Capítulo 7. Amanda

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Había tantas, pero tantas cosas mal en todo aquello...

Primero, el nuevo novio de mi madre era un maldito yogurin. No que para mí lo fuese, porque según entendí tenía casi treinta años, ¡pero sí para ella! Mi madre acababa de cumplir los cuarenta, no podía enrollarse con un hombre diez años menor...

Segundo, mi lasaña de verduras se había quemado por un lado de la bandeja, el que quedaba más profundo dentro del horno. Parece una tontería, pero después del tiempo que me llevó hacerlo porque mi madre me lo pidió expresamente aunque yo no quisiera, me daba mucha rabia.

Tercero, por la forma en que mi hermano pequeño estaba mirando a Daniel, podía decir que ya le adoraba. Apenas habían intercambiado dos palabras sobre videojuegos, y ya le veía en nuestra vida.

Cuarto, Nate Lewis. El nuevo novio de mi madre no solo era un yogurin, sino que su hermano pequeño resultó ser uno de mis compañeros de clase.

Genial, mamá. Muchas gracias por tremenda humillación pública.

Y cinco, el hecho de que yo siempre acabase provocando que la humillación fuese peor. Apenas hablé con Nate cuando me llevé su sudadera sucia a lavar y le traje un jersey viejo de mi padre en su lugar, el que yo usaba a veces en casa, para recordarlo.

No podía tener nada en contra de él, porque en los pocos y desafortunados tratos que habíamos tenido, él se había mostrado amable. Pero sabía de su fama de chico rebelde, mimado y rico. Era una persona a la que no le faltaba de nada y eso era injusto. Por no hablar de la forma en la que parecía que todo lo referente a los demás le resbalaba. Tenía esa mirada, como ahora mientras simulaba escuchar a mi madre, que te transmitía sentimiento de aburrimiento y superioridad. Como si él se creyera mejor que los demás.

Y verle usando el jersey de papá no ayudaba.

La cena en general fue un auténtico desastre, al menos desde mi punto de vista, porque Dowson se lo pasó bastante bien hablando de videojuegos con Daniel. Por mi parte, yo no dejaba de lanzarle miradas a Nate. A su vez, me pareció notar que él hacía lo mismo conmigo. ¿Qué estaría pensando? ¿Diría algo en el instituto?

Por el amor de Dios, ¡mi madre estaba saliendo con su hermano!

Cuando llegó el momento de recoger la mesa no pude desaprovechar la oportunidad de ofrecerme a hacerlo y huir de la tensión que se había recreado en la habitación. Tomé todos los platos y cubiertos y salí apresuradamente del comedor a la cocina, con cuidado de no tropezar y volver a manchar el suelo con comida. Llegué a ganarme una mirada reprobadora de mi madre, de esas que rezan "ya hablaremos de tu mal comportamiento antisocial una vez los invitados se hayan ido".

Dejé escapar el aire contenido y tomé una respiración profunda una vez posé los platos en la pileta. Aún notaba la tensión tirando de mis músculos, machacando mis huesos y molestando en mis pulmones, que habían trabajado durante toda la cena en una respiración constante. Yo no era una persona asocial, siempre tuve amigos, siempre me relacioné con los demás y fui educada. Simplemente, ahora no podía. No podía conocer un novio más, otro intento de sustituto de mi padre, otra decepción de mi madre, otra desilusión para Dawson...

Añadiéndole el plus de que ahora estaba incluido un compañero del instituto.

—¿Podemos hablar?

Me volví de golpe hacia la puerta de la cocina, sobresaltada. Nate Lewis estaba allí, cargando con la fuente de lasaña vacía. La luz del flexo se reflejaba en su cabello oscuro y despeinado, haciéndole brillar en contraste con sus ojos claros.

Amor Fingido © || 6 de mayo 2021 en físicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora