Capítulo IV - El color rojo

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Cuando entré en el armario, aquella extraña sensación hizo que me quedase inconsciente otra vez.

Desperté en la única cama de una acogedora habitación. Olía a hogareño, aunque ni si quiera sabía cómo olía eso. Me incorporé mientras me rascaba la cabeza. «"Realmente esto de entrar en otro Mundo me hace sentir como cuando uno da muchas vueltas hacia una misma dirección y luego se detiene." pensé resignado.»

Parecía la habitación de una niña, bueno, más bien la de Chelsy. Ahí estaban de nuevo esos osos de peluche por todas partes. Encima de la mesilla, de la cama, y por todas las esquinas de la habitación. Había una pequeña mesa en el centro con una silla, un reloj de cuco en la pared, y los muebles eran de madera y estaban limpios y relucientes. Era un lugar agradable. Las ventanas tenían unas cortinas muy bonitas; sin embargo, cuando ojeé un poco el exterior a través de ellas, vi que el cielo estaba rojo. «"Rojo." susurré. Al igual que el vestido de Chelsy. "Qué siniestro..."»

Examiné la habitación todo lo que pude y, en cuanto vi aquella estantería que me miraba enorgullecida, ahí estaba yo para cotillear sus libros.

De nuevo, «Mamá Ganso» hacía su aparición.

-¿Otro más? ¿No es demasiada casualidad que en los dos Mundos ya haya encontrado fragmentos del mismo libro?

Sin darle mucha importancia, lo abrí para encontrarme con una hoja en la que estaba escrito lo siguiente:

«¿De qué están hechos los niños pequeños?»

«¿De qué están hechos los niños pequeños? ¿De qué están hechos los niños pequeños? De ranas y caracoles y colas de cachorritos. De eso están hechos los niños pequeños. ¿De qué están hechas las niñas pequeñas? ¿De qué están hechas las niñas pequeñas? De azúcar y especias y de todo lo que es bonito. De eso están hechas las niñas pequeñas.»

-¿Pero qué...? -dije mientras lo miraba con desconcierto-. Este fragmento no tiene ningún sentido -susurré. No se podría ni contar la cantidad de rimas infantiles que incluía el libro de «Mamá Ganso». Aunque ni siquiera estaba seguro de cómo sabía eso.

Y a continuación salí de la habitación para explorar más.

Me encontré en una nueva habitación: un bonito comedor con una cocina al lado. Olía delicioso. En otra zona apartada había varias cajas y cestas con comida, además de bidones de agua limpia y vino tinto. En el centro de la habitación se ubicaba una mesa de comedor con tres sillas. Observé los cuadros de la pared. Uno de ellos era muy hermoso: una pintura de un paisaje de montaña, tan bien elaborado que parecía una foto. También había un dibujo del rostro de un hombre de ceño fruncido y amplia frente. Al lado encontré algunas herramientas en un estante de madera. Parecían armas; una pequeña ballesta y algunas lanzas, incluso un hacha. Olían a bosque. ¡Hasta había un mapa y una coraza! Tal vez aquello lo usara el hombre de la casa para cazar animales salvajes...

Cerca de la puerta se hallaba una cómoda con ropa, y al lado, un estante con otro oso de peluche. Tenía muchos cajones, así que curioseé un poco por si encontraba algo interesante. En uno de ellos se encontraban tres cartas dentro. «"Supongo que no pasará nada por echar un vistazo" pensé.»

Así que comencé a leer la primera carta:

«Mi pequeña Chelsy:

¡Gracias por la carta que me enviaste! ¿Está todo bien, mi niña? No deberías presionarte demasiado. Cualquier cosa que necesites, díselo a tu padre o a tu madre. Te debo mucho, querida. Si no te molesta, me encantaría volver a verte. Todavía me queda mucho papel, así que te formularé un acertijo. Este es más difícil que el último, ¿crees que podrás resolverlo?

Las pesadillas de AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora