonriente sentada en la silla del lado contrario de la mesa.

Le sonrío, sentándome dispuesta a comer lo más rápido posible mi desayuno, no puedo permitirme llegar tarde.

—¿Hoy volverás tarde? —pregunta, con su voz tan dulce como siempre.

Asiento.

—Sí, Dee. Tengo turno hasta tarde en el restaurante, no me esperes despierta, ¿De acuerdo?

Ella ladea la boca, insegura de mi petición.

—Sabes que no puedo dormirme si no has llegado a casa.

Sonrío.

—Estaré bien, Dee. Hoy será un día largo y complicado de todos modos —contesto, jugueteando con el resto de mi desayuno.

—Hoy son diez años —murmura, yo suspiro.

—Sí, diez años desde que él decidió abandonarme.

Dee suspira, y el silencio nos acompaña por unos segundos antes de que ella se levante y retire mi plato.

—Llegarás tarde, ve y ten un buen día —dice, besando mi cabeza.

Le sonrío, y me levanto para caminar rumbo a la puerta.

—Nos vemos luego, Dee.

Salgo de casa y de inmediato los rayos de sol penetran en mis ojos, los froto y camino hasta la parada del autobús, dándome cuenta de que está por partir sin mí. Corro lo más rápido que puedo, y por suerte logro alcanzarlo para subir en él.

Durante el camino no puedo evitar pensar en lo mucho que mi vida ha cambiado estos diez años, y no precisamente para mejor. Mi madre murió cuando yo nací, lo único que yo tenía en mi vida eran mi padre y Dee, pero él decidió marcharse también. Desde que eso pasó, yo tuve que madurar demasiado rápido y de manera injusta, a pesar de que Dee ha hecho lo mejor que ha podido para alivianar el peso sobre mis hombros. Ya ni siquiera sé si tengo esperanzas de que él realmente vuelva.

Un frenazo por parte del conductor del autobús me saca de mis cavilaciones, haciéndome notar que he llegado a la escuela. Meto una de mis manos en mi bolsillo y le entrego un billete un tanto arrugado que saco de él, el conductor me hace una mueca y me abre la puerta para que en poco tiempo, baje y me encuentre en las paredes de mi institución. Camino por los pasillos repletos de adolescentes en búsqueda de mi salón, aún faltan unos cuantos minutos para la clase, pero en vista de que no tengo amigos realmente, no tengo razones para perder el tiempo andando por los pasillos.

Abro la puerta, sintiéndome aliviada al poder escapar del ruido, sólo hay un par de chicas con audífonos dentro, por lo tanto puedo transitar tranquilamente hasta mi asiento, justo al medio. Apoyo mi cabeza sobre mi mano en la espera, detallando a las chicas que están al otro extremo. Se ven increíblemente distintas a mí, pero podría decir que detrás de la manera en la que ríen y acomodan su cabello se esconde una inseguridad tremenda por encajar en la sociedad, de parte de ambas, sólo por eso alguien querría verse realmente bien.

La ProtegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora