13- Paz Interrumpida

4.5K 413 7
                                    

Eran alrededor de las 4 de la madrugada, no había dormido nada. Nos encontrábamos en un bosque, era una especie de parque, pero en realidad eso no importaba mucho, lo que importaba es que era un lugar grande y perfecto para ocultar un cadáver.
—¿Lista?—dijo Zacarias sin mirarme.
—Claro—abrí la puerta y me bajé. Miré a mi alrededor, no había ni un alma en ese lugar.
—Ya abrí el cofre—él no salía del coche. Se podía notar que aún seguía desconcertado.
—Gracias... ¿Me podrías ayudar?—dije algo nerviosa. Ésto no le correspondía a él, pero yo no podía cargar un cuerpo de más de 100 kilos.
—Hmm, sí, claro—dijo muy desconfiado.
Se bajó de su auto, y caminó al cofre. Se quedó observando a la víctima inmóvil y fría.
—Tú los píes y yo la cabeza—dijo mientras tiraba su cigarrillo.

Cargar a ese elefante fue horrible, pesaba más de lo que pensé. Ambos terminamos jadeando de cansancio.
Él tomo la pala y empezó a cavar un agujero, ambos nos turnabamos; sería un agujero muy hondo.

—¿Por qué actúas como si fuera la primera vez que ves a un muerto?—
Él volteó a verme, y pude notar algo de nerviosismo en su rostro.
—Porque ese hubiera sido yo, ¿no?— dijo molesto.
No dije nada, no quería poner las cosas peor.

Después de haber cavado por horas y cargar otra vez al elefante nos marchamos. Ambos estábamos exhaustos.

—¿No quieres entrar?—le dije por la ventana del auto.
—No. Sí lo hago no saldré vivo—me miró con enojó—Adiós, Linda.
—Espera, Zacarias—dije nerviosa—¿cómo lo supiste?
—Linda, te conozco. Sé el juego que usas antes de matarlos, hacías lo mismo, juegos inocentes de coqueteo, vestidos que vuelven loco a cualquiera... ¿me creíste tan estúpido como para creerte?— quitó la mirada sobre mí y la poso en el camino—no todos ceden ante ti.
Aceleró y se marchó rápido. Me quedé parada viendo como su auto desaparecía. Mientras más se alejaba, más triste me sentía.

Habían pasado dos meses desde que la última vez que hable con Zacarias y Joseth.
Me había mantenido en las sombras desde ese día. La manera en que Zacarias me miró esa noche me había cambiado mucho. Era como si el mirará a un monstruo.
Y yo no quería ser eso, pero en eso me estaba convirtiendo.

Había cambiado de casa, ahora vivía en un departamento de varios pisos, mi vecina era una mujer mayor, pero muy agradable. Comencé a tocar el piano para matar el tiempo y tener mi mente despejada, caminaba todos los días por el parque para ver a los niños jugar, me encantaba verlos tan felices, ignorando lo que pasaba a su alrededor, siempre ellos con una hermosa sonrisa. Por un momento ellos me contagiaban esa alegría. Y me encantaba.
Por las noches me costaba dormir, así que había conseguido un trabajo de costurera. No tenía educación, era lo único que había podido conseguir.
Mi vida era ocupada, y me encantaba.

Me encontraba en el supermercado comprando lo necesario para una deliciosa cena, había invitado a mí vecina a comer. Yo no era una experta en la cocina, pero había mejorado bastante gracias a ella.
Pagué la cuenta y caminé hacía mi departamento, respiré profundamente. El aire era más puro de lo normal.

Llegué a mi departamento y puse manos a la obra, me recogí el cabello en una coleta y comencé a tararear una canción de piano que estaba aprendiendo. Comencé a bailar, era algo que hacía cada vez que cocinaba, comencé a dar vueltas pero me detuve en seco, había alguien en la habitación.

Yo conocía esa respiración, conocía esa sombra, ese olor....

Belleza Asesina Where stories live. Discover now