Capitulo10

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Y encima está ese dichoso virus andando por ahí.

Dinah tenía un molesto dolor de cabeza, y le costaba concentrarse en lo que le estaba diciendo Camila.

—Según parece es bastante fastidioso —siguió hablando su vecina—. Desde que me lo contaron, estoy planteándome si no llevar a George al parvulario unos días.

Dinah sintió una punzada de envidia. Su amiga podía permitirse ese lujo, pero ella, aunque quisiera, no podía dejar de llevar a Oliver al parvulario, porque tenía que ir a trabajar para poder mantenerlos a los dos, y no podía ocuparse de él.

Cuando Camila una vez se hubo marchado, Dinah miró algo preocupada a su pequeño. Aunque había estado jugando tan contento con su amiguito George, le parecía verlo un poco apagado.

— ¿Te ha vuelto a molestar la barriguita, cariño? —le preguntó.

Alex, en lugar de responder, le hizo a su vez otra pregunta, que la dejó de piedra:

— ¿Va a venir Liam otra vez a casa?

A Dinah se le había hecho un nudo en la garganta, y sintió un intenso dolor en el alma. Aquella tarde, en los brazos de Liam, no le había quedado lugar a dudas de que seguía enamorada de él pero él en cambio ya no sentía nada por ella. De hecho, hacía ya cinco años que había dejado de amarla, y dudaba que pudiese resucitar un sentimiento que llevaba tanto tiempo muerto.

—No Alex, no va a volver —le dijo en un tono quedo, sintiendo una punzada en el pecho al ver la desilusión escrita en su rostro.

—Pero yo quiero que vuelva —insistió él.

Dinah le acarició el cabello, sintiéndose fatal ante la mirada acusadora de su hijo, y de pronto, para horror suyo, le hizo la pregunta que más había temido desde su nacimiento:

— ¿Por qué yo no tengo un papá, como George?

La angustia y la desesperación se apoderaron de ella. ¿Cómo podía decirle que sí lo tenía, pero que su padre no quería saber nada de él? Era demasiado pequeño para entender la verdad, pero no quería mentirle.

—No todas las mamás y los papás viven juntos, como la mamá y el papá de George —le explicó suavemente, observando su pequeño rostro mientras el chiquillo digería sus palabras.

—Entonces, ¿dónde vive mi papá?

El dolor de cabeza de Dinah se estaba intensificando por momentos, y el saber que un día Alex no se con formaría con esas medias verdades le pesaba en el corazón como si alguien hubiera colocado encima un enorme yunque.

—Vaya, fíjate qué tarde se ha hecho —le dijo señalando el reloj—. Ya es hora de irse a la cama. ¿Qué cuento quieres que te lea esta noche?

Por un instante, creyó que iba a protestar por que intentara cambiar de tema, y que iba a repetir la pregunta, pero para alivio suyo no lo hizo.

—El del patito feo.

Liam miraba sin ver la panorámica desde los ventanales del lujoso ático que había alquilado. Esa noche había salido a la terraza con la intención de tomar el aire y admirar la panorámica de la ciudad, pero, en vez de eso, una y otra vez empezaba a pensar en Dinah sin poder evitarlo.

Durante aquellos cinco años, en las pocas ocasiones en que se había permitido pensar en Dinah, siempre se la había imaginado feliz, viviendo en una casita de ensueño en el campo, con un marido complaciente y un montón de críos. Quizá por eso le hubiese chocado tanto ver su realidad. Cierto que había cumplido su sueño de ser madre, pero, ¿dónde estaba el hombre que debería estar ayudándola a criar a su hijo, cuidando de ella, mimándola?

Liam no había olvidado cómo había sido su vida antes de hacerse rico, y sabía muy bien lo difícil que debía de estar siendo para Dinah sacar adelante a su pequeño con el modesto sueldo que ganaba.

¿Por qué diablos no le habría exigido al menos a aquel bastardo que los había abandonado que le pasase una pensión? Enfadado, se pasó una mano por el cabello. Cuando se conocieron, él era un muchacho sin educación ni modales, resentido con la sociedad, y Dinah no sólo le había dado su amor, le había dado muchísimo más. Lo había ayudado, lo había apoyado, y había sido en buena parte gracias a la fe que había de mostrado tener en él por lo que se había convertido en el hombre de éxito que era. Si tan sólo supiera cómo pagarle esa deuda que tenía con ella...

Se apartó de la ventana, e inspiró profundamente, preguntándose si Dinah habría amado al padre de su hijo. De pronto tuvo una idea. Se quedó mirando las llaves del coche que descansaban sobre la mesita junto al sofá. No tardaría ni media hora en llegar al pueblecito donde vivía.

Sí, eso era lo que iba a hacer; insistiría hasta que le dijese el nombre del padre de Alex, y buscaría a ese canalla para ponerlo al corriente de sus obligaciones para con su hijo y la madre de su hijo y asegurarse de que cumpliera con ellas.

Alex  estaba ya en la cama, durmiendo, y el dolor de cabeza de Dinah finalmente había remitido, así que aprovechó para ponerse a planchar en la cocina. Le gustaba hacer todas las tareas posibles cuando Alex ya estaba acostado, porque así tenía tiempo libre el fin de semana para poder estar con él.


Destino (Diniam) Adaptadaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن