Camila dudo. De sobra sabía que él no era santo de su devoción y muchas veces había insistido para que desistiera en salir con él. «Quizás se alegre», pensó apoyándose en sofá.

―Eso. Rompimos.

La chica la miro boquiabierta. Aquello le parecía imposible. Había sido testigo del amor, casi obsesivo de su prima por el que ella consideraba un auténtico cretino.

―No juegues con eso, Cami. Mira que no quiero festejar en vano ―Su prima esbozo una sonrisa y olvidándose de sus heridas se dejó caer en la mullida superficie. Apretó los dientes y cerró los ojos.

―Es verdad. Terminamos y me corrió de su casa.

― ¿Estas de coña? ¿Cómo que te corrió? ―pregunto escandalizada―. Pero... ¿y la boda? ¿Y...?

―Todo se cancela, por supuesto ―Claire sacudió la cabeza. ¿Meses de preparativos se irían a la basura?

―Cami, eso no puede ser. Escucha, tiene que haber una razón. ¿Pelearon? Todas las parejas lo hacen, es decir...

―Encontró a otra sumisa ―confeso rememorando sus palabras y la expresión indiferente que mostro en ese momento. Como si le hubiera dicho que cambiarían de platillo o de marca de pasta dental.

Era verdad que su prometido no era alguien muy expresivo y afectivo, pero había superado sus límites. La frialdad de su mirada la dejó atónita. Incapaz de replicar.

― ¿Que? ―balbuceo perpleja. Conocía los gustos de su prometido. Habían coincidido en algunas fiestas privadas y algunos los rumores sobre sus preferencias. Sexo duro. A él le iba el sexo agresivo y que rayaba casi en la violencia. Por eso le había sorprendido tanto que su cariñosa prima entrara en sus juegos.

―Dijo que ella era perfecta y lo satisfacía. Así que no tenía caso que siguiéramos con esta farsa, pues yo nunca le daría lo que buscaba.

― ¡Desgraciado! ¿Cómo pudo decirte eso? ―Miro apenada a su prima, inclinándose frente a ella―. ¿Y porque dejaste que te hiciera esto?

―No fue él.

― ¿Qué? ¿Entonces? ―Camila sonrió al recordar lo ocurrido en aquel sitio y toda la odisea que había tenido que pasar para llegar ahí.

―No sé su nombre. Creo que ni siquiera se lo pregunte.

― ¿Estás loca? ―pregunto molesta y preocupada. Camila no era de las chicas que hacen las cosas sin pensarlo. La seria y centrada de la familia era ella. Se quedó mirando fijamente y negó―. No tienes buena pinta.

―Solo necesito descansar ―aseguro suspirando. No dejaría que viera las heridas o armaría un lio. Y ella lo único que deseaba era olvidarse de todo.

―Por supuesto. Necesitas tumbarte y descansar. Mañana no podrás mover el trasero. Tonta. ¿Por qué demonios lo hiciste?

―Digamos que era la despedida ― «Y probarme que podía resistir más de 10 azotes. Aunque al final falle», pensó.

―Despedida o no, mañana no podrás trabajar.

―Ni hablar, tengo mucho trabajo.

―Cami... ―Se mordió los labios. No tenía sentido discutir, ella misma lo entendía al no poder ponerse de pie―. Vamos ―dijo tomándola del brazo y conduciéndola a la habitación que siempre ocupaba cuando se quedaba―. Pero ¿qué piensas hacer?

―Seguir con mi vida ―dijo con convicción―. Cancelare los preparativos y hablare con mis padres.

―Sera un caos. ¿Lo sabes?

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