6. Gala de emociones

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Narrador omnisciente.

Eran las siete de la tarde y el sol ya comenzaba a ocultarse, lo que para muchos significaba que el día ha acababa, pero para otros, recién estaba empezando.

En cierta preparatoria de la ciudad de París, una pequeña fiesta de gala estaba teniendo lugar. Los estudiantes llevaban elegantes trajes o largos vestidos según correspondiera, a nadie le apareció perderse la mejor fiesta del año.

Allí, en medio del patio algunos bailaban, mientras que alrededor la gente se reunía a comer los bocadillos que colocaban en unas mesas, conversando casi a gritos por lo fuerte que estaba la música.

—Marinette, iré a bailar con Nino— le habló Alya a su amiga —Volveremos al rato.

—Sí, si, ¡no te preocupes y ve!— respondió la peliazul con una sonrisa.

La verdad era que Marinette no se sentía muy bien, pues desde que supo que se realizaría un baile intentó invitar a Adrien, pero no le resultaba, como siempre sus nervios la perjudicaban hasta que tuvo que rendirse. Ahora, tomada felizmente del brazo del rubio entraba Chloé.

La peliazul, al verlos, sólo quiso quitarse el vestido que diseñó con dedicación ella misma. Sentía haber hecho otro esfuerzo en vano.

—Él ni siquiera me mirará— refunfuñó por lo bajo, jugando con un mechón de su pelo que llevaba suelto por la ocasión.

***

—Chloé, ya basta— hablaba Adrien, ya un poco cansado —No vinimos sólo a bailar contigo, quiero ir con los demás.

—Pero, Adrien...— susurró la rubia, pero ni su tono de voz ni su mirada daban efectos en él.

Tratando de apartarse de Chloé, Adrien buscó con la mirada alguien a quien pudiera acercarse y usar de excusa. La mayoría de la gente se encontraba en la pista, pero a lo lejos, una figura vestida con un largo vestido rojo fue su objetivo perfecto.

—Marinette— susurró entre una sonrisa, siempre le había agradado aquella chica —Lo siento, creo que tengo que ir a decirle... Algo.

Su acompañante evidentemente se molestó, pero el chico rubio no le hizo caso alguno y avanzó hasta la solitaria peliazul que al verlo aproximarse, volteó hacia atrás para ver quién estaba allí además de ella, pero sólo se topó con una pared.

—Hola, Marinette— saludó el rubio, cordialmente.

—¡H-Hola...!— respondió ella, sin poder creer que realmente se dirigía a ella —¿N-No deberías estar con Chloé...? E-Ella es tu pareja.

—Sí, pero yo quería proponerte algo a ti— susurró Adrien, un poco coqueto, extiendo su mano delante de la peliazul —¿Me concederías una pieza?

Sorprendida, tomó llena de timidez la mano del joven que la guío hasta el medio de la preparatoria. Para su suerte, la canción pasó de una extremadamente rápida a una bastante lenta. Al mirar que había pasado, Marinette notó desde lejos a Alya haciéndose pasar por el DJ.

Viendo que la peliazul estaba perpleja, Adrien decidió ayudarla un poco y acomodó sus manos para comenzar a bailar.

El mundo pareció comenzar a brillar de repente. La peliazul ya no veía a Adrien, sino a un príncipe con el cual no quisiera dejar de bailar jamás.

Él comenzó a notar el gran desafío que le proponía Marinette al mirarlo a los ojos... Algo que antes no tuvo la oportunidad de notar.

Ambos sonreían sin siquiera saber el por qué.

—¿P-Por qué quisiste bailar conmigo...?— preguntó ella.

—¿Tienes que haber un "por qué"?— contestó el rubio, intentando que su falta de respuesta no fuera obvia.

Había llegado hasta ella por una estupidez sin saber que tendría tan deslumbrante momento. A pesar de los nervios de Marinette, Adrien pudo observarla atentamente por primera vez... Aquella sonrisa le parecía familiar, le agradaba... Le gustaba.

Entre giros y pequeñas sonrisas nerviosas, ambos parecían poder oír sus corazones palpitar con mucha fuerza, tanto que se cuestionaban si el otro los llegaba a sentir.

Si había más gente cerca, ellos ya no lo recordaban. Se habían sumergido en un mundo fantástico donde sólo existían los dos y sus miradas hacían salir los sentimientos a flote.

—¿De dónde salió esta chica tan asombrosa...?— susurró Adrien.

No sabía la respuesta, pero quería descubrirla. La chica que hoy se había vestido de rojo y sacó a bailar de improvisto, había despertado un ligero sentimiento en él.

—¿Q-Qué pasa?— interrogó Marinette, viéndolo ahí, con una cálida sonrisa dibujada en el rostro.

Era más de lo que pudiera expresar con palabras.

—Nada...— dijo, riéndose de sí mismo —Sólo sigamos bailando.

Lo único que sabía, era que eso no debía terminar. Tal vez, con unos pasos más descubriría lo que estaba sintiendo ahora.

Sólo tal vez...

One-shot's Miraculous LadybugDonde viven las historias. Descúbrelo ahora