Capítulo I - Días extraños, sucesos extraños

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El camino fue largo: varios trenes y luego llegamos a un pequeño pueblo en la montaña. Durante todo el viaje el joven no se separó de mí, como temiendo perderme, e incluso en un momento en el que tropecé por culpa de una pequeña piedra en el camino, me sujetó con firmeza impidiéndome caer. ¿Realmente estaría preocupado por mí sin siquiera conocerme?

Después anduvimos bastante a través de un bonito monte hasta llegar a nuestro destino: unas grandes instalaciones que se encontraban en lo profundo de un bosque, a unos kilómetros del pueblo. Por fuera tenía la apariencia de una especie de acogedor hostal en medio de una arboleda, pero por dentro era enorme y estaba muy nuevo. Tenía dos pisos y muchas habitaciones.

Me hizo una señal para que lo acompañara y así explicarme las reglas del lugar y contarme todo con detalle. Yo lo seguí y llegamos a su cuarto. Allí cogió unos papeles de su escritorio y me explicó acerca de todas las habitaciones que había, los horarios de comida y las horas en las que la biblioteca estaba abierta. También dijo que solo podíamos salir afuera los fines de semana, pues entre diario daríamos clase y estudiaríamos en la sala de estudio, aunque al jardín y al patio podíamos salir por las tardes si queríamos. Me explicó las normas y añadió que tendría un papel en mi habitación con todas ellas escritas, por si quería mirarlo, aunque no eran muchas. Me contó que además de mí, en aquel lugar también vivían cuatro niños más, todos sin recuerdos, y que ese era su único hogar. También vivían allí el personal de limpieza, el guardia y él mismo. Mientras hablaba y seguía dándome más datos sobre las instalaciones, levanté la mirada para observarlo detenidamente. «"Es bastante joven", pensé.» Tendría alrededor de unos veinticinco años, y ya llevaba un establecimiento en donde acogía a niños sin recuerdos y sin rumbo. Resultaba asombroso. Parecía un joven seguro de sí mismo, pero sonreía tanto que casi no parecía un adulto. Llevaba una amplia camisa blanca de manga larga sin cuello, unos pantalones y zapatos negros, y por encima vestía una chaqueta larga de abrigo color marrón oscuro que realmente no llevaba puesta, solo la tenía por encima, como una capa.
Era una vestimenta bastante simple. Me fijé en la muñequera en su brazo izquierdo y también llamó mi atención un brillante colgante en su cuello que caía sobre su camisa, tenía una extraña forma alargada, como si fuese algún tipo de llave. Su pelo estaba algo despeinado, era color azabache y parecía corto cuando lo mirabas de frente. Repito que parecía. Pero durante el viaje me había dado cuenta de que en realidad lo llevaba atado con una coleta que caía por su espalda. Parecía ser un pelo fino y sedoso, pero, ¿no le gustaría cortarlo? Me encontré a mí mismo pensando en esas cosas y quedé algo extrañado. Lo que más me sorprendía era que en su rostro siempre había una tierna sonrisa cuando hablaba y destacaban sus dos grandes y profundos ojos oscuros, que brillaban amablemente.

-...Entonces así es más o menos como será la vida aquí para ti -dijo sonriente, sacándome de mis pensamientos-. Como ya te he dicho, puedes consultar de nuevo las normas en la hoja que hay en tu habitación, por si no entiendes algo. Nadie te exigirá nada aquí y puedes estar tranquilo, no te molestarán. Aunque haya algunas normas que tener en cuenta, por lo general llevarás una vida pacífica. Ah, y una cosa más... Ten esto. -Me entregó un gran cuaderno de una hermosa encuadernación marrón con grabados abstractos en dorado. Lo cogí con sorpresa y lo examiné. Estaba lleno de hojas en blanco, listas para escribir sobre ellas.

-Tu propio cuaderno personal -me sonrió.

Era la primera vez que me habían regalado algo para mí solo, o al menos, en el poco tiempo que llevaba consciente de mi nueva vida. ¿Y por qué un cuaderno?

-Úsalo como quieras -continuó-. Para momentos en los que te sientas feliz o triste. Escribe en él todo lo que sientas o experimentes. Te aseguro que es un buen ejercicio que despeja la mente, pues podrás escribir todas tus inquietudes para que no permanezcan en tu cabeza, y también las cosas bonitas, para que siempre las recuerdes. Es muy útil, de verdad. Piensa que es como un diario. Pero además, es un cuaderno muy especial. Cada uno de vosotros tenéis uno diferente, en el color y la encuadernación, para que sea más personal aún. Es muy sencillo. Solo escribe en él todos tus sentimientos con regularidad y más adelante me lo dejas, ¿me prometes que lo harás? -su voz era tranquilizadora y había conseguido que depositara mi confianza en ese cuaderno en un momento, no sólo por el hecho de que me encantaría escribir cosas, sino porque sabía que lo hacía con intención de ayudarme. Asentí y agarré con fuerza el cuaderno entre mis brazos.

Las pesadillas de AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora