7.- LA VIDA EN LA EDAD MEDIA

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Nuestra imagen de la Edad Media, quizás más que la de otros períodos, ha sido falsificada de acuerdo con nuestros prejuicios. Unas veces la pintura ha sido demasiado negra, otras demasiado rosa. El siglo xviii, que no dudaba de sí, consideraba la época medieval como meramente bárbara: para Gibbon, los hombres de aquellos días fueron nuestros «rudos antepasados». La reacción contra la Revolución Francesa produjo la admiración romántica del absurdo, basada en la experiencia de que la razón conducía a la guillotina. Esto engendró una glorificación de la supuesta «edad de la caballería», popularizada entre la gente de habla inglesa por Sir Walter Scott. El muchacho o la muchacha medios probablemente están aún dominados por el concepto romántico de la Edad Media: él o ella imaginan un período en que los caballeros llevaban armaduras, embrazaban lanzas, decían «Válgame Dios» o «Vo to a bríos» e invariablemente eran corteses o iracundos; cuando todas las damas eran bellas y desgraciadas, pero seguramente se las salvaba al final de la historia. Hay un tercer concepto, completamente diferente, aunque, como el segundo, admira la Edad Media: es el concepto eclesiástico engendrado por antipatía a la 'Reforma. En este caso, el énfasis se pone en la piedad, la ortodoxia, la filosofía escolástica y la unificación de la Cristiandad por medio de la Iglesia. Como el concepto romántico, es una reacción contra la razón, pero una reacción menos candida, que se envuelve en formas de razón, y apela a un gran sistema de pensamiento que dominó el mundo en un tiempo y puede dominarlo aún.

En todos estos criterios hay elementos de verdad; la Edad Media fue ruda, fue caballeresca, fue piadosa. Pero, si deseamos ver un período realmente, no debemos contrastarlo con el nuestro, ya sea en ventaja o desventaja: debemos verlo tal como lo vieron los que vivieron en él. Sobre todo, tenemos que recordar que, en toda época, la mayoría de la gente es gente ordinaria, preocupada con el pan de cada día más que con los grandes temas de que tratan los historiadores. Esos ordinarios mortales están retratados por Miss Eileen Power en un libro delicioso, Medieval People, que va desde el tiempo de Carlomagno al de Enrique

VII. La única persona eminente de su galería es Marco Polo; las otras cinco son individuos más o menos oscuros, cuyas vidas han sido reconstruidas mediante los documentos que han sobrevivido. La caballería, que era un asunto aristocrático, no aparece en estos anales democráticos; los campesinos y los mercaderes británicos dan muestras de piedad, pero ésta no se aprecia tanto en los círculos eclesiásticos; y todos son mucho menos bárbaros de lo que se habría esperado en el siglo xvm. Hay, sin embargo, en favor del criterio «bárbaro», el notable contraste entre el arte veneciano anterior al Renacimiento y el arte chino del siglo

xiv. Se reproducen dos cuadros: uno de ellos es la ilustración veneciana del embarque de Marco Polo, el otro un paisaje chino de dicho siglo, obra de Chao Meng-Fu. Miss Power dice: «El paisaje de Chao Meng-Fu es evidentemente la obra de una civilización desarrollada y el otro cuadro un exponente de una civilización ingenua y casi infantil.» Todos los que los comparen tienen que estar de acuerdo.

Otro libro reciente, The Waning of the Middle Ages, por el profesor Huizinga, de Le i- den, nos da un cuadro extraordinariamente interesante de los siglos xiv y xv en Francia y en Flandes. En dicho lib ro, la caballería recibe la atención debida, no desde el punto de vista romántico, sino como un juego complicado que las clases superiores inventaron para aliviar el intolerable tedio de sus vidas. Una parte esencial de la caballería era el curioso concepto



¿Por qué no soy cristiano? Bertrand Rusell Where stories live. Discover now