—¿Que me dijiste?—dijo volteando a mirarte, con los ojos repletos de enojo. Ambos sabían muy bien que él había oído tu insulto. Avanzó a paso apurado y de dos parpadeos, se paró delante tuyo, tomó tus muñecas y te aprisionó contra la pared. Su agitada respiración golpeaba sobre tu nariz y sus ojos devoraban los tuyos—Repítelo.
—Te mandaría a la mierda, Shawn—dijiste entre dientes, disimulando tu sonrisa satisfactoria al ver cómo tensaba su mandíbula—Pero ni siquiera ahí quieren verte.
La presión en tus muñecas aumentó, haciendo que hicieras una débil mueca de dolor. Pero hiciste tu mejor esfuerzo por ocultarlo. No querías darle el gusto o el placer.
Acto seguido, Shawn se inclinó, acercando sus labios a tu oído. Su cabello rozó tu sien y su cálido aliento provocó que tu piel se erizase. Tu cuerpo se tensó y contuviste la respiración por un momento.
—Eres una mala idea—susurró con su voz, suave como el terciopelo—Pero me gustan las malas ideas.
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