3. Hojas de otoño.

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Avanzando por las calles de la ciudad del amor iban un montón de hojas dejándose llevar por el viento. A su lado, también iba una joven de cabellos color azabache y un traje rojo a puntos, dirigiéndose hacia un nuevo villano que había surgido gracias a los constantes conflictos entre civiles.

—¿Dondé estará Chat Noir?— se preguntó, mientras la llamada que hacía desde su yo-yo no recibía respuesta.

Sabiendo que no podía esperar más, entró a la preparatoria de un salto y sintió como sin querer chocó con algo. Al levantar la vista, lo primero que notó fueron unas mejillas muy rojas; después, una cabellera rubia que a simple vista demostraba su buen cuidado, y para terminar, una intensa mirada verde.

¿¡A-Adrien!?— no pudo evitar exclamarlo, aunque fuera en su mente y nadie la oyese.

Eran sólo segundos los que transcurrían, pero para ella parecían ser largos minutos. Iba a continuar tal como estaba, hasta que se dio cuenta de algo. Los labios de ella y los del chico, estaban muy, muy cerca.

—¡Wah!— gritó, levantándose de un salto —Y-Yo, lo siento...

Le estiró su mano para ayudarlo a levantarse y él gustoso aceptó.

—No tienes de que preocuparte, fue un accidente— respondió el rubio, con una cálida sonrisa.

La peliazul, embobada, formó una gran sonrisa en su rostro. Parecía que iban a permanecer así toda la tarde, hasta que un grito la trajo a la realidad; ella venía a cumplir su rol de superheroína.

***

Cuando terminó con todos los problemas, tomó su yo-yo y avanzó en dirección a su casa. Cuando estuvo apunto de entrar por la azotea, dio un pequeño vistazo al paisaje y desde lejos, en el parque, una figura muy conocida llamó su atención.

Para comprobar sus dudas fue al mismísimo parque a observar desde cerca. Al darse cuenta de que efectivamente era quien sospechaba, Adrien, su única reacción fue esconderse tras un árbol y observar la maravillosa escena que se le presentó.

El rubio, estaba leyendo concentradamente una revista, sentado en una banca, con una sonrisa que demostraba lo placentera que estaba siendo su lectura. Y, como si fuera poco, las hojas de otoño caían delicadamente a su alrededor, haciendo aquel momento invaluable para la peliazul.

—Es tan perfecto— susurró la chica, totalmente concentrada en apreciar lo que estaba frente a ella.

Procuraba no emitir ningún ruido para no despertar sospechas, pero no contaba con que un pequeño gato negro se cruzara por ahí y le comenzara a maullar.

—¿Ladybug?— habló el joven, sorprendido —¿Q-Qué haces aquí?

—¡Paseaba!— respondió ella con rapidez.

—Qué bien...— opinó el rubio, algo dudoso —¿Quisieras acompañarme?

—¿¡Puedo!?

Él asintió ligeramente y como si hubiera estado esperando aquel momento toda su vida, Ladybug se sentó a su lado. El viento movía el pelo de ambos, rozaba sus caras levemente pero eso sólo les transmitía una sensación de paz muy agradable.

En el intento de apoyarse en la banca porque sentían que se iban a desmayar, ambos toparon su manos, volviéndolas a sacar rápidamente. Intercambiaron unas cortas miradas, y como por instinto, sus manos tuvieron un contacto totalmente a propósito.

Mi corazón está latiendo tan fuerte que creo que ella podría oírlo— pensó Adrien intentando mantener la calma.

Era un sentimiento tan fugaz, escurridizo... Sentían el amor pidiéndoles acercarse más, y cegados por el momento, lo hicieron. Terminaron topando sus hombros y al sentirse cada vez más cerca se reprimían para no dar un grito de la emoción.

Alya, te invoco con mis poderes mentales...— decía interiormente la peliazul —¡Ven y graba esto, por favor!

Ninguno de los dos se atrevía a decir algo ni menos a mirarse a la cara. Tenían miedo de que aquel momento se fuera tan rápido como llegó, que al igual que las hojas que se arrastraban por el pavimento, avanzaran junto al viento para no volver más.

—Adrien— se atrevió a hablar ella —¿Qué es esto?

—L'amour— contestó el chico sin pensarlo —Es lo único que puede ser.

El contacto visual fue inevitable y los dos terminaron sonrojándose más de lo que hubieran querido, pero siempre llevando consigo la alegría que los caracterizaba.

La tarde pasaba... Se habían olvidado algo importante.
Las hojas que caen de los árboles ya no vuelven a subir.
Así como el amor que se revela ya no se puede volver ocultar.

One-shot's Miraculous LadybugDonde viven las historias. Descúbrelo ahora