III

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Amber gritaba de forma histérica ante su padre. Tenía los ojos inundados en lágrimas y sus extremidades temblaban sin control.

– Mamá no puede haber muerto, ella no… ¿Por qué? – tapó su rostro con las manos y sollozó más fuerte, luego volvió a mirar a su padre con el rostro enrojecido–. Ha sido culpa tuya…– su voz sonaba neutra, esta vez no mostraba enfado ni tristeza. Era una voz sin sentimientos.

Ryan cambió su rostro a una mueca que expresaba un dolor aún más hondo del que había sentido antes.

– Yo…– agachó la cabeza mirando al suelo, no se sentía capaz de mirar al rostro de su hija de doce años, que acababa de decirle lo que más le aterraba aceptar–. Lo siento, tienes razón. Nunca debí daros esta vida que llevo, pero es lo único que he sabido hacer, crecí entre los chalecos, dinero y armas del club. Mi padre nunca me ayudó a hacer los deberes del colegio, en su lugar me enseñó a montar en moto y a disparar un arma sin importar quien estuviera en el otro extremo del cañón.

– Papá, yo… – ella abrazó a su padre sin acabar de decir la frase, Ryan la apretó con fuerza entre sus brazos–.  Conozco cómo funciona esto papá, sé que ahora debes vengarte y no puedo hacer nada por evitarlo. Pero pase lo que pase no me dejes sola, por favor.

Ambos se abrazaron más fuerte en el silencio de aquella casa donde el ambiente dramático era tan espeso que incluso dificultaba la respiración.

Amber lo miró fijamente con sus ojos verde claro, ahora enrojecidos como el resto de la cara. Tenía el labio inferior en forma de puchero y lo mordía suavemente con nerviosismo por no saber qué iba a ocurrir exactamente. Cómo iba a ocurrir.

Se escuchó el ruido de una llave girando la cerradura de la puerta. Tras ella apareció Mason, Amber se quedó mirando a sus tristes ojos azules un instante, como si buscara una señal de asentimiento para correr a abrazarlo y llorar en brazos del que siempre había conocido como su tío. Él la abrazó con fuerza. Miraba sobre la cabeza de la joven a Ryan, quien los observaba tapándose la boca con ambas manos. Un rato después Amber soltó la cintura de su tío, se giró para mirar a su padre y señaló hacia la puerta de su habitación.

– Voy a ir a tumbarme y escuchar música, supongo que vosotros tenéis mucho de que hablar, y no estoy preparada para oírlo – ambos adultos asintieron y Mason acarició el cabello de la joven justo antes de que ésta se adentrase en su habitación cerrando a su paso la puerta.

El dia se ha idoΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα