4- Socios

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Estaba ya en casa tomando el desayuno. Pan tostado y jugo. Jamás he comido mucho, nunca he sido de gran apetito.
Estaba sentada frente al televisor y de pronto escuche que alguien tocaba.
—Buenos días, Linda. ¿Cómo paso la noche?—no me agradó como dijo eso último. Seguramente ese policía era igual a todos los infelices.
—Bien, gracias—dije mientras volvía a sentarme y él apagaba el televisor.
—¡Hey! ¿Qué te pasa?— me levanté rápido, estaba muy irritada.
—¿Me podrías explicar que hacías en el bar del manso?—me clavó la mirada a los ojos. Estaba muy nerviosa. ¿Cómo rayos lo sabía?.
—¿A caso no puedo salir?—dije mientras volvía a tomar una rebanada de pan.
—Tenías miedo de que te encontrarán, ¿y te das el lujo de ir a un lugar tan peligroso?—tenía que inventar algo ya.
—Tan sólo fui a tomar una copa. Además le pedí prestado unos billetes para asegurar mi futuro, ya sabes— dije mientras encogía los hombros.
—¿Y qué le diste a cambio?—seguía clavandome la mirada. Dios, no me dejaba pensar.
—Ya sabes, que más le puedo dar— sonreí. Pero era obvio que a él no le convencía en absoluto.

Comenzó a caminar por la habitación, y sacó algo de su abrigo negro. Era una carpeta llena de papeles y la tiró sobre la mesa.
—Él manso murió—dijo viendo hacía la ventana.
—Ah. ¿Sobredosis?—dije con indiferencia.
—Lo asesinaron—volvió y me clavo la mirada de nuevo. Agg. Él lo sabía, sabía que había sido yo—Mira el expediente.
Lo tome y empecé a hojearlo. Era todo sobre el manso, sus negocios, robos, todos sobre él.
—¿Y a mí qué?—lancé el expediente a la mesa.
—Me pareció raro—caminó hacía mí—la asesina no fue tan lista, olvidó limpiar las huellas—tenía razón, había olvidado eso como una vil estúpida. ¿Cómo pude ser tan idiota?.

—Que tonta—creo que eso sonó más para mí, que como un comentario.
—Cuando buscamos las huellas en el sistema, no encontramos nada— me miró, su mirada me mataba. El color miel de sus ojos parecía ser aún más profundos—¿Por qué lo hiciste?—no tenía escapatoria, no servía inventar mentiras. Me senté en el sillón.
—Tú harías lo mismo. Fueron hombres que abusaron de mí por años. No sabes cuanto los detestó. Son animales, ¡todos! ¡todos merecen morir! Pagar por lo que me hicieron. No se quedará esto así—estaba temblando y llorando de rabia.
—Hey, tranquila—me abrazó. No pude evitarlo y rompí en llanto. Jamás había sentido el apoyo de alguien, el consuelo. Se sentía bien—tranquila. Te entiendo. Si hubiera estado en tu lugar también lo habría hecho, pero no hubiera dejado tantas huellas— me sonrió. Y sonreí también.
—¿Me vas a detener?—dije mientras me limpiaba las lágrimas.
—No. Eres una asesina que no existe, ¿recuerdas?—volvió a sonreírme, pero esta vez con mucha ternura.
—Cierto. Pero... tú me denunciaras— dije casi preguntando.
—No— y se levantó del sillón—creo que es justo, tuviste tus razones. Eres una mujer muy valiente, y te felicito. Pero no puedes ir matando a todos los que te hicieron daño.
—¿Por qué no? Dijiste que era justo— se dio la vuelta, era obvio que estaba confundido.
—Te pueden encontrar. Te investigarán, no nosotros, ellos, haya fuera te matarán—parecía que se preocupaba por mí, eso era realmente extraño y nuevo para mí.
—No importa, me arriesgare. Conozco sus socios, la manera en que trabajan. Sé como cuidarme—dije mientras me ponía de píe.
—Si esa es tu decisión, está bien. Pero no podrás seguir ocultandote aquí. Empezarán a investigarte. Eres la única que conocemos que no está en el sistema. Te investigarán primero a ti.

—Ayúdame— le dije al oído.
—¿Qué?— se dio la vuelta rápido— ¿Estás loca? ¿A caso sabes lo que me pides? Pongo en riesgo hasta mi vida.
—Nadie tiene porque enterarse de que hablamos. Ayúdame por favor, tú me puedes decír donde se encuentran— él movía la cabeza negando— por favor, dijiste que tú harías lo mismo, ayúdame, te lo ruego. Necesito sentirme libre, saber que ellos pagaron por el daño que me hicieron—le dije casi llorando, se lo decía de corazón. Era lo que más anhelaba.
—¡Aaahh! Linda, ésto que me pides es complicado.
—¿Por qué? Yo seré la que los maté. Tú sólo me mostrarás sus expedientes. Te los regresare rápido, lo prometo— lo miraba con ansías. Sabía que él estaba de acuerdo, pero dudaba.
—Está bien, pero me hablarás como aún desconocido—se alejó un poco de mí.
—Sí, te lo prometo—sonreí, me sentía tan contenta.
—En público llámame Lic. Montes— dijo en tono muy serio—cuando estemos solos llámame Joseth, si gustas.
—Está bien, Joseth—me levanté y le dí la mano—será un gustó ser tu socia— y le guiñe un ojo.

Eran las doce de la noche cuando el teléfono sonó.
—¿Linda?—dijo Joseth.
—¿Si? ¿Qué sucede?—dije algo preocupada, temía que alguien sospechara algo.
—¿Conoces al buitre?
—¿Conocerlo? Já, era un inversor favorito del cerdo. ¿Por qué?—dije con real interés.
—Tengo información del bastardo. Y pensé que te interesaría.
—¿Dónde está?
—Sabía que te interesaría. Mira, si supiera donde está, ya lo habríamos capturado, ¿no crees?—me hizo quedar como una tonta, pero tenía razón, fue una pregunta algo estúpida.
—Ahh. ¿Y para qué me dices?—dije algo molesta.
—Dijiste que era una de los principales inversores, pensé que sabrías donde está.
—No, no lo sé. A él jamás lo visitaba. Siempre iba al bar.
—Bueno. Pero, tengo su número de teléfono—podría jurar que el sonreía del otro lado.
—¿Cómo lo conseguiste?—dije algo impresionada.
—Convencimos a uno de sus trabajadores que nos lo proporcionará, y tendría una condena menor.
—Ah. Muy bien. Já, me impresionas.
—Bueno, son negocios—debía admitir que ésto me encantaba.
—¿Quieres llamarle?
—Hasta la pregunta ofende—sonreí, ansiaba matar de nuevo, un infeliz menos. Poco a poco me liberaba de mi infierno.

—¿Sí?—contestó una voz gruñona, debía de estar el infeliz en una fiesta.
—Hola, Buitre. ¿Cómo estás?—dije en un tono muy provocativo.
—¿Quién habla?— dijo muy interesado. Cada vez la música se escuchaba menos.
—Soy Linda, ¿me recuerdas?
—Aahh. ¡Linda! ¿Cómo obtuviste mi número?
—¿No recuerdas, querido?—quería reírme a carcajadas—me lo diste hace poco, creo que estabas demasiado ebrio como siempre.
—Ah, sí. Creo que recuerdo. Que bueno que me llamas, Linda.
—¿Te da gusto?—dije nuevamente con un tono provocativo.
—Claro, te extrañaba—era increíble su nivel de hipocresía. No sabía si reírme o gritar de la rabia.
—Yo también te extrañaba, me encanta tu presencia. Ya sabes.
—¿Cuándo vienes?—dijo en tono malicioso.
—No sé. ¿Dónde estás, querido?
—¿Recuerdas el bar "La roca"?
—Sí, por supuesto—no tenía ni idea de donde estaba eso.
—Bueno, aquí estaré trabajando. Por negocios, ya sabes—lo dijo como si fuera su mayor orgullo.
—Bueno, iré por ti. Ansío verte—y si lo ansiaba, quería ver su cuerpo sin vida.
—Aquí te estaré esperando, lindura.

Tenía que prepararme, mi próxima víctima sería el Buitre, y ansiaba matarlo, quería verlo muerto. Estaba emocionada. Casi brindaba de la alegría. Iría hoy.
Hoy ese infeliz maldito iba a morir.

Belleza Asesina Where stories live. Discover now