—No puedo prometerte nada—dijo ella—No sé cómo me sentiré mañana. Te mereces a alguien mejor que yo. Alguien que te dé algo permanente.
Tomé su barbilla con mi índice y la miré a los ojos. Esos brillantes, bellos y enamoradizos ojos que ella veía cómo aburridos y sin vida.
—No me importa. Eso no es siquiera algo de lo cual debería preocuparme. ¿No lo entiendes? Elegiría cinco minutos contigo—le sonreí y bajé la mirada a sus labios, tentandome por saborearlos—Antes que una vida entera con alguien más.
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