Recuerdo 8

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Hoy es el día. Es el cumpleaños de mi Thara. Tenía listo todo para ir a verla.

En una canasta llevaba un pequeño mantel rojo a cuadros, un pastel de chocolate (el favorito de Thara) que yo horneé, leche de fresa, dos vasos, dos platos, una corona de flores que había hecho en el parque y una nota que sólo yo podía leer.

Me puse un vestido de manga corta azul pastel con holanes y encaje. Cepillé mi cabello y lo adorné con una flor azul celeste.

Todo estaba listo.

Tomé un poco dinero y partí hacia la casa de mis padres, pero esta vez no iría a visitarlos.

Mientras abordaba el metro vi a varias parejas tomadas de la mano, en estos momentos extrañaba a Thara. Si pudiera escucharla seguro me reclamaría por no rehacer mi vida con otra persona. Pero para mí sería imposible amar a alguien que no fuera ella.

Al transbordar de estación tropecé con alguien al estar sumergida en mis pensamientos. Por suerte no le pasó nada a la canasta.

-Disculpa.

-Oh no, fue mi culpa- era la voz de una chica.

Aún sin levantar la vista, ella me ayudó a levantarme.

-Gracias...

-Descuida- su cabello era negro, sus ojos de color rubí y sus labios me sonreían apenados.

Por una fracción de segundo pensé que era Thara. Mi corazón no lo soportó y pequeñas lágrimas comenzaron a caer.

Antes de que la chica dijera algo me apresuré por subirme a un vagón. Tomé un asiento y escondí mi cara en mis manos.

Todo el trayecto me la pasé llorando.

Llegamos a la última estación y bajé. Caminé hasta la primaria pero aún seguía llorando.

Esta vez tomé un camino diferente a la casa de mis padres. Esta vez sería un lugar muy distinto.

Mis piernas se movían automáticamente, yo procuraba no pensar mucho en el lugar al que iría.

En poco tiempo estaba parada delante de la puerta que cuidaba ese lugar. A través de las rejas se podían ver las lápidas, algunas grises, y otras olvidadas.

Cada paso que daba me acercaba más a la tumba de Thara. No era la primera vez que venía a verla, pero en esta ocasión mi corazón dolía más.

Me detuve en la tumba que tenía más flores y de la canasta saqué el mantelito, lo puse sobre el pasto y me senté.

Saqué el pastel, los vasos, los platos, la leche, la corona de flores y la pequeña nota.

-Feliz cumpleaños Thara.

Tomé la corona de flores y la coloqué sobre la lápida. Corté dos rebanadas de pastel, serví una en cada plato, lo mismo hice con la leche. Dejé el plato y el vaso correspondiente frente a la lápida.

Los pajaritos cantaban y las cigarras los acompañaban en esa melodía.

Comí mi pastel mientras jugaba con el escaso pasto que crecía. Cuando terminé, tomé la hoja de papel para leerla.

La nota era de Thara. La había escrito para mí antes de su muerte. Ella murió un día después de las vacaciones de el segundo año de secundaria. Hace tres años.

Querida Ika:

Te pido disculpas si mi letra es horrible, pero no puedo escribir mejor.
Mi padre llegó oliendo a alcohol. Me acerqué a él para ayudarlo pero me golpeó. Siento no haberte llamado, pero creo que es mejor así.
Tal vez para cuando encuentres esto ya no esté viva. Y lo siento por eso. Pero quiero que sepas que te amo. Ya no puedo sostener la pluma. Te amo.

Thara.

A medida que la nota acababa, la letra de Thara se iba haciendo con trazos más débiles. Era inevitable llorar.

Lloré y lloré, hasta que la luz se tornó naranja.

Abracé a la lápida mientras le susurraba.

-Mañana estaré contigo Thara, lo prometo.

Bese la fría piedra y emprendí el camino de vuelta a mi departamento.

Lo único que me motivaba era que el mañana estaba cerca.

Thara había muerto hace tres años, cuando teníamos catorce. Su padre dijo que había sido suicidio, incluso en ese momento Thara pensaba en su padre y escribió una carta suicida.

Nadie nunca ha leído ni leerá la carta que Thara escribió para mí.

Recuerdo ese día, era un domingo, así que me levanté tarde, pero un chillido incesante de sirenas inundaba mis tímpanos. El día anterior Thara y yo habíamos ido de paseo al parque, fue la última vez que la vi sonreír, y la última vez que sus labios besaron los míos.

El grito de mi mamá llamando a mi nombre me sobresaltó, así que, sin nada más que el vestido que usaba de pijama, bajé a la sala.

Mi mamá estaba al pie de las escaleras y sus ojos estaban llorosos. Papá no estaba a la vista.

-¿Mamá? ¿Qué pasa?

-Hija...- sus brazos me rodearon en un abrazo desesperado.

-¿Ocurre algo?

-Thara...- su llanto se hizo más insistente-. Thara murió.

-¿Qué?- un zumbido creció en mis oídos al mismo tiempo que la puerta se abría dejando ver a mi papá con lágrimas en los ojos.

Mis piernas flanquearon y mi madre cayó a mi lado.

-Ika...- mi papá se acercó a mí, pero por alguna razón no podía reaccionar a nada-. Esto es para ti- papá tomó mi mano y dejó en mi palma una hoja doblada y con suaves rastros de sangre.

-Es una broma, ¿verdad? Thara les dijo que hicieran esto, q-quiere asustarme... ¡¿verdad?!- las lágrimas asaltaron mis ojos y no se fueron durante todo el día.

El resto del día, de la semana, del mes y del año fueron absoluta y completamente grices, apagados, sin sentido. Thara ya no estaba. Y no volvería nunca.

Mis padres tuvieron que llevarme a un psicólogo, y sin notarlo mis muñecas tenían cortes profundos.

Desde ese momento estoy rota, y nadie puede arreglarlo.

Incluso ahora, mis muñecas, sin notarlo, se han ensuciado de un color marrón.

Pero ya no me importa, porque mañana es el gran día.

Our Story [Yuri]Where stories live. Discover now