Hombre muerto

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(1982)

Tristán miraba impactado el cadáver mientras oía como Staphina sollozaba. Sin dejar de mirarlo habló hacia la chica.

—Staphina, debemos avisar a las autoridades —comunicó el menor con voz temblorosa.

—¿Autoridades? ¿Estás loco? Debemos pedirle a Pock que se deshaga de él. Me apena decirlo, pero es lo único que podemos hacer. Tal vez un basurero sea la mejor opción...

Tristán estaba atónito ante las palabras de la muchacha. ¿Tirar el cuerpo a un basurero? ¿Ella era la loca, o quería que ellos fueran acusados por obstrucción a la justicia o por...?

Miró a la chica con enojo, ella parecía más repuesta aunque aún estaba algo pálida, pero eso a Tristán no le importaba en ese momento.

—Odio cuando pasan este tipo de cosas —dijo Staph.

—Staphina, es una locura. Debemos avisar a la policía, ellos mejor que nadie sabrán que hacer.

—Tristán, cálmate, es solo un perro, la policía no se encarga de estas cosas. Se nota que no sales mucho—aclaró con una sonrisa. La siguió con la mirada mientras volvía al bar un poco tambaleante.

El muchacho no podía creer que la chica se refiriera a un hombre como un perro. Miró el cadáver y casi se cae de espaldas.

Era un perro.

Pero no era un perro, Tristán no había visto un perro. Pero era un perro.

Un perro enorme, negro y con mucho pelo. Estaba muerto en mitad de la calle, atropellado, o eso parecía.

Pero no podía ser un perro, Tristán había visto un hombre, estaba seguro.

Pero era un perro.

Así que, como era un perro, las palabras de la chica cobraron sentido.

Aún sin poder creerlo e intentando ahuyentar de su mente la imagen del supuesto hombre muerto, siguió el camino de Staphina.

Estaba hablando con Pock, el guardia, pero Tristán no podía entender realmente lo que decían. Solo podía pensar en que no era un perro, pero lo era.

Y entonces la música volvía a aturdirlo, estaba otra vez dentro del bar y Staphina tiraba de él.

—¿Ya te ibas? —preguntó gritando en el oído de Tristán. Él solo asintió—. ¡Qué lástima! Ven, no te puedes ir sin sacarte una foto conmigo.

Y otra vez era arrastrado por Staphina, quien parecía más borracha incluso que antes de vomitar. Llegaron ante un tipo apoyado en la barra con un vaso de cerveza en una mano y una cámara colgando del cuello. Todo le parecía demasiado irreal al menor.

—Jean Claude, ¿podrías sacarnos una foto? —pidió la muchacha con ojos encendidos.

El hombre no respondió. Simplemente una seña bastó para que Staphina se colocara junto a Tristán, sonriendo. El potente flash de la cámara cegó por unos segundos al chico, quien se notaba aturdido. Entonces Staphina agitaba un papel ante él, sonriendo. El hombre de la cámara siguió tomando de su vaso. Tristán no estaba seguro de lo que acababa de pasar, o de cómo había pasado.

—Es mi profesor de fotografía, era. ¡Wow, estoy graduada, el verano y universidad! Eso es locura, Tris —gritaba la chica—. Para ti, pequeño fatalista. Por el mal trago del perro, a mí también me gustan mucho los animales. Al menos ahora tienes una foto con la chica más sexy, puedes presumir que me acosté contigo o algo, no me importa. Todos lo hacen. ¡Wow!

Tristán estaba bastante confundido por sus palabras mientras tomaba el papel que ella extendía. Al darlo vuelta descubrió una foto de ambos, ella sonreía mucho y él simplemente tenía la cara descolocada, aún aturdido.

¿Qué había pasado?

Pero Staphina volvía a esfumarse entre la multitud, dejándolo solo, mientras otra pareja de jóvenes se acercaba al profesor para pedirle una foto.

Tristán se sentía agotado al momento de salir del baile, solo quería volver a su casa. Pock estaba volviendo de la esquina con una bolsa negra de basura al hombro. Tristán supo que era el cadáver... el cadáver del perro.

Con un asentimiento de cabeza pasó por su lado, y el menor emprendió el camino a su casa, con el murmullo de la música en la cabeza, la imagen de un hombre muerto en los ojos y la fotografía de la chica más linda en el bolsillo de su camisa.

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(2004)

Un hombre caminaba con prisa entre los enfermos, enfermeros y personal de servicio. Le habían asignado un nuevo caso: Tristán Tomasini.

Hacía unos veinte años que su nuevo paciente recorría diferentes hospitales psiquiátricos, veía a diferentes médicos, contaba versiones diferentes de su vida. Era triste saber que, además de estar loco, era un hombre con mala suerte. Sus doctores no parecían durar más de un par de años con él. Desde Estados Unidos hasta Inglaterra, pasando por España, Brasil, Rusia y Alemania, había sido trasladado de país en país utilizando la fortuna de su familia para costearlo todo, y ahora estaba aquí otra vez, en su lugar de nacimiento.

El doctor definitivamente había hecho bien los deberes. Estaba impaciente por su nuevo caso, no había tenido uno en años: desde que su hija nació se había abocado a ella y a su esposa, solo había conservado los pacientes de consultorio. Por eso estaba tan emocionado al momento de abrir la puerta que en recepción le habían indicado.

Un hombre calvo, de piel amarillenta se sentaba en un extremo del pequeño sofá de terciopelo que había en la habitación. Tenía la espalda recta y las piernas estiradas hacia el frente, cruzadas por los tobillos. Su rostro era una máscara de ojeras, arrugas e incertidumbre. Miraba al frente, donde solo había una pared blanca.

El doctor se aclaró la garganta, pero el paciente ni se inmutó.

—¿Es usted Tristán? —preguntó con cautela el psicólogo.

El hombre giró la cabeza con una rapidez sorprendente y sonrió, mostrando unos dientes amarillentos como su tez; los medicamentos estaban haciendo estragos en su cuerpo.

—Es el primer médico que me llama solo por mi nombre. Es reconfortante —dijo con voz baja y arrastrada. Parecía que cada palabra saliera de su boca sin que él lo quisiera realmente.

—Me alegra que se sienta cómodo. ¿Puedo sentarme a su lado? Esa silla tiene una pinta bastante incómoda —preguntó el doctor, haciendo un gesto a la silla plegable que había cerca del sillón. Era una habitación asquerosa, con la silla y el sofá como únicos muebles, y solo una ventana por la cual no habría cabido ni un niño pequeño.

Tristán entrecerró los ojos, pero asintió con la cabeza, perdiendo la sonrisa.

El médico se sentó al otro lado del sofá, dejando una distancia considerable entre ambos.

—¡Qué grosero soy! —exclamó el doctor para sorpresa de Tristán—. No me he presentado, mi nombre es Dante Thompson y seré tu psicólogo en lo que sigue de tu tratamiento.

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No hablaré en cada cosa que suba sobre todo, así que solo diré que espero poder tener un buen ritmo de actualizaciones.

Y que los amo por aguantarme.

Otra cosa por decirles... si quieren dedicación (aunque ya hayan pedido) dejen ACÁ su comentario. Iré poniendo dedicaciones y etiquetas (no supe que eso se podía o como hasta hace poco!!). Si ya te dediqué capítulo en algún momento, no me pidas por favooor ♥

Tristán //Enfermiza obsesión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora