[O1] El Viaje

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Me desperté con los golpes constantes de mi madre en mi puerta, ella era mi mejor amiga y mi única familia, pero lo cierto es que nunca había necesitado nada más aparte de ella, nunca me había planteado que mi vida hubiese sido mejor de tener un padre, eso nunca me ha importado, ella sigue siendo mi madre y punto.

-Caitlin, cielo- dijo entrando y subiendo las persianas, haciendo que toda la luz del sol penetrara en mi habitación, mientras yo arrugaba la cara en señal de protesta- Si no empiezas a vestirte, llegaremos tarde.

Asentí lentamente haciendo ruidos de queja y la escuché reírse mientras salía de mi habitación.

Tardé unos minutos en levantarme mientras miraba a mí alrededor la habitación blanca, con tonos azules claros, había un escritorio en madera blanca también, una cómoda y una mesita en el mismo material.

Pero lo que desentonaba en toda aquella nube blanca era mi colcha con el símbolo de la paz formado por distintos estampados de colores diferentes.

Me levanté de la cama y casi me tropiezo con la maleta abierta que estaba en el suelo, la aparté de una patada y cogí la ropa que tenía preparada en una silla, me la llevé conmigo al baño y me duché.

Cuando salí un rato después, con la toalla en la cabeza fui directamente a la cocina a por un vaso de zumo de naranja.

Por el arco de la cocina que daba al salón vi a mi madre leyendo una carta con los ojos llorosos.

-¿Qué pasa? ¿Qué dice?- le pregunté preocupada haciéndola sobresaltarse.

-No, nada, no te había visto- me dijo mientras volvía a meter la carta en el sobre y lo guardaba en un cajón de la mesa- En realidad no estaba leyéndola, estaba pensando en otra cosa.

-Parecías como... triste- le dije sentándome a su lado.

-Es porque mi niña se hace mayor- me dijo sonriendo.

Lo que quieres decir es que nos vamos de viaje el fin de semana a un spa para celebrar mi veintitrés cumpleaños, que ya era toda una mujer pero estaba segura de que para mi madre siempre seria su niña.

Le pasé el brazo por los hombros y le di un beso en la mejilla.

-Pero vamos a celebrarlo- le dije sonriendo.

La miré a sus ojos marrones claros y algo dentro de mí me dijo que mi cumpleaños no era el único motivo que la había puesto tan triste...

Aunque... ¿Por qué darle más vueltas a todo aquello?

Mi madre nunca me había engañado, siempre había dicho la verdad, pensándolo bien ella siempre había estado junto a mí, lo cierto es que siempre estábamos juntas.

En realidad sabía el motivo, era bastante sencillo o quizá no tanto, porque cuando yo tenía veinte años mis padres y yo tuvimos un accidente, en el que mi padre falleció y yo resulté gravemente herida.

Durante esos días en los que me movía en la semiinconsciencia, mi mente fue capaz de darse cuenta de trozos de conversaciones entre mi madre y su mejor amiga Rebecca (a la que yo llamo Tía Becca), luego me dio la sensación de que mi madre dejó de visitarme bastante tiempo, pero como en esos días estuve casi todo el tiempo sedada no podría decir con exactitud si fue de verdad así.

Pero cuando desperté no era capaz de recordar nada anterior a ese momento, vi la mirada de mi madre y luego comenzó a contarme lo que había sucedido, los siguientes meses fueron bastantes complicados ya que era incapaz de recordar nada, pero aunque aún no conseguía llenar esos huecos, ella fue ayudándome contándome pequeños trozos de nuestra historia, lo que hizo que aquello pasara más rápidamente.

Algo para recordar © A LA VENTA EN AMAZON ❤️Where stories live. Discover now