Capitulo 29

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Acá arriba les dejo el trailer de la novela. Muchas gracias.

Primer pitido. Nada. Segundo pitido. Nada. Tercer pitido. Nada.

Exhalé con fuerza mientras cerraba mis ojos. Miraba a mí alrededor. Sin saber a dónde ir. Sin saber en qué dirección mirar. Me tomé un minuto para pensar. Para analizar la situación.

Mi rostro estaba cubierto por un pasamontañas. Para que nadie me descubriera. Vestía completamente de negro y un arma colgaba de mi espalda. A mis lados, enganchadas del cinturón, había otras dos más pequeñas. Unos metros más atrás yacía mi abierto paracaídas.

A lo lejos escuché un zumbido. Espere que no fuese alguna de esas criaturas extrañas que ya habían picado mi cuello una vez. Fui rotando mi rostro, tratando de descifrar de dónde provenía aquel sonido. Pero era confuso. No solo venia de uno de los lados. Sino que al parecer provenía de todos ellos. Del frente, de atrás, de los costados.

El sonido comenzaba a volverse cada vez más y más fuerte. Más intenso. De repente, y a lo lejos, pude observar algo que se acercaba. Y de acuerdo a como lo imaginaba, venia de todos lados. Aquello se acercaba a gran velocidad en dirección a mí. Al parecer eran camionetas. Y como aquella vez en la que habían encontrado a mi padre, dos personas iban paradas a los costados de las mismas. Mi cuerpo se heló, dejándome paralizado. Simplemente observando aquello que se acercaba. Esperando que no sucediera lo peor.

Cuando aquellas camionetas llegaron hasta donde me encontraba. Frenaron repentinamente haciendo que polvo volara debido a la velocidad a la que venían. Las puertas se abrieron y de adentro salieron unas tres personas, de cada una de las camionetas. Podía oír los pasos de aquellos que estaban detrás de mí. Aun inmovilizado, mi corazón comenzó a latir a gran velocidad.

-¡Tus manos donde pueda verlas! – Grito uno de los hombres. Era musculoso y su piel era de color oscura. Levante las manos lentamente, mientras este me observaba desde su lugar cargando un arma de gran calibre es sus manos.

-¡Pero miren que tenemos aquí!- Dijo otro, de tez pálida bastante más delgado, mientras se acercaba a mí. – No me digas que te enviaron solito... ¿De dónde vienes? – Preguntó mientras soltaba una leve carcajada. No respondí. Por lo que con un rápido movimiento me propinó un duro golpe en el estómago haciendo que cayera sobre mis rodillas, debido a la falta de aire.

- ¿Qué es eso? – Señaló otro apuntando a la manga derecha de mi camiseta. El que me había goleado anteriormente tomó mi manga y la torció para poder ver lo que había en ella. Por supuesto, el logo de la base aérea.

- Asique eres uno de ellos ¿no?- Dijo mirándome. Nuevamente no respondí. – Miren lo que tenemos aquí... un aireado. – Soltó aquello último con acidez en su tono de voz.

¿Lo siguiente? Sí. Como era de esperar. Otro golpe. Y como no era suficiente, otro más. Y otro. Y otro. Al parecer se la estaban pasando bien. Y mi cuerpo que seguía sin responder. Aunque intentara defenderme, eran demasiados.

-¡Ya!- Dijo aquel hombre de tez oscura.- Es suficiente. Levántenlo. Hay que llevarlo con el Consejo...

Sin decir palabra alguna, aquellos hombres me tomaron de los brazos y me pusieron de pie de un tirón. Con fuerza, me guiaron hacia una de las camionetas y me introdujeron en ella. Luego de eso se escuchó el sonido de todas las puertas cerrándose consecutivamente. El que conducía puso en marcha la camioneta y esta comenzó a moverse. Primero lento, luego a gran velocidad. Desde mi lugar no podía ver nada, por lo que no tenía idea a donde nos dirigíamos.

Cuando el vehículo se detuvo, los hombres a mi lado abrieron sus respectivas puertas dejando entrar una importante cantidad de blanca luz. Tuve que entrecerrar mis ojos hasta acostumbrarme. Bajé por la derecha y uno de los hombres, no pude ver bien cuál de ellos, colocó una especie de esposas en mis muñecas. Después me tomó y que guio a lo que parecía ser una habitación algo abandonada. Aunque no estaba nada mal. Cerró la puerta una vez que yo estuve adentro y se retiró.

Minutos más tarde alguien llegó a la habitación. Escuché como la puerta se abría y vi como ingresaban dos personas. Una de ellas, conocida para mí.

-Me dijeron que te encontraron rondando por el bosque. ¿Qué buscabas? – Preguntó Sebastian.

-Hospedaje.- Respondí.

-¿Qué clase de hospedaje? ¿Te echaron?- Preguntó. –La última vez que hospedamos a uno de los tuyos las cosas no salieron para nada bien. ¿Por qué habríamos de hospedarte? – Continuó.

-Porque no me echaron. Escapé.- Dije.

- ¿Y por qué sigo hablando sin poder verte el rostro?- Preguntó, más para sí mismo que para mí. Asique se acercó y tomo el pasamontañas sacándolo con fuerza. Lo que produjo que gruñera, ya que se estaba pegado por la sangre que había en mi rostro.

- ¡No puede ser!- Gruñó al verme. – Ve a buscar a Casey.- Dijo al otro, que hasta ahora no había tenido participación alguna. Este salió rápidamente a cumplir con lo ordenado.

Sebastian no hizo más que sostener su rostro con ambas manos. No dijo nada. Tampoco lo hice yo.

-Patrick dijo que tenías una urgencia. ¿Qué sucede? – Dijo aquella voz que me alegraba de oír. Sebastian levantó su rostro, la miró y luego hizo una seña con la cabeza. Ella giró la suya lentamente hasta encontrarse con mi mirada. Cerró los ojos y llenó sus pulmones de aire, para luego volver a mirar a su hermano.

No dijeron palabra alguna, pero era como si en esa mirada se hubiesen dicho un diccionario entero. De principio a fin, una y otra vez. Así estuvieron un par de segundos. Mirándose a los ojos el uno al otro. Hasta que Sebastian asintió con la cabeza levemente y salió de la habitación. No sin antes mirarme por última vez.

-¿Qué haces acá?- Preguntó ella una vez que él se hubo ido. No parecía estar enojada, más bien parecía estar exasperada. En ningún momento elevó la voz. Ni un ápice de su tono normal.

- No resistí. Tenía que salir de aquel lugar. – Dije excusándome. Ella parecía masajear sus cienes, como si buscara calmarse para así no partirme en mil pedazos. – Debes pensar que soy un idiota...- Solté.

-No.- Dijo ella.- No pienso que eres de ninguna manera.- Continuó.- Pensar en vos de una forma, y terminar descubriendo que sos de otra, a lo único que me llevaría es a la decepción. –Suspiró inhalando con fuerza.- He pasado por muchas decepciones a lo largo de mi vida. No quiero que seas una de ellas...

No dijo nada más. Y yo tampoco me atreví a decir algo. Mientras yo la observaba en el silencio de la habitación, ella parecía estar pensando alguna solución al nuevo problema que le había causado.

Estuvimos así, en competo silencio. Durante algunos minutos. Minutos que parecieron eternos. Entonces se sentó en una silla de plástico blanca que se encontraba en uno de los costados. Y al fin, luego de tanto silencio, habló.

-¿Estás seguro de que es esto lo que queres?- Me preguntó.

Y me pregunté a mí mismo. ¿Era aquello en verdad lo que yo quería? ¿Lo que creía correcto? ¿O simplemente me estaba dejando llevar por las emociones revueltas dentro de mí?

-Tal vez no lo hayas notado, pero a tu alrededor, allá afuera, hay una lucha constante.- Dijo ella.- Una batalla donde se vive el día a día. Donde muchas veces no existe la vuelta atrás. ¿Estaría dispuesto a unirte a eso? – Preguntó.

-Bueno...- Dije con cierta incertidumbre, - Aquella batalla no sólo se da a mi alrededor, sino que también se desarrolla en mi interior. Y aquella lucha interna, conmigo mismo, es mucho peor que cualquier otra. Porque no hay peor enemigo, que uno mismo.

-Entonces... eso significa que....- Dijo ella alargando la oración.

-Significa que ya tomé mi decisión, y es quedarme acá. – Continúe su frase.

-¿Sin traición? –Preguntó ella.- ¿Sin engaños esta vez?

-Sin nada de eso...- Respondí con sinceridad. Ella sonrió de lado.

-De todos modos tendrás que probar tu inocencia.- Me dijo.- No es tan fácil recuperar la confianza de alguien, y mucho menos cuando te armaste una reputación como la tuya.

Reí ante su comentario. Pero al notar que iba en serio, la sonrisa se borró rápidamente.

-Haré lo que sea necesario. – Dije.

-Bien.- Fue lo último que dijo ella.


RADIOACTIVE -Editando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora