6- Sin evidencias

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—¿¡Por qué diablos dejaste el arma!?— llegó hecho una furia, su rostro era puro enojo, y no lo culpaba.
—¡Joseth! ¡Tranquilo!—me levanté de la mesa rápido, venía directo hacía mí, parecía otro.
—¡No me tranquilizare! Pusiste en riesgo mi trabajo y mi libertad ¿y me pides qué me tranquilice?. ¡Por favor, Linda!—se puso las manos en la cabeza y empezó a caminar desesperado.
Me sentía mal por él, había sido una estúpida.
—Está bien, fue muy estúpido de mi parte— me acerqué y me puse frente a él—yo lo solucionare, ¿dónde está el arma?.
—En el almacén, revisarán las huellas pronto—se alejó de mí, no podía verme.
—Iré por ella—dije decidida.
—¿Estás loca? ¿Cómo piensas entrar?—me volteó a ver, pero era una mirada muy fría, sus ojos me mataban.
—No lo sé, puedo seducir a alguien... al guardia.
—No es tan fácil, hay cámaras. Además no creo que sea tan estúpido— se sentó en el sillón, y agachó su cabeza.
—Debe haber alguna manera, tú conoces ese lugar. Quiero arreglar lo que hice, Joseth. Ayúdame tú también—le supliqué mientras me sentaba de rodillas frente a él. Me sentía pésima.
—Bueno...—me miró más tranquilo, no soportaba ver esa preocupación en sus ojos. Él se había ganado cierto apreció por su ayuda. No podía dejar que saliera afectado.
—¿Dónde está ese almacén?—le pregunté mientras me perdía en esos ojos claros.
—Donde trabajo, en la parte trasera. ¿Irás por ella? Yo podría ir...
—No, puedes perder tu trabajo, lo haré yo—me puse de píe—me has ayudado mucho, eres mi socio ¿recuerdas?. Yo te metí en ésto, así que yo te sacaré. Confía en mí— le dediqué una pequeña sonrisa sincera para tranquilizarlo.
—¿Qué harás?—se puso de píe frente a mí.
—Tú déjamelo a mí.
—No lo matarás, ¿o sí?—me miró preocupado—no creo que te convenga hacer eso.
—Confía en mí, todo saldrá bien—le dije mientras lo miraba profundamente a los ojos.

—Hace frío, ¿no creé?—le dije al guardia.
—Sí—dijo él infeliz, parecía no interesarle nada.
—¿Me dejarías entrar a tu pequeña casita? Se ve muy cómoda—dije mientras lanzaba una mirada coqueta.
—Hhmm—era un gruñón ese maldito—pues pasa. Pero no me gustan las prostitutas—dijo mientras me miraba como una basura.
—Ah. No soy prostituta—dije fríamente, maldito bastardo.
—Vienen aquí todo el tiempo, son una maldita plaga.
—No soy una prostituta—le levanté la voz—tengo frío, acabó de salir de mi trabajo. Pensé que como eres policía me ayudarías. ¿A caso visto como una prostituta?—dije con real indignación. ¿Cómo se atrevía a llamarme así?. Estaba muy molesta. Me di la vuelta y empecé a alejarme.
—¡Hey! Perdón, ven, no era mi intención. Sólo que siempre vienen y ya no se sabe—parecía apenado.
—Está bien, sólo porque muero de frío—y entre a la pequeña casita, era más pequeña de lo que parecía, pero cálida.
—¿Por qué no viene alguien por ti?— preguntó interesado.
—Vivo sola, no me gusta depender de nadie.
—Ah, ya veo. Eso está bien, pero deberías pedir ayuda a un amigo o alguien—debía admitir que era buena persona.
—Lo sé, creo que a la próxima pediré que vengan por mí. ¿Usted ve todo desde aquí?—pregunté interesada.
—Sí, veo todo desde estás pantallas. ¿Por qué?
—Sólo curiosidad. Jamás había estado aquí, es interesante, digo, tiene muchas cosas—le sonreí. Él me devolvió la sonrisa.
Era un hombre como de 40 años, bastante amable, pero sólo venía por algo, y no me iría sin ello.
—¿Y hay más guardias dentro?
—Sí—me miró—¿Por qué tanta curiosidad?
—Oh bueno, soy muy curiosa. Lamentó si incómode—me encogí de hombros.
—Está bien, no te preocupes—hubo un silenció muy incómodo—ya vengo, saldré a fumar un cigarrillo.
—Está bien, yo hago guardia—sonreí amigable. Él sonrió también mientras sacaba su cajetilla.

Cuando cerró la puerta tras de sí, busqué en mi bolsa unos sedantes. No sabía cuantos usar, así que use sólo dos, quería suficiente tiempo, pero no quería matarlo. Era muy amigable. Puse las pastillas en su café y lo revolví con un lápiz. Estaba muy nerviosa. No quería hacerle daño.
—¡Wow! ¡Qué rápido es!—dije
—Es que hace demasiado frío.
—Lo sé—dio unos cuantos sorbos a su café.
Miré hacía otro lado, me sentía culpable. Era estúpido que me sintiera así, pero no me había faltado al respeto en ningún momento, sólo cuando pensó que era prostituta.
—¿En dónde trabajas?— me preguntó.
—En el bar que esta a unas calles-me volteó a ver sorprendido.
—¿Ahí? Pero dijiste que no eras prostituta.
—No lo soy, soy mesera solamente—no sé porque diablos me sentía mal al mentirle.
—Ah. Dios, creo que necesito un café más fuerte—ese sedante empezaba a hacer su trabajo.
—Oh, ¿quiere qué llene su taza?
—Sí, por favor—parecía un borracho. Sinceramente me asusté, creo que eran demasiadas pastillas.

Estaba llenando su taza, pero cuando volteé, ya estaba en coma.
—Aquí está su café—dije mientras le dejaba su taza a su lado—muchas gracias por su amabilidad—y lo decía en serio.
Antes de salir me tapé el rostro. Iba de negro. Tome las llaves y unas tarjetas de entrada que tenia el señor en su bolso, Joseth me había dicho eso.

Cuando abrí la puerta todo era silenció. Había muchas puertas, parecía un laberinto.
Caminé con cuidado, no sabía si había guardias, pero no se escuchaba ni una respiración.
Encontré la puerta de evidencias. Probé con unas 5 llaves, hasta dar con la correcta. Tenía que darme prisa, no quería que despertará.
Busqué a toda prisa, todo era muy ordenado, debía agradecerle a la administración por colocar un estanque por fecha.
—El arma, el arma, el arma—no paraba de decír mientras buscaba en las cajas. Tenía puestos mis guantes de piel, no dejaría huellas.
—¡El arma!—grité emocionada cuando la vi, me la eché a la bolsa y puse todo en su lugar. Salí rápido de ahí, cuando miré hacia la pequeña casita él guardia seguía dormido, le dejé sus llaves y las tarjetas. Esperó no le haya pasado nada.

Me sentí tranquila. Llamé a Joseth y este sonaba desesperado.
—¿Qué pasó?
—Ya está, la tengo.
—¿Tan rápido? ¿Qué hiciste?
—Sólo de di unos sedantes, estará bien, creo.
—Bien. ¿Dejaste huellas?
—No, me puse los guantes. Tranquilo, no sabrán nada, no tienen evidencias.
Colgué, Joseth parecía más tranquilo.
Yo me sentía mejor, podría seguir llevando mi venganza, y está vez, no dejaré evidencias en mi próxima víctima... él abuelo.

Belleza Asesina Where stories live. Discover now