1. Sólo unos centímetros.

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Ahí estaban ambos héroes, con sus caras demostrando melancolía por donde las mirasen. La vida, el mundo, quién fuera que comandara sus destinos parecía estar riéndose a carcajadas de la situación que los tenía más tristes que nunca.

Apoyados en la puerta blanca sin siquiera saber que el amor de su vida permanecía al otro lado en la misma posición. Ladybug sabía que tenía que irse, y Chat Noir ya conocía la historia de él dejándola ir a la perfección.

Un simple objeto, que representaba toda la distancia y a la vez su cercanía desconocida, los hacía dudar demasiado.

La chica, sintiendo su pecho oprimido, tan sólo quería que las palabras más cortas pero más complicadas salieran de su boca de una buena vez. No le importaba la transformación, necesitaba decirle cuánto lo quería.

El chico, odiaba tener que resistirse a todo lo que deseaba hacer. En aquel instante, si no tratara de pensar como el joven cuerdo que era, posiblemente cometería una locura... Y lo hizo. Mandó lejos el sentido común, él tenía que gritarlo ya.

—¡Te amo!— se escuchó desde ambos lados.

Sin poder creer lo que habían hecho y lo que habían oído, intentaron apartar de una buena vez ese molesto objeto llamado puerta, pero si tiraban al mismo tiempo claramente eso no iba a funcionar. Rieron.

—Me pregunto que pensará cuando vea a Chat Noir y no a su anhelado Adrien— se cuestionaba el gato en sus adentros.

Adrien, ¿¡le gusto a Adrien...!? ¿Debería decirle que soy Marinette, y no la chica fantástica que ve? —pensaba la peliazul.

Los nervios no les permitían actuar bien, pero ya con un fuerte y decidido tirón Chat Noir logró abrir la condenada puerta, topándose de frente con una confundida Ladybug, que lo observaba de pies a cabeza, anonadada.

—¿Adrien...?— preguntó ella, sólo por seguridad.

—Eso creo— le respondió el superhéroe, rascándose la cabeza con incomodidad y miedo.

Él estaba esperando que la chica volteara y sin más, se fuera; pero pronto los brazos de su amada rodeando su cuerpo lo dejaron totalmente sorprendido. Correspondió al abrazo con sus extremidades temblando, el miedo pasó a ser felicidad tan rápido que se sentía inestable.

—Así que eras tú— habló Ladybug, escondiendo su sonrojado rostro en el pecho del rubio —Me alegro.

Sonriendo como un total idiota, él no pudo evitar escuchar como los rojos aretes volvían a sonar, indicándole que en sólo unos segundos se encontraría con amada fuera de su transformación.

—Es tu turno, My Lady— comentó, intentando darle seguridad al delgado cuerpo que sostenía entre sus brazos.

Como en esos cuentos de hadas, la princesa fue cubierta por un brillo cegador que la librería de un hechizo. El hechizo que la hacía mantener sus sentimientos ocultos.

Una vez que la liberación concluyó, Chat Noir cerró los ojos para agregarse más suspenso a sí mismo y buscar cuidadosamente el mentón de la chica para acercarlo a él.

—Mírame.

Siguió aquella voz que le parecía tan dulce, topándose de inmediato con una fuerte mirada de color celeste que lo estremeció por completo. Dio un vistazo más amplio, y no podía creerlo.

—M-Marinette— dijo él, aún sorprendido.

—L-Lamento no poder ser otra persona...— susurró tímidamente la chica.

De inmediato el rubio se quitó su transformación también y movió su cabeza a ambos lados haciendo una negación, mientras que sus labios soltaban un breve "no". Tomó a Marinette por la cintura y la alzó para poder mirarla mejor.

—¡Esto es perfecto!

No pudieron más, las risas fluyeron por toda habitación. Ahora, tomados de las manos, dieron unas cuantas vueltas demostrando su pura e inocente felicidad.

Cuando la pequeña celebración acabó, se quedaron mirando sin decir nada. Sus miradas eran capaces de expresarlo todo, pero a Adrien se le ocurría una mejor forma de hacerlo.

Atrayendo hacia sí a la peliazul, comenzó a acariciarle el cabello lentamente, calmado, hasta que su mano bajó hasta donde quería, la mejilla. Mientras era llevada cada vez más cerca del chico, Marinette tampoco se quedaba atrás, pues siempre había querido enredar sus dedos en esos suaves mechones rubios y ahora lo haría con toda libertad.

Totalmente llena de felicidad, la chica río y en el acto recibió un pequeño beso de Adrien en sus labios. Fue corto, un débil roce, pero fue suficiente para alterar los corazones de los dos.

Pasaron a sentarse a la habitación del chico, acomodándose muy juntos en un sillón, cosa de que alcanzaran a sentir la respiración de su acompañante y quedarse así el resto del día.

Era divertido pensar que en un principio, ambos pensaban en lo que los separaba. Y ahora, no les quedaba nada más que pensar en lo que los unía y próximamente, los uniría cada vez, lentamente, dando pequeños pasos.

Aunque tuvieran que avanzaran de centímetro en centímetro, tenían claro que lo harían.

One-shot's Miraculous LadybugDonde viven las historias. Descúbrelo ahora