Parte 1

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Nuestros ojos captan todo al revés, es el cerebro quien acomoda la imagen.


Áagun 

1

Sábado: 7:33am

"La mayoría de las personas que pierden la visión aprenden a afrontar su pérdida agudizando sus otros sentidos".

Cerré el libro de golpe. Siempre hacía eso cuando me topaba con alguna frase interesante. Luego pensé:

¿Qué pasaría en el caso contrario?

¿Qué pasaría si alguien repentinamente obtuviera un sexto sentido?

¿Agudizaría también su percepción del mundo?

¿O entorpecería tanto sus otros sentidos que la ganancia se convertiría, paradójicamente, en una pérdida en la calidad de percepción que antes tenía?

Domingo: 7:33am

Al ver la camisa de rayas supe que algo no andaba bien.

Supe que este no sería un día normal.

Supe que esta locura no terminaría nada bien.

Mi mamá siempre me había dicho que desconfiara de las personas que se vestían igual, pues solo los que tenían un propósito en común se vestían de la misma manera.

Nada más peligroso que varias personas con un propósito en común.

2

Sábado: 1:52pm

—¿Alguna vez te has peleado con Áaron? —me preguntó la niña inteligente mientras me señalaba con su lápiz rosado.

—No.

Me torció los ojos. Me pregunté si ella sabía que hubo una época, siglos atrás, cuando torcer los ojos se consideraba un gesto sensual usado para flirtear o incitar el acto sexual. Probablemente no lo sabía.

Ella era una niña, después de todo.

Se me quedó mirando por un buen rato sin mostrar intenciones de anotar mi respuesta en su cuaderno. Después respiró profundo, hizo una mueca con sus labios y dijo:

—Tienes que ser honesto, Áagun.

—Estoy siendo honesto.

—No te creo.

Domingo: 1:52pm

—¡Ron, baja el arma!

No me escuchó.

No me prestó atención.

No le dio importancia a mis palabras.

Mi hermano estaba absorto en su propio mundo. Estaba rodeado por sus propios colores. Sus sentidos nublaban su juicio.

—¡Ron, escúchame!

Ada se colocó detrás de mí. Intercambiamos una rápida mirada de preocupación. Ella tenía el rostro mucho peor de lo que me había imaginado: tenía un ojo entrecerrado por culpa de la hinchazón, de su cabello descendía un rastro de sangre cuyo origen no logré identificar y su cachete derecho estaba completamente rasgado.

Ron alzó el arma y la apretó con sus dos manos. Pude ver cómo sus extremidades temblaban; cómo su respiración se agitaba cada vez más; cómo sudaba; cómo intentaba luchar contra su propia ira.

—¡Ron, mírame!

Él no era así.

Mi hermano no era un asesino.

Él ni siquiera sabía usar un arma.

Él era un buen chico.

Él era la clase de persona que se encerraba en los baños a llorar; la clase de persona que dormía con la luz encendida; la clase de persona que decía odiar a todo el mundo pero en realidad se preocupaba demasiado por lo que ellos pensaran de él.

Ron era un inocente y buen albino.

Él era mi hermano.

Pero la ira, sin embargo, lo estaba convirtiendo en alguien completamente diferente; alguien que nunca había visto antes. Todas esas emociones que se atropellaban en su cabeza habían cambiado completamente su percepción del mundo; habían borrado su identidad.

—Ron —estiré mis manos hacia él—, no lo hagas.

Él respiró con fuerza y, cediéndole su cuerpo a la ira, presionó el gatillo.

3

Sábado: 5:48pm

Había un problema con el "entendimiento".

Cuando entendías algo, era el fin del asunto.

No había más nada que hacer.

Si no entendías, sin embargo, te esperaba un largo camino de dudas o un incómodo atajo de ignorancia.

Pero el verdadero problema del asunto era, y eso lo descubrí aquí en este extraño y solitario centro comercial, cuando el "entendimiento" tomaba un atajo para llegar a ti.

Cuando Karina tomó su cuaderno y se fue con el señor de escaso cabello supe que había entendido cuál era el motivo de todas sus preguntas; pero, de alguna extraña manera, no estaba muy seguro de qué era eso que había entendido.

Domingo: 5:48pm

Cuando la bomba explotó los colores volvieron a mí.

Las figuras.

Las líneas.

Los puntos.

Todo era hermoso.

Mi cuerpo salió disparado y antes de caer en la grama entendí todo lo que desde un principio debí haber entendido.

¡Qué estúpido había sido!

Trillisas 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora