Tuvo que moverse hasta uno de los costados de la plaza, lejos del área de juegos. Conforme se acercaba notó cómo la multitud guardaba silencio, como si estuviera observando algo tan asombroso que detuvo los murmullos maliciosos casi por completo. Las personas dejaron de empujarse y Kass avanzó con más de facilidad, aunque al llegar al límite de la multitud, su enojo fue reemplazado por asombro. Era como si la plaza hubiera perdido por completo su gravedad.

Los objetos flotaban a la deriva en el viento. Piedras, botes de basura, ramas secas, incluso las armas de algunos de los merodeadores; quienes retrocedían y trataban de escapar de lo que estuviera causando eso. Kass miró con fascinación a los objetos que se elevaban como si estuvieran llenos de aire caliente o helio, flotando perezosamente. Lo único que logró traerla de vuelta a la realidad fue el llanto de una niña. Parecía ser la única cosa que nadie más escuchaba, no se trataba de algo sutil, por lo que las personas a su alrededor la ignoraban de forma intencional. Kass bajó la mirada del cielo y se enfocó en lo que ocurría delante de sí.

—¡Ella no es peligrosa!

El grito desconcertó a Kass, por lo que buscó su origen en todas direcciones. Del otro lado de la plaza, cerca del área de juegos, se encontraba una mujer con rasgos asiáticos, cabello cortado a los hombros y vistiendo una falda blanca. Forcejeaba con un par de merodeadores, quienes intentan alejarla del lugar. La expresión en el rostro de Kass se deformó cuando logró reconocer a la mujer. No había sido una advertencia, sino una llamada de auxilio. Ella no es peligrosa.

Ella.

Los ojos de Kass escanearon el resto del lugar buscando a la persona de la que hablaba la mujer. Al fondo, debajo del balancín, se distinguía la figura de una niña. No lo pensó. Kass saltó el perímetro de seguridad que los merodeadores habían impuesto. Un par de ellos se sorprendieron cuando la vieron entrar a la zona sin gravedad. Apenas sus pies tocaron el suelo, Kass sintió cómo perdían el contacto con él casi de inmediato. Era más pesada que el resto de los objetos a su alrededor, por lo que no llegó a flotar a la deriva, pero se sentía mucho más ligera. Era como si su cuerpo hubiese perdido peso, pero a la vez sentía como si la densidad del aire a su alrededor hubiese aumentado, por lo que era más complicado moverse. Pero eso aplicaba para cualquier objeto que entrara en aquel espacio.

Uno de los merodeadores se giró hacia ella cuando la atrapó en su intento de acercarse a la niña, apuntó su pistola en dirección a la chica y disparó. Era un tiro certero, tomando en cuenta que Kass estaba atrapada en el aire espeso que generaba la habilidad de la niña, pero la bala no fue inmune a sus efectos. Al entrar en el espacio antigravedad se elevó, cambió de dirección y evitó la cabeza de Kass por apenas unos milímetros. La chica se apresuró tanto como pudo antes de que los hombres entendieran que podían ajustar la posición del tiro para compensar los cambios que generaba la habilidad. Kass sintió que demoró años en llegar hasta la zona de juegos, pero lo consiguió. Se aproximó al balancín y su cuerpo recuperó el peso casi de inmediato y el aire a su alrededor volvió a su densidad normal.

Kass metió las manos para no estrellarse de cara contra el suelo. Estaba aturdida e incómoda. Cuando levantó el rostro pudo ver a una niña a pocos metros de distancia. Tenía los mismos ojos rasgados que la mujer que le había enviado el mensaje, pero su piel era más oscura. Seguía llorando, aunque ahora era un sonido bajito que se perdía entre al alboroto que tomaba fuerza una vez más después de la interrupción de Kass. La niña levantó la cabeza de golpe cuando se percató de su presencia, Kass levantó las manos de inmediato para que ella viera que no tenía armas.

Ambas se miraron durante un largo segundo. Kass no pudo evitar pensar que la niña se encontraba en una situación muy similar a la que ella había pasado meses atrás. Aun así, el asunto era muy injusto. Estaban hablando de una niña que no podría sobrepasar los seis años, que estaba escondida mientras su madre gritaba pidiendo que la dejaran en paz.

Demons - EditadaWhere stories live. Discover now