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Los días en Dreamers solían ser largos y agitados. Las personas iban de un lado al otro, siempre buscando algo nuevo para hacer. Avril no era como ellos. Le gustaba sentarse en el pasto, caminar por la orilla guijarrosa del lago, subir a la azotea de alguno de los edificios para observar a los demás. El tiempo le había enseñado que la mejor forma de entender las cosas era mirar desde lejos, poner algo de distancia. El tiempo y la distancia no eran malos si se usaban bien, por el contrario, te permitían comprender lo que importaba, qué debías procurar y qué debías soltar. Avril era buena en eso: observar, procurar y soltar. Sus poderes le enseñaron a serlo.

A pesar de su personalidad parlanchina, Avril era muy tranquila. Por eso se encontraba sentada sobre el alfeizar de una de las ventanas del primer piso de la casa principal. La construcción contaba con tres plantas: las habitaciones estaban entre el segundo y el primer piso; las zonas comunes y de convivencia se encontraban en la planta baja, a excepción de la biblioteca que estaba en el primer piso, ahí era donde Avril estaba.

Contemplaba a las personas ir y venir en los terrenos. La biblioteca era una de las zonas más abandonadas de la casa, si bien seguía atiborrándose de libros, en realidad eran pocos quienes la frecuentaban, era un lugar tranquilo y silencioso. Al menos lo había sido hasta que el sonido de libros cayendo uno tras otro contra el suelo lo llenó todo.

Avril se puso de pie con cuidado, mirando en todas direcciones para tratar de encontrar la fuente del sonido. Al final tuvo que moverse entre las estanterías del fondo. En un inicio, la habitación había sido enorme, pero como los libros se acumularon con los años, ahora estaba llena de libreros pequeños e improvisados que iban desde la madera hasta el plástico.

Ella había creído que estaba sola, su error. Rodeó los muebles abarrotados de libros y logró ver a Kass sosteniendo una de las repisas de un estante que había colapsado debido al peso y la chica se estaba esforzando para que no cayera el suelo. Avril se adelantó y sorprendió a Kass quien la miró desconcertada cuando la ayudó a levantar el estante hasta colocarlo en su lugar.

—Gracias... —. La voz de la chica sonaba pausada, como si dudara en pronunciar la palabra.

—Parecía que necesitabas un poco de ayuda.

—Era más que un poco.

Kass miró los libros, la gran mayoría eran álbumes de fotografías. Avril la observó durante un segundo, la mano de Kass seguía apoyada en uno de ellos, como si estuviese planeando sacarlo, pero al final la dejó caer con un suspiro. La niña no era capaz de entender qué buscaba ahí y sentía que no tenían la cercanía para entrometerse en la vida de la otra. La había visto cortar una mano y había dado un paseo por el mundo de las sombras, pero eso no las volvía amigas, sin importar que algunos pudieran pensar diferente.

Kass apoyó la espalda contra el estante, mirándola como si esperara algo y como Avril no sabía qué, esperó callada, balanceándose de atrás hacia delante sobres sus pies. El tiempo funcionaba diferente en la cabeza de Avril, era casi como si, cuando lo quería, su mente viajara al mundo sombra sin atravesar un portal: las cosas a su alrededor se ralentizaban y ella tenía todo el tiempo del mundo para pensar. Vio los labios de Kass moverse, sin llegar a entender lo que le decía.

—¿Disculpa? —Avril parpadeó, el tiempo a su alrededor comenzó a correr de forma normal.

Una de las cejas de Kass estaba ligeramente levantada.

—¿Te encuentras bien? —preguntó con verdadera preocupación—. Te veías un poco... —batalló para encontrar la palabra correcta.

—¿Ausente?

—Dios, sí —. Una risilla nerviosa escapó de los labios de Kass.

Avril se le unió, evitando que la situación se volviera incómoda. Avanzó el paso que las separaba, apoyó la espalda en el mismo librero que Kass y se dejó caer hasta el suelo, doblando las piernas; de aquella manera nadie podía verla si entraba a la biblioteca. Sus ojos marrones brillantes se levantaron hasta el rostro de Kass y, tras sonreírle, dio un par de palmaditas al suelo a su lado. Kass se lo pensó por un momento antes de sentarse.

Demons - EditadaWhere stories live. Discover now