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La taquilla de Kass se estrelló con fuerza cuando la cerró. Apoyó la frente contra el metal frío en un intento de despejarse un poco. Los contenedores de metal negro se alineaban a lo largo de uno de los muros en la planta baja del edificio. Era un cambio de color poco relevante, la mayoría de las cosas en el interior del centro eran negras o grises, principalmente grises. Entendía la preocupación de su tía, de verdad que lo hacía, ella también estaba angustiada de que todo ese trabajo fuera para nada, pero no podía lidiar con ello, no ese día.

Tenía suficiente con sus propios pensamientos fatalistas como para estar cargando con los de su tía. Se sentía fatal por la forma en la que había tenido que dejarla, seguramente con la palabra en la boca, pero podría disculparse cuando la viera más tarde. Se obligó a enderezarse, a respirar con calma. Presionó el pulgar de la mano derecha contra la palma izquierda, sintiendo al pequeño bulto incrustarse en su piel. La píldora estaba siempre escondida debajo de sus guantes. Era solo en caso de emergencia y jamás había tenido que usarla; ese pensamiento era reconfortante, tanto como la presión pulsante que se producía cada vez que apoyaba la mano.

Ajustó las cintas en sus muñecas para mantener todo en su lugar. Enfundada en aquel uniforme verdoso se sentía un paso más cerca de lograrlo, en unas horas las cosas habrían terminado y ella no tendría que recoger el uniforme de unidad de limpieza, la tarea que seguramente le asignarían en las fábricas si fallaba en aquello. Había pasado los últimos tres años entrenándose, no había tenido tiempo de especializarse en nada más, no iban a darle un trato especial por ser una buena para nada. Era consciente de que hace pocos minutos le había dicho a Zoey que no pasaría nada si ambas terminaban como obreras, pero Kass prefería terminar deambulando en las afueras que pertenecer al equipo de limpieza.

Podía lograrlo. Todo iba a estar bien, ella solo tenía que...

—¿Kassandra Cross?

La voz llegó a cortar de tajo las charlas de las personas que estaban en el corredor esperando su turno al lado de sus taquillas, todos enfundados en el mismo uniforme que ella. Las personas se replegaron contra la pared, dejando el corredor libre para el hombre que acaba de entrar, mirándose los unos a los otros, curiosos por el giro en los acontecimientos.

—¿Es alguno de ustedes? ¿Tal vez tú? —preguntó de forma amable a un chico de pie a su lado—. No soy nadie para juzgar, Kassandra es un nombre muy bonito, era el nombre de mi abuela y...

—No, señor, no soy yo —. Lo cortó con toda la educación que poseía.

—Oh, una lástima —volvió la vista a tableta en sus manos, el cristal era tan delgado que parecía que se rompería en cualquier momento—. Entonces, ¿Kassandra Cross?

No estaba segura de cuántas veces tenían que repetir su nombre para que ella entendiera que debía reaccionar. Suponía que tres eran suficiente, porque se separó de su taquilla y salió al corredor. Sintiendo las miradas de los demás examinados ahí reunidos, consciente de la presión que la píldora ejercía contra la palma de su mano mientras las cerraba en puños para mantenerse calmada.

—Ah, claro. Esto tiene más sentido —. No había burla en la voz de aquel sujeto, pero eso no evitó que Kass frunciera el ceño—. Podría seguirme, señorita Cross, hay un par de cosas que me gustaría preguntarle...

—Debe de haber un error—, el hombre la miró expectante, esperando—, señor. Aún no es mi turno, nos estaban llamando por...

—Lo sé —. Una sonrisa se formó en los labios del hombre tras interrumpirla—. Pero me gustaría hacerle algunas preguntas antes, si no le molesta —. Se hizo a un lado, cediéndole el paso, aunque sonaba amable no parecía que Kass tuviera otra opción.

Demons - EditadaWhere stories live. Discover now