-Tranquilo, cielito, -besó con fuerza mi mejilla -tu padre y yo volvemos a ser adolescentes cuando estáis dormidos.

«Genial» Pensé. «Ella y su forma indirecta-directa de decirme que tenían sexo cuando nos quedábamos dormidos. » Esos eran mis padres.

Cambié de tema.

- ¿Nos vamos a quedar solos? -No sé por qué lo hice, pero sonreí. Pero dejé de estirar los labios cuando sacudieron con la cabeza, negándolo. - ¿Entonces?

-Tu abuela está en camino -imaginé que era la madre de papá, ya que mis otros abuelos seguían viajando sin parar por la afición de la "fotografía".

Se despidieron de nosotros, y ni siquiera me dieron un dato importante: ¿A qué hora llegaría Leia? Con la abuela vigilándonos, la trastornada de mi tía Marjorie asustando a Isis con la excusa de que mi madre le traumatizó la infancia...pasaría la peor noche de mi vida. Así que en un descuido de mi hermana, cogí el teléfono y le mentí. Mentí a mi familia y más tarde eso tendría consecuencias no muy agradables.

Por mi cabeza pasó la fantástica idea de presentarme a la puerta de enfrente y ser educado con los nuevos vecinos. Encendí el televisor, busqué unos dibujos entretenidos, y cuando Isis se quedó enfrente sin pestañear, me dirigí hasta la puerta de casa para salir un par de minutos. Por supuesto que no ganaría el premio al hermano del año, pero confiaba en la renacuaja de que se comportaría y no se movería de allí.

Pero nada me estaba saliendo bien.

Al abrir, esa sonrisa maliciosa, esa mujer que me estrujó el pene con las manos estaba delante, rodeándole los hombros a su hija.

-Hola, Ginger.

Leia alzó la cabeza.

Me mostró una sonrisa tímida.

- ¿Recuerdas lo que te he dicho esta mañana, verdad? -Ella no era de saludar. Más bien, las amenazas por encima de todo. Asentí con la cabeza. -Cuídate, mi amor -abrazó a su hija y después le susurró algo en el oído. -Te he apuntado el número de la policía en un post-it que llevas en el bolsillo derecho de tus pantalones. Te quiero.

¡Qué exagerada que era!

-Adiós, Ginger -me crucé de brazos mientras la veía marchar. Tragué saliva cuando sus dedos imitaron el movimiento de unas tijeras y me apuntó en la entrepierna.

Cerré la puerta, y lo único que escuché de fondo fue la bienvenida que le dio Isis a Leia. Me rasqué la nuca con el gran fracaso que había tenido, y arrastré mis zapatillas de deporte hasta reunirme con ellas, que se encontraba en la cocina calentando la cena que nos habían dejado preparada.

Esa chica, la hija de Byron Ross se mantuvo callada, y con la única persona que mantenía una conversación entretenida era con mi hermana de cinco años.

Abrí la puerta del horno cuando el pitido resonó por toda la cocina.

- ¿Por qué le mientes a las chicas? -preguntó de repente, posicionándose detrás de mí.

La miré por encima del hombro, con una ceja alzada.

- ¿Por qué te gusta Collins?

Silencio.

Saqué con cuidado la rendija del horno.

-No has respondido a mi pregunta.

¿Eso es lo que quería saber de mí? ¿Por qué fingía ser virgen?

-Porque funciona para ligar -concluí.

Y entonces me preparé para sacar el pollo con patatas, sin esperar, que esa chica que se escondía de los alumnos de nuestro instituto me pediría algo que jamás pensé que soltaría esa boquita que se tapaba por miedo a decir una estupidez y no gustar a los demás.

-Ayúdame a conquistar a Collins.

No sé qué me pasó, pero reaccioné de una forma un tanto...

- ¡Aaaaah! -muy torpe.

Volqué la rendija, sintiendo como las manoplas de cocina no sirvieron de nada y quemaron las palmas de mi mano. La comida me cayó encima del pantalón de chándal, quemándome por completo. Estaba sufriendo, intentando respirar para no soltar otro grito típico de una colegiala asustada por ver una maldita araña.

- ¿Estás bien? -sacudí la cabeza. -¿Quieres que te ayude?

-P-Por f-favor.

Las piernas me temblaban.

Necesitaba quitarme los pantalones.

Ignoré que el timbre sonó.

-B-Bájame los pantalones -dije lentamente.

- ¿Qué? -se apartó de mi lado.

- ¡Me estoy quemando, maldita sea!

Al darse cuenta que mi cara estaría ardiendo del calor de sentir todo ese aceite cubriendo la parte de debajo de mi ropa, se dignó a arrodillarse delante de mí para ayudarme ya que no podía usar las manos.

-No puedo deshacer el nudo.

-Voy a tener quemaduras de segundo grado. ¡Córtalo con algo!

Pasó de buscar unas tijeras.

-Lo quitaré con la boca -puso las manos a cada lado de mi cintura y de repente me calmé un poco. Ella se acercó lentamente, dudosa pero decidida en hacer algo rápido e irse corriendo. Acercó sus labios al cordón de los pantalones y...

Un grito nos heló la sangre.

Mi hermana había abierto la puerta.

Era Ginger.

Desde el ángulo en el que nos observaba...parecía que su única hija me estaba haciendo una felación.

Iba a morir.

Estaba más que muerto.


¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora