29. Hakuna Matata.

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― Hace siete años, me quedé a dormir en casa de unos amigos. ― asentí. ― Decidí ir al baño, pero me equivoqué de cuarto y entré a una de las habitaciones.

Me imaginé lo que pudo haber pasado, y traté de no reírme.

― Abrí la puerta del armario pensando que era la del baño, y el interior del armario estaba lleno de... esos horribles bichos. Salieron todos volando en el momento en que abrí la puerta y empezaron a revolotear alrededor de mí, ¡estaba literalmente rodeado por ellas!

No aguanté más y me eché a reír, ganándome una mirada asesina de Chris.

― ¡Resulta que ese niño tenía una colección de mariposas! ¿Qué tipo de persona colecciona eso?

― Teníais diez años, cualquier cosa era posible. ― le oí suspirar otra vez y me reí aún más.

Al llegar a mi casa, aún seguía riéndome levemente, lo que causó que Chris rodara los ojos ante mi actitud. Llamó al timbre y entró antes de mí, dejándome atrás.

― ¿A ésta qué le pasa? ― preguntó mi hermano, mientras me empujaba para que entrara.

― Estoy casi seguro de que está en sus días. ― respondió Chris, y se dirigió a la cocina para dejar las bolsas.

Finalmente entré y me dirigí a mi cuarto, donde me esperaba mi queridísima y a la vez odiada mejor amiga.

― ¿Diana? ¿Qué haces aquí? ― pregunté, y dejé mi bolsa sobre mi cama.

― Bien, tu madre me explicó que os quedabais todos a dormir aquí. No os vais a librar de mí tan fácilmente. ― reí y rodé los ojos.

Al ver que Diana salía de mi cuarto, con la excusa de que tenía hambre, abrí mi armario, agarré mi pijama y entré en el baño.

Me observé en el espejo, y fruncí el ceño al notar algo diferente en mi cara.

Algo bajo el nombre de espinilla.

― Jodida pubertad, ¿por qué nos odias? ― murmuré para mí misma, y exploté la espinilla justo antes de entrar en la ducha.

Al terminar de ducharme, me vestí, me recogí el pelo en un moño y bajé a la cocina.

Al parecer, ya había llegado Skylar, ya que se oyeron unas risas desde el salón.

Alcancé un bol para poner las palomitas que Chris acababa de sacar del microondas y caminé en su dirección.

― Bueno, ¿ya habéis terminado el trabajo? ― asintió, abrió la bolsa de palomitas y las vertió en el bol.

― ¿Qué película vamos a ver? ― preguntó, agarré las bebidas y llevamos las cosas al salón.

Me encogí de hombros, me senté junto con él y Diana algo alejados de la pareja y noté la carcasa de un disco de una película de terror sobre el suelo.

Y, bueno, creo que no hace falta que diga lo que suele pasar en estas situaciones.

Empezó la película y, justo como esperaba, a los pocos minutos Chris ya se estaba asustando.

Le observé, tratando de comparar su facilidad de asustarse con alguna cosa.

Él era asustadizo e indefenso, como una ardilla.

Buena comparación, genio. ¿Vas a atraerle con cacahuetes también?

Vamos, punto para ti. Ahora vete a ser una conciencia normal y corriente.

Al volver a mirarle, noté que estaba observando fijamente la pantalla, tratando de ocultar su miedo.

― Valiente e imponente como una mariposa. ― murmuré, y reí.

No soy tu princesa.©Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu